Diferentes especies invasoras de varios países

El alto precio de mover especies

Portada especies invasoras
Ilustración: Faver Rodríguez

El alto precio de mover especies

El pez león, que se ha expandido por el mar Caribe; un hongo asiático, que amenaza a los anfibios de América Latina y Australia –principalmente–; una especie de coral del océano Índico, que a pesar de su belleza puede arrasar con la biodiversidad de los ecosistemas a los que llega, y un pez asiático –modificado genéticamente–, que quiere ser impulsado en la economía colombiana, son cuatro ejemplos de especies que se convierten en invasoras al ser transportadas a ecosistemas distintos a sus hábitats. ¿Qué papel juega el ser humano en todo esto?

Por César Orozco Carrillo
ce.orozco@uniandes.edu.co

El piecito de una mata que cortamos en un país extranjero para sembrarlo en nuestro patio, una mascota exótica que creció mucho y abandonamos en el campo porque ya no podemos tenerla en casa, unas botas mal lavadas después de visitar un bosque o el simple transporte marítimo de mercancías pueden traer consecuencias catastróficas para la naturaleza.

Esos comportamientos que muchas veces creemos inocentes, en realidad, pueden causar estragos en los hábitats y romper su equilibro natural, alcanzado con millones de años de evolución. Cuando organismos vivos son introducidos en un nuevo ecosistema tienen el potencial de convertirse en especies invasoras y actuar como depredadoras que consumen grandes cantidades de recursos.

“Se ha demostrado que muchas de esas especies vienen con unas estrategias de defensa muy particulares que les otorgan ventajas frente a las locales. Incluso, pueden ser una especie común y corriente en su lugar de origen, pero, bajo otras condiciones, comienzan a jugar un papel totalmente diferente”, explica Jorge Molina, biólogo y director del Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de los Andes.

Gracias a esas estrategias defensivas logran evadir a sus potenciales depredadores, incrementando sus niveles reproductivos y devorando distintas especies a su paso. Plantas y animales nativos pueden empezar a transitar el camino a su extinción, la biodiversidad puede ser destruida y el hábitat alterado de manera permanente por efectos directos e indirectos. Las secuelas en la economía local serían enorme.

Para que sean consideradas especies invasoras deben salirse “de su rango original, es decir, que sea imposible que naturalmente lleguen al lugar en el cual puede convertirse en depredadoras. Esta es una de sus características principales”, complementa Juan Armando Sánchez, biólogo marino e integrante del capítulo Océanos y Recursos Hidrobiológicos de la Misión Internacional de Sabios 2019. Esta fue convocada por el Gobierno para formular recomendaciones sobre cómo debe avanzar Colombia en ciencia, tecnología e innovación para lograr un desarrollo sostenible e inclusivo.

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Detrás de la mayoría de estas migraciones está la mano humana. Se necesita que el hombre las traslade de un lugar a otro, lo que puede ocurrir por tres vías principales: desconocimiento, accidente o intereses económicos.

Para Molina, doctor en Neurofisiología de la Universidad de Göttingen (Alemania), esto es consecuencia de la globalización, pero toca aprender a vivir con ello: “Uno tiene que ser, hasta cierto punto, realista. Los avances de la globalización no van a detenerse, por lo cual lo importante es establecer unas políticas internacionales, nacionales y locales que ayuden a regular y a enseñarles a las personas que no es bueno trasladar especies de plantas, flores y animales entre regiones. Antes era normal ver a la abuela o a una tía llevarse un piecito de una planta de un lugar a otro. Eso estaba bien cuando no conocíamos todas las consecuencias, pero ahora no. Más que una estrategia policiva, debe enseñarles cuál es la repercusión de mover individuos y que hay cosas que no pueden hacerse”.

Los casos del pez león, un hongo asiático que se ha esparcido por los cinco continentes, el coral copo de nieve y el pez basa sirven para entender mejor estas consecuencias. El impacto de su llegada a los distintos ecosistemas ya es visible.


La mascota exótica

Pez león
Ilustración: Faver Rodríguez

Datos – pez león

Nombres científicos Pterois volitans, Pterois miles
Región de origen Indo-Pacífico
Consecuencia Reducción de especies de peces nativas y desbalance de los arrecifes coralinos.

 

“La gente no sabe que lo que se mueve son genes. Al trasladar un pez de un río a otro, por más que allí exista la misma especie, se puede estar produciendo una mezcla genética que causaría problemas, tanto para el espécimen que se suelta como para las poblaciones locales”, asegura Molina.

El pez león, una especie nativa del Indo-Pacífico, es uno de los mejores ejemplos de estas mascotas exóticas que se salen de control. De acuerdo con el Servicio Nacional de Pesca Marina de EE. UU., a mediados de los 80 ocurrió el primer avistamiento de un pez león en las costas de la Florida. Tres décadas después, se ha expandido por el Atlántico, el Golfo de México y el mar Caribe. En Colombia ha sido reportado a lo largo de toda la costa atlántica y en San Andrés y Providencia.

Se cree que los primeros especímenes fueron introducidos a Florida por coleccionistas que los tuvieron al principio como mascotas y luego los liberaron. A esto se sumó que, en 1992, con la inundación de varios acuarios privados por el paso del huracán Andrew fueron liberados los que estaban allí en cautiverio. Finalmente, por medio del agua de lastre de los buques también pudieron llegar más peces.

“Se sabe que el pez león era una especie común y corriente en su hábitat natural y que, gracias a sus mecanismos de defensa, ha logrado evadir a los grandes depredadores del Caribe colombiano, lo que ha facilitado su reproducción”, explica Jaime Molina.

Según un estudio de la Universidad del Estado de Oregón (EE. UU.), una hembra produce por desove hasta 30.000 huevos cada cuatro días y desova tres veces al mes; con ello puede provocar la reducción de un 80 % de la población de peces nativos en un coral aislado, ya que se come a los pequeños —algunos sirven para mantener el balance natural del medio, como aquellos que mantienen controlada la expansión de las algas—.

Como no tienen depredadores naturales, distintos proyectos impulsan su pesca y consumo como método de control, aunque queda mucho trabajo por hacer.

Expansión del pez león 1985-2020


El hongo asiático y los anfibios en América Latina

Hongo asiático
Ilustración: Faver Rodríguez

 

Datos – hongo asiático

Nombres científicos Batrachochytrium dendrobatidis, Batrachochytrium salamandrivorans
Región de origen Bosques asiáticos
Consecuencia Declive de especies nativas, principal sustento económico de pescadores.

 

Un hongo originario de Asia está diezmando la población de anfibios en toda América Latina, desde México hasta Argentina. El Batrachochytrium ha causado el declive de 501 especies en el mundo, 428 de ellas en Latinoamérica, incluyendo 90 que hoy son consideradas extintas. En los últimos cincuenta años, la cuarta parte de las especies afectadas perdió el 90 % de su población, según el estudio «Panzoótico fúngico en los anfibios causa una pérdida catastrófica y continua de la biodiversidad» de la revista Science.

“El hongo pudo haber llegado por accidente”, comenta Pablo Palacios, investigador de la Universidad de los Andes y coautor —junto con 40 científicos de todo el mundo— del artículo que analizó su impacto en 60 países. “Un turista que visitó un bosque chino en donde se encontraba el Batrachochytrium pudo traerlo a América si no lavó bien sus botas y utensilios, aunque el tráfico de fauna silvestre también pudo haber jugado un papel importante en su expansión”, agrega.

Para él, es necesario adquirir una mayor conciencia ambiental y de biodiversidad y prestar más atención a los científicos. Los gobiernos podrían hacer campañas internacionales sobre lo que se debe hacer para cuidar el medio ambiente. “Un turista recibe información sobre lo que debe pagar, pero no acerca de lo que debe hacer como protección, no sabe qué cuidados debe tener, cuál es el nivel de asepsia necesario para evitar este tipo de situaciones”, asevera.

 

En este caso, el ser humano sirvió como vector para esparcir por todo el mundo un patógeno que ya se ubica entre las principales especies invasoras, comparable con los roedores (que amenazan a 420 especies) y los gatos (a 430) y representa la más grande pérdida de biodiversidad atribuida a una enfermedad, de acuerdo con el artículo científico.

“El hongo provoca una enfermedad muy virulenta que afecta a ranas, sapos, batracios, salamandras y todo tipo de anfibios. Está contribuyendo a la llamada Sexta Extinción Masiva de Especies en la Tierra”, explica Palacios, doctor en Ciencias Biológicas de Los Andes.

La enfermedad, conocida como quitridiomicosis, ataca la piel de los anfibios e impide que regulen correctamente el agua y los electrolitos, lo que ocasiona un fallo cardiaco. Solo el 12 % de las especies infectadas muestra signos de recuperación, mientras que el 39 % sigue experimentando un declive.

Los Batrachochytrium dendrobatidis y Batrachochytrium salamandrivorans han golpeado con mayor fuerza a las especies de Meso y Suramérica

“Los anfibios son vitales en el ecosistema porque ayudan a controlar la expansión de otras especies como los mosquitos, que son vectores de enfermedades, tanto en el agua como en la tierra. Además, gracias a que respiran a través de la piel, son buenos indicadores de la calidad de los ecosistemas, ya que se encuentran en ambientes sanos”, aclara Palacios. También “tienen un alto potencial para la bioprospección, sirven para estudios de alcaloides y otras investigaciones que pueden ser muy beneficiosos para la salud. Y eso que todavía nos falta mucho por estudiar para comprenderlos mejor”.

La región más afectada es América, albergue de una tercera parte de las 8.000 especies conocidas de anfibios. En Colombia, una investigación liderada por Victoria Flechas —también doctora en Ciencias Biológicas de Los Andes y coautora del artículo de Science­— encontró dos especies de ranas que coexisten con el hongo: sabanera (Dendropsophus labialis) y cohete (Rheobates palmatus), gracias a su microbiota y péptidos de defensa. De ello da cuenta un artículo publicado en The ISME Journal, en el que se concluye la necesidad de nuevas investigaciones para una mejor comprensión de este fenómeno que lleve a desarrollar estrategias de control contra la quitridiomicosis.

“Controlar un virus, una bacteria o una enfermedad infecciosa es muy difícil. Si no hemos logrado dominar al coronavirus que afecta a los humanos, tampoco podremos controlar otras enfermedades que contraen otras especies, de las cuales es muy poco lo que se sabe”, concluye Palacios.

El declive ha sido proporcional a la abundancia taxonómica de las especies

Las Anurans, a las que pertenecen el 89 % de los anfibios, tienen el 93 % del declive. Entre ellas, las más golpeadas con disminuciones entre el 45 % y la presunta extinción se encuentran las especies neotropicales Atelopus, Craugastor y Telmatobius.

Las Atelopus representan el caso más dramático, con una treintena de especies presumidas como extintas y una veintena más con una reducción mayor a 90 %.


El coral que viajó en barco

Coral copo de nieve
Ilustración: Faver Rodríguez

 

Datos – coral copo de nieve

Nombre científico Carijoa riisei
Región de origen Oeste del Atlántico e Indo-Pacífico
Consecuencia Declive de especies de corales nativos

 

Juan Armando Sánchez, biólogo marino y líder del Grupo de Investigación en Biología Molecular Marina (Biommar) de la Universidad de los Andes, ha dedicado parte de sus investigaciones a la invasión del coral Copo de Nieve, una especie originaria del Indo-Pacífico, que también se encuentra en el Atlántico colombiano y que se cree llegó al Pacífico sudamericano por agua de lastre.

Los barcos, para mantener unas condiciones seguras durante los viajes, succionan y liberan grandes cantidades de agua para compensar los cambios de peso como consecuencia de los distintos niveles de carga que transportan. Esto es conocido como agua de lastre y ha servido para transportar numerosos microorganismos alrededor del mundo.

Por medio de análisis filogéneticos se logró establecer que una invasión de este espécimen en el Pacífico Occidental colombiano provenía del Atlántico Tropical, muy posiblemente habría atravesado el Canal de Panamá en el agua de lastre de algunos barcos.

“Aunque recientemente se han tomado medidas de bioseguridad en algunos países, es un sistema que lleva en ejercicio décadas. Larvas, fragmentos y adultos de organismos marinos llegan generalmente vivos al lugar donde los barcos desocupan sus tanques de agua de lastre”, asegura Sánchez.

El Copo de Nieve se ha mostrado inofensivo en el Atlántico colombiano. Caso contrario a lo ocurrido en Hawái o el Pacífico, donde ha expulsado otras especies, logrando un mayor tamaño y expansión, y ha causado una mayor mortalidad en los corales nativos.

“Tiene una asociación con una esponja citotóxica que lo recubre. A lo que se le acerque le va generando necrosis hasta que se posesiona del nuevo tejido”, explica Sánchez. En Hawái, la invasión desplazó a los corales negros que eran cultivados para joyería, ocasionando un fuerte impacto en esta economía local.

A diferencia de las invasiones de especies en tierra, en los océanos se presume que las repercusiones son menores y los ecosistemas logran adaptarse al cambio con mayor facilidad, aunque todavía faltan más investigaciones para comprender sus efectos a futuro.


Un pez para domesticar por decreto

Ilustración del pez basa
Ilustración: Faver Rodríguez

 

Datos – pez basa

Nombre científico Pangasianodon hypophthalmus o Pangasius hypophthalmus
Región de origen Ríos Mekong y Chao Phraya (Asia)
Consecuencia Declive de especies nativas, principal sustento económico de pescadores

El caso del pez asiático basa, que llegó a Colombia de la mano de la acuicultura, es otra muestra de cómo una especie foránea puede convertirse en invasora. El Pangasius hypophthalmus es considerado un pez de baja calidad, pero fue introducido al país de manera ilegal por piscícolas en Valle de Cauca, Huila, Meta y Santander por su bajo costo de producción y rápido crecimiento; una hembra puede dejar hasta 50.000 huevos por kilogramo en el desove, según el Instituto Humboldt.

“El pez basa es originario del río Mekong. Allí fue domesticado y mejorado genéticamente, convirtiéndose una de las especies que crece más rápido en cultivo. Aunque sus características la hacen ideal para el negocio, es también una amenaza si se pone a competir con las especies de un ecosistema natural”, afirma Juan Armando Sánchez, doctor en Ciencias Biológicas de la Universidad de Nueva York en Búfalo (EE. UU.).

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Ya han sido capturados especímenes en el Magdalena, por lo cual se presupone que podría expandirse rápidamente por todas las tierras bajas de su cuenca, ya que suele alimentarse de todo lo que encuentra, tiene una elevada tasa de reproducción, un rápido crecimiento, tolerancia a condiciones ambientales extremas y es migratoria. Estas condiciones representan una ventaja frente a las especies nativas, las cuales pueden verse desplazadas e incluso disminuidas, un potencial problema para los pescadores de la región.

Gracias a sus excelentes perspectivas económicas, las autoridades nacionales han intentado domesticarlo por decreto e impulsar su crianza legal en el país, algo que ya ocurrió con la tilapia y la trucha, recuerda el profesor del Departamento Ciencias Biológicas de Los Andes.

Esta puerta fue abierta por medio del Decreto 1780 de 2015, expedido por los ministerios de Agricultura y Desarrollo Rural, de Comercio, Industria y Turismo y de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, mediante el cual se autoriza que especies introducidas al país sean declaradas domesticadas para fines de piscicultura.

“Hay muchos productos del mercado que tienen que ver con las especies invasoras. Algunas entran disfrazadas de solución económica, como es el caso de los caracoles gigantes africanos, pero terminan convirtiéndose en grandes amenazas ambientales”, concluye.


El sobrepeso y la obesidad en Colombia

Colombia, pasada de peso

Colombia, pasada de peso

El sobrepeso, la obesidad y la obesidad abdominal han aumentado en la población urbana. Uno de los datos más alarmantes es el incremento del exceso de peso corporal de niños y adolescentes, ya que uno de cada tres lo sufre, una cifra muy alta comparada con la Encuesta Nacional de Situación Nutricional de Colombia, realizada por el Sistema Nacional de Estudios y Encuestas Poblacionales para la Salud.

Por Johanna Ortiz Rocha

Persona encima de una pesa digital

En cuestiones de peso Colombia reúne lo peor de dos mundos: no ha superado el lastre de enfermedades prevenibles como la parasitosis, las infecciosas y las respiratorias, ligadas a la pobreza y el atraso, y ya debe enfrentar dolencias ocasionadas por el exceso de masa corporal y la obesidad, hasta hace poco vinculadas a los países desarrollados.

Las cifras son contundentes: en adultos el sobrepeso alcanza 36,2 % y la obesidad llega a 21,3 %; las mujeres —contrario al imaginario de que cuidan más su figura— sobrepasan en más del doble a los hombres, tanto en sobrepeso como en obesidad.

Los menores, a su vez, también se están engordando: uno de cada tres supera los estándares de Índice de Masa Corporal (IMC) en lo que se considera un peso adecuado por edad. La prevalencia general de sobrepeso es de 23,3 %, y la de obesidad se ubica en 8,8 %; los niños superan a las niñas.

Estos resultados son parte de un estudio liderado por Carlos O. Mendivil, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de los Andes, hecho en las cinco principales ciudades de Colombia (Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga). Los datos se recogieron entre junio y noviembre de 2018 y los resultados fueron divulgados a mediados de 2020. La muestra estuvo compuesta por 1.922 personas: 1.537 adultos y 385 niños, cuyas edades estaban entre 2 y 75 años, y mediante un muestreo probabilístico se garantizó la representatividad de todos los estratos socioeconómicos y áreas geográficas.

Los autores explican este preocupante fenómeno por una dinámica muy particular de Colombia: una transición nutricional y demográfica que ha cambiado los hábitos alimenticios de las personas. Es así como, a medida que el ingreso de los hogares ha mejorado, también se ha acentuado la tendencia a saltarse las comidas o a alimentarse mal por falta de tiempo. De igual forma, cada vez más gente abandona las áreas rurales para desplazarse a las ciudades donde aumenta la pobreza. El resultado es el incremento de las enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes, que típicamente se asociaban a los países desarrollados.

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A los investigadores les llamó la atención el hecho de que el sobrepeso y la obesidad de las personas son mayores cuanto menor es su nivel educativo y el estrato socioeconómico del hogar. En niños se observó lo contrario, lo cual podría reflejar diferentes etapas de la epidemia y de la transición socioeconómica y nutricional.

Los resultados del estudio no solo alertan sobre la magnitud de la problemática en Colombia, tanto en adultos como en niños. También ayudan a identificar los grupos con mayor riesgo de padecer obesidad (mujeres adultas, personas de segmentos de bajos ingresos y bajo nivel educativo), que necesitan ser tratados mediante estrategias de salud pública.

Comer también puede ser un problema

La prevalencia del bajo peso ha disminuido en todo el mundo desde 1980, mientras que el sobrepeso y la obesidad han aumentado simultáneamente, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, en los países más avanzados, esta tasa tiende a estabilizarse en contraste con lo que sucede en los países en desarrollo, donde cada vez hay más gorditos. En 2015, se estimó que el exceso de peso corporal produjo aproximadamente 4 millones de muertes.

Esas muertes están relacionadas con las enfermedades que se asocian al exceso de masa corporal. Lejos de ser un asunto estético, el sobrepeso y la obesidad pueden ocasionar daños en órganos vitales, producir discapacidades o efectos psicológicos adversos.

Proyecto de divulgación científica de la Vicerrectoría de Uniandes

 

 

“Las medidas de salud pública para tratar de controlar el avance de la obesidad en Colombia no son sencillas, ya que está asociada al acto universal de comer —afirma el investigador Mendivil, especialista en diabetes y metabolismo, Ph. D. en Bioquímica Nutricional—. Comer es un acto cotidiano, todas las personas deben hacerlo, y cambiar su dieta es, necesariamente, involucrarse en su cotidianidad. Otras intervenciones como los medicamentos o la cirugía no son una práctica generalizada, pero comer es una actividad común a todos y cambiarla requiere la colaboración del paciente porque implica meternos con la voluntad personal, con la libre determinación".

¿Cómo se define la obesidad?

“La obesidad es una acumulación anormal o excesiva de grasa en el tejido adiposo, a un nivel tal que deteriora la salud”, afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Para saber si una persona tiene sobrepeso u obesidad se usa el Índice de Masa Corporal (IMC). Esta medida se calcula al dividir el peso entre el cuadrado de la estatura. Según este indicador, una persona tiene sobrepeso si su IMC es mayor a 25 y sufre de obesidad si es superior a 30. La obesidad también tiene grados de clasificación: tipo 1 (de bajo riesgo), si el IMC es de 30 a 34,9; tipo 2 (riesgo moderado), si el IMC es de 35 a 39,9; tipo 3 u obesidad mórbida (alto riesgo), si el IMC es igual o mayor a 40.

Una de las conclusiones de su estudio, cuyo objetivo era describir la prevalencia de obesidad, sobrepeso y obesidad abdominal y su asociación con el nivel socioeconómico del hogar (NSE) y el nivel educativo, es que las estrategias de salud pública para prevenir la obesidad tienen que ser multidimensionales. Así, deben involucrar necesariamente lo inherente a los alimentos, al precio, a su accesibilidad y disponibilidad, pero no es lo único; hay que educar a las personas para que sepan escoger, labor que va ligada al rotulado nutricional de los alimentos empacados, pues se debe informar claramente qué se está comiendo.

Al mismo tiempo, el profesor enfatiza que tales acciones tienen que acompañarse de campañas de prevención y promoción de la actividad física, que garanticen la disponibilidad de entornos saludables, seguros, amplios, donde las personas puedan practicar actividad física libremente.

Pero, sobre todo, es de vital importancia que se reconozca la obesidad como un problema médico y no estético, que debe ser atendido por un profesional de la medicina o de otra ciencia de la salud. Aunque el sistema de salud ponga trabas, el sobrepeso y la obesidad ameritan un tratamiento en muchos casos farmacológico, al igual que otras enfermedades.

Enfermedades que se asocian a la obesidad

El listado de enfermedades asociadas a la obesidad es supremamente extenso. Las muertes relacionadas con esta causa tienen que ver con problemas cardiovasculares, diabetes, enfermedad renal crónica, osteoartritis, más de 10 tipos de cáncer y un deterioro en el funcionamiento psicosocial. Básicamente, no hay una célula del organismo que se salve de ser impactada por la obesidad, pues afecta todos los sistemas orgánicos y todos los aspectos de la salud.

La obesidad infantil aumenta las posibilidades de muerte prematura y de discapacidad en la edad adulta. Los niños que la padecen son propensos a tener dificultades respiratorias, mayor riesgo de fracturas e hipertensión; así mismo, pueden presentar síntomas tempranos de enfermedades cardiovasculares, resistencia a la insulina y efectos psicológicos.

Testimonio

“Cada kilo pesa más en la conciencia que en el cuerpo”

Este es el dramático relato de una persona obesa que ha hecho múltiples esfuerzos por adelgazar y que, aunque está consciente de su enfermedad, hoy pesa 120 kilos.

La mejor forma de comenzar a escribir sobre mi obesidad tal vez sea mencionando el hecho de que, contrario a lo que podría pensarse, cada kilo pesa más en la conciencia que en el cuerpo. Es más, el aumento de peso suele ser imperceptible hasta que alguien que ha dejado de verte algún tiempo alimenta su baja moral, producto de sus propios defectos físicos, diciendo alguna de aquellas estúpidas pero cotidianas frases a través de las cuales resalta dicho aumento de peso. Con ello ignora todos y cada uno de los esfuerzos realizados por bajar o al menos no seguir engordando, un drama que es mío y que a continuación les voy a relatar.

A mis 22 años y con mi cerebro a escasos 1,67 cm de altura del piso donde se encontraba mi autoestima, alguien en mi trabajo me dijo por primera vez: “Oye, te está saliendo pancita”… y pensé... “nunca había pensado en eso”… miré mi abdomen, lo palpé, mientras la báscula me decía que tenía 75 razones de peso para dar validez a dicho comentario. A la semana siguiente, esa misma persona en mi oficina dijo: “Tienes que cuidarte porque cuando menos lo pienses vas a estar más gordo”, y luego pensé "wow, si me lo está diciendo es por algo".

Varias semanas después, esa misma persona había logrado que le comprara un número indeterminado de “batidos” y “suplementos”, los cuales se convirtieron en el inicio de mi desorden dietario; luego de un par de semanas y pesando 72 kilos, decidí retomar mis hábitos alimenticios tradicionales, lo que desencadenó un efecto rebote por el cual llegué a los 85 kilos. Esto hizo que quisiera volver a consumir dichos productos por unas semanas más y así logré bajar a los 75 kilos iniciales, pero al suspenderlos de nuevo, el efecto rebote empeoró: subí a 90 kilos y, ahora sí, con un problema de sobrepeso real.

De ahí en adelante, en su orden más estricto, han sido años de auriculoterapias, temporadas de ejercicio excesivo de forma intermitente, dietas caseras, tratamientos médicos de “nutricionistas” que te entregan una fotocopia borrosa con una “dieta”, la misma que le dan a todo el mundo en la EPS; eso sin mencionar las no se cuántas categorías de productos alimenticios etiquetados como “cero azúcar”, “bajo en grasa”, “libre de fructosa”, “no gluten” y los nunca bien ponderados meses de gimnasio puntualmente pagados, pero ocasionalmente consumidos.

Dentro de mis intentos más recientes, motivados por la crisis de los 40, han estado la compra de una elíptica —se vuelve casi tan tormentosa como el amigo espejo al que trato de ignorar cada vez que paso enfrente de uno—; así mismo la megalipólisis láser, que me llevó a vender mi carro para pagarla, pues, además de costosa, viene acompañada de inyecciones, medicamentos, fajas, y sesiones en cámaras hiperbáricas que mi bolsillo aguantó apenas por un semestre.

Hoy, a mis 43 años de edad, con mi autoestima a la altura de mi cerebro y con una gran experiencia en el tema, me veo enfrentado ya no a comentarios directos, pero sí a susurros y observaciones a mis espaldas acerca de mis 120 kilos de peso, (10 de estos gracias a la pandemia), mi hipertensión y condiciones predisponentes o de comorbilidad como se les denomina actualmente.

Sí, sí, lo sé; sé que mi relato está lleno de “excusas” y un poco de autocompasión, pero es así como se ve y se siente desde el interior de personas como yo, a las cuales nos ha tocado lidiar con este tipo de situaciones, que, muy seguramente, serían más fáciles de resolver si tuviéramos una formación u orientación que se encargara de hacernos ver que el problema debe ser atacado desde la cabeza; tal vez por esto pesa más en la conciencia, porque es allí donde finalmente se toman las decisiones de cada día acerca de lo que comes, de cuánto comes, de cuándo comes, de si te ejercitas o no, o si es un asunto de aceptación o resignación.


Beatriz González sonriendo

Beatriz González: Cuando la maestra es estudiante

Beatriz González:
Cuando la maestra es estudiante

En agosto de 2020, la Universidad de los Andes le otorgó el Doctorado Honoris Causa en reconocimiento a su trabajo como artista, historiadora del arte, curadora, investigadora y profesora. Lucas Ospina describe su espíritu transformador y crítico, a partir de una charla de ella sobre Juan Antonio Roda.

Por Lucas Ospina
Profesor del Departamento de Arte
luospina@uniandes.edu.co
Foto de Beatriz González
Foto: Felipe Cazares

 

Hay un video de trece minutos que muestro a los estudiantes de primer semestre que se aventuran a estudiar arte. Siempre les digo que se trata de una charla de una recién egresada (aunque es falso).

Al comenzar el video me gusta ver la cara de los estudiantes, ver cómo reaccionan a mi mentira piadosa. En el video habla Beatriz González, la artista que nació en Bucaramanga en 1932 y terminó estudios de pregrado en 1962, en Bogotá, en la antigua Escuela de Bellas Artes de la Universidad de los Andes. Es posible que ellos no sepan quién es ella, pero como a esa edad algunos prefieren la compañía de las abuelas y los abuelos a la de los padres y las madres, muchos de los estudiantes le prestan atención. Frase a frase, ese interés se mantiene, se renueva, se extiende; Beatriz González sabe contar historias, le gusta hacerlo.

 

Año tras año, el efecto ha sido siempre el mismo: los estudiantes se reconocen en lo que Beatriz González dice: ella deja de ser la “Maestra” y, décadas después, es una más entre ellos, con sus mismas ansiedades, dudas, risas, inquietudes y descubrimientos.

La charla es sobre Juan Antonio Roda, el artista español que trabajó durante catorce años como profesor y director de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de los Andes. Roda murió en 2003 y el Departamento de Arte organizó una serie de conferencias en su honor.

Foto blanco y negro de Beatriz González
Foto: Catálogo razonado de Beatriz González. Banco de Archivos Digitales de Artes en Colombia

El evento tenía un aire de institucionalidad culposa. A comienzos de los años setenta, bajo la Rectoría de ese entonces —la de Álvaro Salgado como rector y Hernán Echavarría como presidente del Consejo Directivo—, el arte fue expulsado de la universalidad del campus. Las directivas quisieron darles un escarmiento a los profesores y estudiantes que participaron en las protestas sociales que se incrementaron a partir de 1968, un gesto higiénico que pretendía eliminar el virus de la rebelión del cuerpo universitario.

Las directivas publicitaron el cierre del programa de Arte bajo un argumento económico falaz acompañado de un juicio estético —en un documento de circulación restringida se señalaba “el hecho de que casi ninguno de los egresados del programa ha alcanzado excelencia en el área respectiva”—. Esta voluntad profética, vertical y miope sería contrastada, 50 años después, cuando la misma universidad le dio a una de esas egresadas, Beatriz González, el grado de Doctora Honoris Causa en la ceremonia virtual de grados de este agosto del año del virus.

Foto de Beatriz Gonález con el diploma de doctorado.

“Yo siempre decía que los papás ponían ahí a las niñas para que se casaran bien, eso era común y corriente, y de hecho se casaban muy bien, ¿no? […] Todas se levantaban a los principales economistas del país, de manera que era una buena inversión…”, dice Beatriz González al comienzo de la charla y así traza un croquis irónico sobre el cuadro patriarcal y academicista de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de los Andes. “La escuela no era nada, 90 niñas que bostezaban toda la clase [de Historia del arte] de Marta Traba, que eran clases maravillosas […], y al tercer año apareció Roda. La universidad cambió”.

La curadora Carolina Ponce, en la publicación reciente de sus memorias, describe con precisión el modus operandi de González: “Con el tiempo llegué a celebrar sus audacias formales, su manera de subvertir los cánones estéticos validados por la historia del arte occidental; pero también su mirada crítica: su capacidad de ironizar, con malicia y fruición, los símbolos de clase de la ‘buena forma’ y el ‘buen gusto’. Sus obras asumían un desafío estético despiadado en contra de las pretensiones implacables del poder cultural, social y político bogotano. La obra pictórica de Beatriz González iba mucho más allá de una propuesta formal irreverente. Su estética era inseparable de su visión crítica”.

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Este mismo proceder se ve en la charla. En apariencia se trata de un conjunto de recuerdos bocetados en una hoja de papel, pero la trama revela una crítica estructurada e incesante a la educación artística y al momento histórico. Mi cuadro favorito es cuando González recuerda cómo tuvo “el primer pensamiento pop a través de Roda”, una historia donde la anécdota calca, con aguda simetría, la inquietud estética que domina gran parte de su obra:

“Nosotros no sabíamos qué era el pop, nosotros fuimos con Marta Traba a Nueva York, en 1960, y ella estaba enamorada del expresionismo abstracto. Nosotros no vimos nada de pop. Y entonces Roda llegaba a clase y todas teníamos una lata de Avena Quaker con el señor, el cuáquero ahí, ¿no? Entonces Roda se quedaba mirando la lata y decía ‘Ay, yo quisiera pintar así’. El año antepasado yo conté esto y me regañó, que él nunca había dicho esto, que qué creerían de él, pero yo miraba esa lata y decía: ‘¿Por qué este profesor, tan bueno, tan maravilloso, hace eso’, ¿no?, nos dice, estas laticas, este pintar así, cuando él pintaba tan distinto…”.

Foto Beatriz González
Foto: Victor Solano - Archivo Universidad de los Andes (2006)

Esa historia, media verdad o verdad y media, es diciente, derrumba jerarquías y, junto a tantas otras anécdotas, muestra el trabajo horizontal de unos pocos estudiantes y profesores que construyeron una escena para el arte en el terreno de una verticalidad adversa. Todo ejercicio de crítica tiene un eco autobiográfico, el lenguaje no es neutro, el cierre de la charla de González habla de la actividad de Roda y, por extensión, de Marta Traba, pero es también un recuento de su propia actividad transformadora y de su constante profesar en todos estos años:

“Yo creo que esa variedad que le dio a la profesión ha hecho que uno sea el artista que es. Porque cuando uno está pintando ahora, yo estoy pensando muchas veces es en cine, en otras cosas, entonces nos dio un espectro que no era la niña rica que llega y que se sienta y que produce unos cuadritos para su casa, sino que cambió la visión de Los Andes de profesión artística, de una profesión de adorno, a una profesión seria, de cómo la mujer podía competir así estuviéramos rodeados siempre de mujeres, y fue el establecer esa competencia lo que nos hizo surgir, lo que nos hizo amable la universidad. Yo creo que su paso por Los Andes se resume en el cambio que tomó una escuelita de pueblo que transformó en escuela profesional”.


Beatriz González en 20 dibujos

Borrado:


Protocolo de bioseguridad para la detección de coronavirus

Covida, una aventura en medio de la incertidumbre

Foto de un puesto de toma de muestra para detección de coronavirus.
Covida adecuó puntos de toma de muestras en los parqueaderos de los centros comerciales Unicentro y Centro Mayor. Foto: Felipe Cazares

Covida, una aventura en medio de la incertidumbre

En la misma semana en que la Organización Mundial de la Salud declaró la COVID-19 como pandemia, nació en Uniandes un proyecto innovador que busca complementar las estrategias de las autoridades de salud y que se ha ido adaptando a medida que avanza la epidemia en Bogotá.

Por Adriana Díaz

Silvia Restrepo, vicerrectora de Investigación y Creación, sabía que en su laboratorio podrían hacer pruebas para detectar el virus causante de la COVID-19. Un día, al escucharla, Eduardo Behrentz, vicerrector de Desarrollo y Egresados, exclamó: “¡Hagamos un millón de pruebas y las regalamos!”. Comenzó una marcha contra el reloj para echar a andar lo que pocos días después ya tendría nombre: Covida, con el que el profesor Rachid Laajaj, codirector científico del proyecto, presentó una propuesta que obtuvo financiación del Banco Interamericano de Desarrollo.

Se fueron armando equipos de trabajo para preparar los diferentes escenarios requeridos. Una complejidad que nadie imaginaba y que ha exigido articular saberes científicos, técnicos y logísticos. Un proyecto en el que, en palabras de Luis Jorge Hernández, su director epidemiológico, todos los saberes son válidos.

Mientras Silvia buscaba dónde instalar el laboratorio, Martha Vives, vicedecana de Investigaciones de la Facultad de Ciencias, conformaba una brigada de voluntarios y Eduardo lideraba la consecución de donaciones y la compra de los kits de toma, transporte y procesamiento. Cada uno extendiendo su saber y su experiencia para contribuir en la respuesta a la epidemia causada por un virus que había transformado la interacción humana en todo el mundo.

Los recuerdos de Silvia, Martha y Eduardo de esas primeras semanas están atravesados por la incertidumbre del momento. Uniandes fue de las primeras instituciones del país en tomar medidas frente a lo que se veía venir. El 9 de marzo, tres días después de reportarse el primer caso positivo para COVID-19 en Colombia, la Universidad canceló viajes internacionales. Cuando se decretó la cuarentena estricta en el país, ya había decidido virtualizar las clases e implementar el trabajo en casa.

“Cuando nos lanzamos a decir que íbamos a tener el laboratorio no sabíamos en dónde lo íbamos a poner” recuerda Silvia. Inicialmente pensaron en el Laboratorio de Secuenciación Gencore, explica la bacterióloga Marcela Guevara, quien asistió al primer entrenamiento que hizo el Instituto Nacional de Salud (INS) para la detección del virus. “Le dije a Silvia: Gencore es muy pequeño para hacer todo lo que requiere la prueba, nos toca buscar un sitio”, añade Marcela, quien junto con la también bacterióloga Marylin Hidalgo y la bióloga Martha Lucía Cepeda, coordinaba en ese momento las actividades en Gencore. Fue Martha Lucía la encargada de dejarlo listo de acuerdo con los estándares del INS. “Es como mi bebé” dice con orgullo mientras explica todas las condiciones de bioseguridad que debe cumplir, dado el patógeno que se procesa allí.

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A Martha Vives, por su parte, le rondaba la idea de que si se iban a procesar muestras se necesitaba quién las tomara. Ello con una premisa clara: la seguridad de los brigadistas y de las personas a quienes se les practicara. Rápidamente consiguió voluntarios para hacerlo. “Más de los que podía aceptar” recuerda, pues debían tener contrato con la Universidad y cubrimiento de EPS y ARL.

Entre tanto, Eduardo empezó a ver la dimensión del proyecto y comprendió que no sabía de qué estaba hablando cuando propuso el millón de pruebas. “Empecé siendo irresponsable, pero pronto entendí que se iba a requerir un esfuerzo titánico. Como investigador me gustan los proyectos complejos y este lo ha sido”, dice al recordar esos primeros días de Covida. La meta se ‘aterrizó’ a 100.000 pruebas PCR gratuitas para personas con alto riesgo de contagiarse y de contagiar a otros dada su ocupación y su alta movilidad en calle. Esto incluía a quienes podían salir en ese momento, dada la cuarentena estricta: trabajadores de la salud, domiciliarios, guardias de seguridad, taxistas. Se trataba de salir a buscar el virus, en lo que se denomina vigilancia activa. En ese momento, las autoridades de salud hacían vigilancia intensificada: tomar muestras a quienes presentaban síntomas. Marzo fue un mes vertiginoso.

Una aventura

El 3 de abril, el Laboratorio de Secuenciación Gencore recibió el aval del Laboratorio de Salud Pública de Bogotá para procesar muestras. En menos de tres semanas lo habían logrado. Empezó operación con un equipo de 25 personas para todos los procesos de análisis. Silvia recuerda la visita previa, requisito para la autorización: “Nunca había estado tan nerviosa desde el Icfes. Fuimos muy aventureros. Comenzamos a hacer las cosas sin saber para dónde íbamos”. En principio apoyaron a la Secretaría Distrital de Salud en el procesamiento de muestras, con unas 200 diarias; luego el apoyo se extendería al INS, a algunas regiones del país y, por supuesto, incluyó el procesamiento de las muestras de Covida.

La Brigada Uniandes, como se llamó el equipo inicial de toma de muestras, estaba conformada por tres estudiantes doctorales: Jaime Gutiérrez, Juan Camilo Farfán y Santiago Hernández; y por tres egresadas de posgrado asociadas como investigadoras: Ángela Holguín, Viviana Clavijo y Laura Tatiana Morales. A principios de abril estaba lista para empezar su trabajo.

Foto de brigadistas en una visita
La Brigada Uniandes visita oficinas y hogares para tomar las muestras. Foto: Felipe Cazares

Simultáneamente, el equipo de Filantropía dirigido por Carolina Ángel iniciaba el mes con donaciones por 190 millones de pesos, en la campaña “La prueba es de todos” y la Dirección de Servicios Administrativos vencía obstáculo tras obstáculo para importar los diferentes insumos que se necesitaban y que llegaron desde China y Corea principalmente. Mauricio Bello, jefe encargado de Operaciones, recuerda la presión de esos días con la anécdota de la diferencia horaria, pues uno de los proveedores estaba en India: “Cualquier consulta tomaba más tiempo”. A todo ello había que sumar las restricciones a los vuelos internacionales que se dieron en todo el mundo.

En otra orilla, se estaba conformando el grupo de investigación del proyecto. “Al principio había muchas personas y cada uno decía quiero que se haga esto con esos datos” recuerda Rachid Laajaj. Con el paso de los días y las discusiones académicas, el grupo quedó conformado por los médicos Luis Jorge Hernández y Andrea Ramírez, el economista Laajaj y Giancarlo Buitrago, médico y economista, director del Instituto de Investigaciones clínicas de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional y subdirector de investigaciones del Hospital Universitario Nacional. Se afinaron los objetivos: apoyar las estrategias de vigilancia epidemiológica de las autoridades sanitarias y proporcionar información que contribuyera a tomar decisiones de política pública para el manejo de la pandemia.

Las primeras muestras a participantes del proyecto Covida las tomó la Brigada Uniandes el 18 de abril. Seis días antes de conmemorar el aniversario número 71 del inicio de clases en Uniandes, ocurrido el 24 de abril de 1949. La idea había tomado forma, la aventura apenas comenzaba; igual que en los primeros días de esta universidad.

Hagamos un piloto

José Sánchez tiene 28 años, vive con su esposa y dos hijos pequeños. Trabaja repartiendo correspondencia en Bogotá. Cuando le ofrecieron hacerse la prueba aceptó porque quería proteger a su familia y recibió a los brigadistas en su casa. “Varios me dijeron que no, que eso todos los que le hacen la prueba terminan positivos, pero dije no, necesito hacérmela, no es nada del otro mundo y más aún si es gratis”, resume José.

Tomar la muestra dura menos de un minuto, los participantes pueden escoger entre uno de los dos puntos fijos o a domicilio, como lo hizo José. El resultado tarda en promedio dos días. Construir el proceso que hay detrás tardó varias semanas y enfrentó a los miembros del equipo Covida a retos nuevos cada día, que les exigieron, entre otros, altas dosis de inteligencia emocional, aprender sobre temas ajenos a su formación y experiencia, y largas jornadas de trabajo. Era tan nuevo todo lo que se quería implementar y tan diversos los obstáculos que muchas de las reuniones diarias del equipo logístico del proyecto concluían con la frase “hagamos un piloto”, para avanzar, aunque la solución no fuese la final.

En el caso de Maribel Rincón, coordinadora logística del proyecto, y su grupo, en pocas semanas aprendieron sobre las características de los equipos de protección personal, los hisopos apropiados, los estándares de las neveras para el transporte y almacenamiento, entre otros aspectos. Además, desde la primera salida de la Brigada empezaron a diseñar flujogramas y procesos para garantizar la seguridad de brigadistas y muestras.

En otro lado de la tras escena, el ingeniero Alejandro Segura y su equipo diseñaban un sistema de información sobre una plataforma de CRM que permitiera gestionar de manera segura y confidencial los datos de los participantes, así como garantizar la calidad de los mismos y cumplir los requerimientos de información del proyecto. Sin ese insumo, se verían afectados los análisis de los investigadores. El valor de los datos, más allá de la investigación, está en que ayudan a reducir la incertidumbre, como afirma Giancarlo Buitrago.

Maribel y Alejandro ayudaban a definir la ruta: convocar al participante, informarle sobre el proyecto, tener su consentimiento. De aceptar, pedirle una información médica, programar día y hora para la toma. Los casos positivos se notifican según lo establecido por las autoridades. A todos se les hace seguimiento de síntomas al día 7, al 14 y al 21 después de recogida la muestra. Discusiones sobre quién podría encargarse de eso, un centro de contacto o personal de salud, iban y venían. “Hagamos un piloto” fue la decisión, pues primó la segunda opción. ¿El argumento? La información inicial requiere criterio de alguien formado en salud. Andrea Ramírez armó con médicos recién egresados y estudiantes de Medicina de últimos semestres un centro de contacto.

Todo esto marchando al ritmo de la epidemia y de las decisiones gubernamentales, y luchando contra el tiempo para ofrecer información oportuna a las autoridades de salud. El optimismo reinaba: ¿Quién no querría hacerse gratis la prueba para saber si tiene o no COVID-19? En principio se intentó establecer convenios institucionales para garantizar suficientes personas y el criterio estadístico de representatividad. La Brigada ya había acumulado experiencia haciendo pruebas a domicilio. Pronto, esas dos ideas iniciales tuvieron que cambiar y adaptarse a la realidad de la epidemia, de la cuarentena, de las restricciones y de los miedos.

Empezó a vivirse una tensión que aún se mantiene y para la que cada día se buscan salidas, mediante pilotos, claro. Dos variables que van a diferentes ritmos: la capacidad para agendar participantes y la cantidad de listas de personas para invitar al proyecto. Para asegurar un buen número de participantes, hacer convenios con entidades aliadas parecía el mejor camino. Pocos lograron concretarse y ante la urgencia se cambió de estrategia. Por una parte, se firmaron acuerdos de confidencialidad para el manejo de datos personales y, por otra, se hizo un llamado masivo a las poblaciones de interés para que se preinscribieran a través de un formulario en internet.

Invitación a realizar la prueba del Covid-19 en Bogotá

En cuanto a dónde tomar las muestras, al hablar de cientos y miles de personas, fue evidente que la Brigada Uniandina no tendría la capacidad numérica suficiente. Lo que sí podían hacer los brigadistas era capacitar a otros: en la técnica de hisopado nasofaríngeo, en las condiciones de bioseguridad necesarias y en el etiquetado y almacenamiento. Incluso, en cómo brindar confianza a quienes se hacen la prueba.

Para facilitar la logística se instalarían puntos a los que irían, previa cita, los participantes. Alianzas con los centros comerciales Unicentro y Centro Mayor permitieron adaptar, en cada uno, un piso de parqueaderos para tomar muestras. Papel fundamental desempeñó en esa implementación Germán Otálora, jefe del Departamento Médico y de Seguridad y Salud en el Trabajo en Uniandes. Nueva carrera contra el tiempo por la aceleración de la transmisión del virus en Colombia y por la falta de claridad de los requisitos de la Secretaría Distrital de Salud de Bogotá, que daría su aval, para algo inédito en el país y además, en el marco de la emergencia sanitaria.

El punto de Unicentro empezó a funcionar a principios de junio y el de Centro Mayor a finales de julio, cuando Bogotá acababa de superar los 90.000 casos positivos y el país llegaba a algo más de 10.000 casos nuevos diarios. Con la puesta en servicio de estos dos puntos, la Universidad creó, además, los protocolos para toma de muestra a conductores, sin bajarse del carro, y a peatones, una de las varias contribuciones que han hecho a Covida los médicos Leonardo León y Pablo Rodríguez Feria, quienes también forman parte del equipo. Un aporte no planeado del proyecto y que estará a disposición de quien lo requiera en los próximos meses, así como toda la información técnica y científica, en el portal de Ciencia Abierta.

Además de los retos logísticos, Covida ha convivido con los miedos de la población. Como ese con el que intentaban disuadir a José cuando decidió hacerse la prueba. También el temor al aislamiento si el resultado era positivo. Aislarse es dejar de trabajar y para quienes viven de lo que consiguen día a día, no es opción. Tampoco lo es para quienes tienen contratos temporales o para los trabajadores de la salud que, en agosto, cuando los casos positivos alcanzaron el máximo en Bogotá, estaban al tope. Miedo al estigma. Muchos prefieren no saber. Todas esas voces llegaban al proyecto a través de las noticias y de los miembros del equipo.

Los retos continúan

Escribo esta historia, aún sin final, al cumplirse un mes de reapertura gradual de los diferentes sectores económicos en Bogotá. Hay cerca de 50 aliados en diferentes frentes. A diario se toman 500 muestras, cifra que va al alza. El Laboratorio Gencore ha procesado algo más de 80.000. La campaña de consecución de fondos finalizó en agosto y recaudó 12.000 millones de pesos. El centro de contacto evolucionó y se dividieron actividades. Por una parte, la empresa Emermédica, a quien se contrató para el proyecto, se encarga del agendamiento y del cuestionario médico inicial. Así mismo, se ocupa de tomar las muestras en los puntos fijos de Unicentro y Centro Mayor, a domicilio y en otros lugares, como hospitales, según las alianzas que se van estableciendo. Además, ha trabajado hombro a hombro con el equipo de Uniandes para implementar los protocolos creados. El centro de contacto inicial se enfoca actualmente en el seguimiento y rastreo de quienes dan positivo y de personas de su entorno.

La Brigada, bajo el liderazgo de Martha Vives, ha capacitado a personal de salud en Bogotá, Cundinamarca y Putumayo. Se encarga, además, de tomar muestras a poblaciones específicas de algunos convenios. Cada tres semanas se hacen la prueba PCR. En seis meses ninguno de estos brigadistas ha dado positivo para COVID-19.

El desafío inicial de adaptar los tiempos académicos y administrativos de la Universidad al ritmo de la emergencia se superó. La comprensión de Covida como un proyecto de investigación y, al tiempo, de vigilancia en salud pública ya empieza a dar resultados y los hallazgos comienzan a divulgarse en el Boletín Epidemiológico y en cápsulas informativas. Ahora, los análisis producidos por Covida están disponibles también en la Secretaría Distrital de Salud. Observatorio de Salud de Bogotá-SaluData.

Ante la nueva situación, el proyecto sigue adaptándose, sin apartarse de sus objetivos. Por ello, desde octubre está abierta una convocatoria amplia, bajo criterios epidemiológicos y estadísticos, a personas que han reanudado sus actividades laborales detenidas durante la cuarentena. Además de las ocupaciones inicialmente contempladas, se reconoce que ante la apertura de actividades hay más personas en riesgo de contagiarse y de contagiar a otros. Es mucho lo que aún se desconoce del virus SARS-CoV-2. Y como dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, el 5 de octubre: “Todas las situaciones pueden dar la vuelta. Y lo logrado con tanto esfuerzo puede perderse fácilmente”. La epidemia no ha terminado y todavía hay mucho por investigar.


Desmovilizados de las Farc en Colombia y su proceso de reinserción

Reincorporados de las Farc: entre el optimismo y la inseguridad

Ilustración sobre reinsertados
Ilustración: Faver Rodríguez

Reincorporados de las Farc: entre el optimismo y la inseguridad

Luego de la firma del acuerdo de paz, los exintegrantes cuentan sus anhelos, miedos y logros en este proceso de reincorporación. Estos son los resultados de un estudio de la Universidad de los Andes.

Por Lina Fernanda Sánchez Alvarado

Entre botellas y cebada transcurren los días de Doris Suárez y Alexander Monroy, dos exintegrantes de las Farc-EP que hoy dedican sus esfuerzos a La trocha: cerveza artesanal, un proyecto productivo que nació durante el proceso de reincorporación, luego de la firma del acuerdo de paz. “Seguimos convencidos de que la guerra no es la salida y que aún es posible un país más justo”, coinciden.

Ese optimismo parece ser el común denominador de más de 12.000 reincorporados, según un estudio reciente de la Universidad de los Andes que tomó datos del Registro Nacional de Reincorporación hecho entre diciembre de 2018 y enero de 2019. “Actitudes de exintegrantes de las Farc-EP frente a la reincorporación” también muestra que el 69 por ciento creen que hay condiciones para la reconciliación.

Sin embargo, el estudio —elaborado por investigadores de las facultades de Economía y de Administración y de la Escuela de Gobierno— señala que es necesario fortalecer habilidades, redes de apoyo, al tiempo que casi el 45 por ciento afirman haber sentido su seguridad en riesgo. De igual forma, el 73 por ciento aseguran cuidarse mucho de contar que pertenecieron a este grupo, lo que podría estar indicando una discriminación oculta, que los lleva a compartir sus historias solo en entornos que consideran protegidos y más cerrados.

Más optimistas unos que otros

El 76 por ciento de los exintegrantes se sienten optimistas ante el futuro y el 94 por ciento tienen una percepción positiva de sí mismos. No obstante, el estudio pudo determinar que los de actitudes más optimistas suelen ser hombres, sin problemas de salud, con más años de educación y que no residen en municipios PDET (Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial), explica el profesor Michael Weintraub, de la Escuela de Gobierno.

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Este es el caso de Alexander Monroy, integrante de esta guerrilla durante 12 años y quien asegura que, como él, el colectivo fariano continúa creyendo en la paz y en el cumplimiento de los acuerdos. “Seguimos dispuestos a cumplir y a apostarle a esta nueva oportunidad como una vía para brindar garantías”, agrega.

Aunque casi el 70 por ciento de los encuestados creen que existen condiciones para la reconciliación, los que viven en zonas rurales son los más convencidos, frente a los que habitan en las zonas urbanas. Un hecho que, según la Consejería Presidencial para la Estabilización y la Consolidación, se explica porque el Gobierno viene concentrando esfuerzos en 170 municipios PDET, donde viven unos 6,6 millones de personas.

Más de la mitad necesitan más herramientas

Angelika Rettberg, profesora de Ciencia Política de Los Andes y experta en temas de construcción de paz, señala que de ninguna manera los desmovilizados se han quedado solos, porque han contado con la experiencia de más de una década de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) y con el acompañamiento de las organizaciones de la sociedad civil.

“Este es un proceso que integra diferentes pilares: socioeconómicos, seguridad física y también los componentes de seguridad jurídica. Y uno muy particular en el proceso de reincorporación de las Farc es su participación política”, describe Andrés Stapper, director de la ARN. A agosto de 2020, el Gobierno reportaba más de 80 proyectos productivos que involucran entre 15 y 20 exintegrantes y más de 1.300, en los que participan una o dos personas. La cerveza artesanal La Trocha es uno de estos.

En contraste, más de la mitad de los reincorporados afirman que todavía requieren fortalecer habilidades y aumentar sus herramientas para afrontar nuevas situaciones. A su vez, robustecer las redes de apoyo y solidaridad.

Doris Suárez, con más de 35 años en filas y hoy parte del proceso, cuenta que ha sido un aprendizaje y que aún encuentra dificultades. “Al principio me dieron duro muchos temas relacionados con el proyecto, las matrices, las proyecciones. La mayoría somos campesinos y esa formación no la tenemos. Ahora necesitamos seguir aprendiendo más sobre cómo comercializar y asistencia en temas tecnológicos”, aclara.

La Trocha, cuenta Alexander, ha recibido asesoría de la Universidad Nacional con la presencia de maestros cerveceros y en el desarrollo económico del proyecto; incluso estudiantes de la misma institución han aportado en la creación de imagen de la marca. No obstante, la formación debería incluir más aspectos para asumir este nuevo reto.

 

“Me da temor decir que soy fariana”

Con los años, los exintegrantes han aprendido en cuáles escenarios pueden contar que fueron parte de las Farc-EP: Alexander prefiere los espacios académicos; mientras que Doris, los círculos más pequeños. “No me avergüenzo de ser fariana. Es más, estoy muy orgullosa, pero me da temor decirlo abiertamente”, explica.

No son los únicos; el 72 por ciento de los encuestados también se cuida de contar que hicieron parte de esta guerrilla y aunque apenas el 4 por ciento dicen haber sido discriminados, los investigadores insisten en que puede haber una discriminación oculta.

“Esto sugiere que ellos perciben un estigma y que la falta de discriminación en ámbitos cotidianos puede obedecer a que no comparten su pasado y se mueven en entornos limitados más seguros”, asegura Leopoldo Fergusson, profesor de la Facultad de Economía.

Invitación a realizar la prueba del Covid-19 en Bogotá

A esto se suma que menos del 13 por ciento de la población cree que los reincorporados están contribuyendo a los acuerdos de paz y menos del 50 por ciento piensa que es posible la reconciliación y el perdón, según la última encuesta de opinión del Observatorio de la Democracia, del Departamento de Ciencia Política.

Los dos exintegrantes aún recuerdan la última campaña política y cómo tuvieron que lidiar con personas que les gritaban en las calles, pero también resaltan los espacios donde víctimas, paramilitares, miembros de la Fuerza Pública, empresarios y otros sectores se han mostrado dispuestos a la reconciliación y al diálogo.

Las recomendaciones de los investigadores también se dirigen al tema de seguridad: cifras de las Farc indican que poco más de 200 integrantes han sido asesinados desde la firma del acuerdo y el 44 por ciento se han sentido en riesgo. Una realidad latente que, según Juana García, de la Facultad de Administración, supone un reto en materia de política pública.

“Los asesinatos y la persecución generan incertidumbre. Mientras, nos mantiene en pie trabajar con los camaradas y saber que estamos cumpliendo con lo que acordamos”, agrega Alexander.

Al final, los académicos afirman que, del resultado de la reincorporación, depende también el éxito de la implementación del acuerdo de paz y por eso es imprescindible seguir avanzando. Doris y Alexander con su cerveza La trocha están dando pasos para lograr tal propósito.

*Investigadores participantes: Universidad de los Andes: Leopoldo Fergusson, Lewis Polo y Tatiana Hiller (Facultad de Economía); Juana García (Facultad de Administración) y Michael Weintraub (Escuela de Gobierno). Universidad de California-Berkeley: Natalia Garbiras. Universidad de Northwestern: Ana Arjona.


Foto de Raquel Bernal Vicerrectora académica de Uniandes

Razones para regresar al campus

Razones para regresar al campus

“Un ambiente enriquecedor y las posibilidades de interacción con pares hacen parte primordial de la experiencia universitaria cuyos efectos sobre las habilidades humanas fundamentales son significativos”.

 

Por Raquel Bernal
Vicerrectora académica

El 13 de octubre reabrimos el campus para nuestras actividades académicas. Las instalaciones han sido adecuadas para cumplir todos los protocolos de bioseguridad y se han implementado los procesos indispensables para viabilizar el regreso de nuestros miembros. Si bien esperábamos que unos 5.000 estudiantes volvieran al campus a clases semipresenciales, la ocupación de las primeras semanas no ha sobrepasado el 8 % de ese estimativo. Durante los últimos siete meses, todos hemos aprendido a interactuar en la virtualidad, en algunos casos, de manera muy exitosa. Los estudiantes han reportado ventajas importantes como mayor flexibilidad y ahorros de tiempo y dinero. Sin embargo, es muy importante para la formación y el bienestar de nuestra comunidad que profundicemos nuestro regreso al campus y no lo pospongamos de manera indefinida.

Primero, la adolescencia y adultez temprana se reconocen como un segundo período de “sensibilidad” del cerebro durante el cual ocurre un proceso de reorganización y fortalecimiento de funciones humanas fundamentales. Este órgano contiene cerca de 86 billones de neuronas, cuyas conexiones entre sí determinan todas las funciones cognitivas, físicas y emocionales. Se estima que el cerebro tiene un millón de billones de conexiones que surgen principalmente en respuesta a los estímulos externos a los que se expone una persona.

Alrededor de los dos años de edad, el ser humano tiene el doble de conexiones neuronales que un adulto porque hay una producción excesiva. A partir del comienzo de la primera década de vida ocurre un proceso de poda de conexiones a través del cual se seleccionan las más sólidas. Por esta razón, algunos neurocientíficos definen la adolescencia y adultez temprana como un período de reorganización del cerebro. Durante esta etapa también hay un desarrollo sustancial de la corteza prefrontal de ese órgano, a cargo de funciones cognitivas complejas como la toma de decisiones, la capacidad de planeación, la autorregulación, la interacción social y la conciencia de sí mismo.

Foto de Sénea con tapabocas
Foto: Felipe Cazares

Este proceso de fortalecimiento y reorganización del cerebro requiere ambientes enriquecedores, oportunidades de aprendizaje y apoyo emocional. Las investigaciones reportan que a partir del final del período de adolescencia e inicio de adultez temprana el relacionamiento con pares es fundamental para consolidar algunas capacidades humanas como la interacción social, el reconocimiento de otros y la conciencia de sí mismo, la evaluación de emociones propias y ajenas, las habilidades de comunicación, de entender la perspectiva de otra persona y de colaborar, y la capacidad de confiar. Este ambiente enriquecedor y las posibilidades de interacción con pares hacen parte primordial de la experiencia universitaria cuyos efectos sobre las habilidades humanas fundamentales son significativos.

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Segundo, el aislamiento y la falta de interacción social pueden tener consecuencias profundas sobre la salud mental. El sentido de felicidad y bienestar está íntimamente ligado a la posibilidad de relacionarse con otras personas y la capacidad de formar relaciones significativas. En ese sentido, la limitación a establecer esas relaciones con pares, en ausencia de actividades presenciales, puede impactar el bienestar físico y mental de los estudiantes y de los demás miembros de la comunidad. El objetivo principal de la semipresencialidad en el campus es permitir estas interacciones y facilitar la socialización indispensable para la percepción de bienestar. Todo esto es factible cumpliendo los protocolos de bioseguridad, y generando la confianza de que somos personas responsables preocupadas por el cuidado propio y el de los demás.

Foto del lavado de manos en el campus
Foto: Judy Pulido

Finalmente, la virtualidad ha afectado diferencialmente a nuestra comunidad con una carga quizás más alta para estudiantes más vulnerables y con situaciones económicas y familiares más complejas. Durante los últimos meses ha sido claro que no es fácil garantizar condiciones homogéneas para el aprendizaje en la virtualidad. Entre otros factores, se enfrentan limitaciones relacionadas con la conectividad, los espacios disponibles y las responsabilidades adicionales en las familias. En este sentido, es particularmente importante que los estudiantes en condiciones más difíciles puedan acceder a los recursos del campus en donde podemos garantizar oportunidades de aprendizaje más homogéneas para todos.

La implementación de protocolos de bioseguridad y la manera como hemos dispuesto la vuelta a clase tienen la intención de minimizar riesgos, no eliminarlos por completo. Eso sería imposible. Cada detalle ha sido pensado para mitigar el riesgo hasta donde sea posible. Con la contribución de cada miembro de esta comunidad para pensar en el bienestar común, podemos lograr un retorno gradual y lo más seguro posible. Los invitamos a regresar, es importante.


Alejandro Gaviria de la Universidad de los Andes en su biblioteca

“Estamos viviendo una especie de etapa de locura”: Alejandro Gaviria

Foto de Alejandro Gaviria
Foto: Diego Pinzón

“Estamos viviendo una especie de etapa de locura”: Alejandro Gaviria

El actual rector de la Universidad de los Andes habla de su nuevo libro “Otro fin del mundo es posible”. En este, a través de una lectura de las obras del filósofo Aldous Huxley, defiende los usos médicos y científicos de algunos psicodélicos y mantiene la lucha por su ilusión liberal de “un mercado de ideas en permanente confrontación”.

Por Andrés Ruiz Zuluaga
Ma.ruiz55@uniandes.edu.co

Escuche la lectura de Alejandro Gaviria

Lea el fragmento de Otro fin del mundo es posible aquí


Durante el confinamiento, principalmente en las noches, al terminar las múltiples reuniones virtuales de su cargo como rector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria aprovechó para terminar su séptimo libro, Otro fin del mundo es posible. El también exministro de Salud es poco madrugador y un gran lector. De hecho, de sus lecturas de Aldous Huxley salió esta obra, una mezcla de ideas suyas y del filósofo inglés, aterrizadas al mundo actual.

En los ocho capítulos del libro se presentan ideas sobre la vida, la salud y la medicina, las drogas y su regulación, la educación, la crisis ambiental y el progreso. Además de eso, investiga una “conexión improbable” de Huxley con Colombia y relata una experiencia suya a través de una terapia inspirada en este escritor.

¿Por qué considera importante hablar de Huxley hoy, casi 60 años después de su muerte, en un mundo de reuniones virtuales, celulares, aplicaciones y con una coyuntura tan particular como la pandemia, aparentemente, un mundo muy distinto al del autor?

Es un mundo distinto sin duda, pero Huxley escribió, sobre todo en la última década de su vida, sobre la crisis ambiental, los extravíos tecnológicos, las trampas del nacionalismo, los problemas de la medicina moderna, etc. Sus reflexiones tienen, en mi opinión, cierta urgencia. No voy a decir que fue clarividente. Sin embargo, sus ideas sobre el futuro de la especie humana no han perdido vigencia.

Si las ideas de Huxley todavía están vigentes, ¿esto puede significar que nos estancamos?, ¿qué vivimos en un ciclo?, ¿o que hay problemas irreparables?

Creo que cada cierto tiempo la humanidad entra en una especie de etapa de locura. Estamos viviendo una de esas etapas. Digamos que nuestras tendencias autodestructivas parecen renovadas. El libro argumenta, implícitamente, que Huxley es un escritor para estos tiempos.

¿Cuándo eligió sus lecturas de Huxley como tema de un libro?

Mis lecturas frenéticas de Huxley vienen de hace dos años. Comenzaron casualmente con un gazapo que encontré en una vieja columna de García Márquez, quien escribió, siendo muy joven, que Un mundo feliz y Brave new world eran dos novelas distintas, una pesimista y otra optimista. Eso me llevó a La isla, la novela optimista de Huxley, y a las conexiones entre sus ideas y los problemas del presente.

¿Cuándo escribe el libro? ¿Durante la pandemia en plena cuarentena? ¿Cambió en algo su concepción del texto por la pandemia?

Empecé a escribirlo varios meses antes. Iba por la mitad cuando llegó la pandemia. Ya tenía el índice listo. La pandemia no cambió el libro temáticamente, pero probablemente les dio un tono distinto a los últimos capítulos, más reflexivo, tal vez más íntimo. El libro habla mucho de la compasión, un tema pandémico como ningún otro.

El libro presenta ideas con “optimismo axiomático” y, a la vez, “pesimismo cósmico”. ¿Cómo espera que sea leído en un país tan polarizado que se inclina tanto a los extremos?

Me gusta hablar de un optimismo de la acción, de la idea de que si, como dice Borges, razonamos con lucidez y obramos con justicia podemos hacer la diferencia, mejorar parcialmente las cosas. Pero, al mismo tiempo, considero que la vida humana tiene un sentido trágico: la precariedad de la existencia, nuestra ignorancia fundamental, la insatisfacción, el desprendimiento, el autoengaño, todo eso hace parte de la vida y no hay nada que podamos hacer al respecto.

Huxley tenía importantes críticas al progreso. Usted fue director del Centro para los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina y hoy es rector de la Universidad de los Andes ¿cuáles de esas críticas comparte y aplica en sus mensajes para un desarrollo sostenible?

Sus críticas al progreso tienen varias dimensiones. Huxley criticó el hedonismo sin alma de algunas sociedades modernas, la cacofonía del mundo actual, la desaparición de los espacios de reflexión. No creía en el progreso moral. Temía que la tecnología podría destruir nuestra capacidad de pensar. Pero al mismo tiempo admiraba la ciencia, los progresos de la salud pública, los antibióticos, los anticonceptivos, el saneamiento básico, etc. Comparto esa ambivalencia.

Usted resalta el poder de las ideas y la importancia de los debates. Hoy los principales debates se han convertido en casi un reality, gracias a los medios y a las redes sociales. ¿Cómo ve este panorama actual para esa ilusión liberal suya de “un mercado de ideas en permanente confrontación”?

Es difícil creer en esa ilusión liberal por estos días. Pero sigo escribiendo porque no pierdo la esperanza, porque creo que es importante conectar las ideas de la academia con una audiencia más amplia. No podemos resignarnos. Yo por lo menos no me voy a resignar al trumpismo y sus variantes.

¿Cree usted que en la política actual en Colombia es posible dar un verdadero debate de ideas?

Es difícil. Pero, de nuevo, toca intentarlo. Me gusta la insistencia de Huxley en combatir la sobresimplificación del mundo, el reduccionismo de las ideologías. Creo que la educación tiene un papel que cumplir en la promoción de las virtudes democráticas o republicanas, la tolerancia, el respeto, la honradez intelectual, etc.

Muchos lo relacionan con política electoral a pesar de que usted ha negado su interés insistentemente. ¿Se le mediría a estar en estos debates llenos de ataques y donde pareciera que priman las agresiones, la polarización y la imagen por encima de un debate de ideas?

Tengo un compromiso con la Universidad de los Andes. No me veo en la política electoral. Mi vocación es otra, la educación en un sentido amplio. Me gusta repetir una especie de reflexión sarcástica del escritor Kurt Vonnegut, quién dijo alguna vez que a los inventores de la democracia se les olvidó un pequeño detalle: solo los locos quieren ser presidente. Me considero cuerdo y quiero preservar mi salud mental.

Desde su cargo actual, ¿cómo trata de transmitir esa idea de la educación para la receptividad y enfrenta esa obsesión por sumar y sumar conocimiento sin parar?

Huxley creía en la ciencia y en las ideas, en lo que él llamaba la educación simbólica. Pero creía, al mismo tiempo, en la importancia de cultivar el asombro, de aprender a percibir y celebrar el milagro del universo. De allí la importancia, por ejemplo, de la poesía y las artes. En últimas, su mensaje es una defensa de la educación liberal, una invitación a cuestionar la dimensión más instrumental de la educación.

Con la pandemia y las cuarentenas se rompieron muchas libertades individuales que ya teníamos y aparecieron sectores que defendían el autoritarismo de manera vehemente. ¿Lo siente como un retroceso? ¿Ese fenómeno qué lo puso a pensar?

Sí, me parece un retroceso. Me preocupa sobre todo la facilidad con la cual la izquierda y la derecha han aceptado la idea de que un autoritarismo, benevolente o abusivo, es necesario para resolver ciertos problemas colectivos.

“La prohibición completa puede ser decretada, pero jamás practicada, y produciría más mal que bien”, dice Huxley. Para usted ¿qué beneficios podría traer la legalización de las drogas en una sociedad como la colombiana?

Es un debate largo, daría para otra entrevista completa. Me gustaría mencionar dos ideas generales. La primera, me gusta hablar de regulación, no de legalización, la regulación difiere por supuesto para cada sustancia. La segunda, mi aproximación a la política antidroga está basada en la reducción del daño, una aproximación que parte del pragmatismo y el respeto a los derechos humanos.

Huxley no está de acuerdo con el consumo de sustancias como el LSD sin restricciones. ¿Cómo se imagina usted en Colombia la legalización?

De nuevo, depende de cada sustancia. Una cosa es la marihuana, otra muy distinta la cocaína. Para los psicodélicos, por ejemplo, tiene sentido legalizar todos los usos médicos y científicos. El próximo gran debate de la política antidroga será sobre los psicodélicos, los cuales parecen tener muchas aplicaciones médicas. El libro las discute en detalle.

Usted practica una terapia inspirada en Huxley que, entre otras cosas, lo llevó a verse a sí mismo desde afuera y en la que resalta la importancia de “mirarnos de vez en cuando en el espejo de nuestras propias obsesiones”. ¿Qué conclusiones más allá de las presentadas en el libro sacó de esta experiencia?

Tal vez hay una conclusión adicional que no menciono en el libro: la complejidad de la mente humana, la forma casi inverosímil como uno recuerda ciertas situaciones o momentos de la vida, la facilidad con la que herimos a los demás. Eso me quedó.

Sus mensajes suelen llegarles a estudiantes, padres, académicos y políticos. Con un alcance tan amplio y diverso ¿cómo cree que van a reaccionar frente a la terapia descrita en el libro?, ¿qué quisiera que pasara?

Las principales universidades del mundo tienen ahora centros especializados en psicodélicos. Hay varios ensayos clínicos en curso. Michael Pollan, uno de los divulgadores científicos más importantes de los Estados Unidos, escribió un extenso libro al respecto. Aspiro, ingenuamente tal vez, a que se entienda el contexto y se examine la evidencia. De nuevo, creo que los usos médicos y científicos de estas sustancias deberían legalizarse. Con los controles necesarios, con una adecuada regulación, no solo brindan alternativas terapéuticas para algunas patologías, sino también pueden ayudarnos a vivir un poquito mejor.

Hace un tiempo, en una entrevista, la escritora Piedad Bonnett me dijo que “un escritor de verdad no puede tener miedo”. En sus últimos libros usted saca temas complejos, incluso íntimos, a la luz pública. ¿Cómo se ha enfrentado a ellos? ¿Por qué siente que vale la pena hacerlo?

Siento que, si uno dice la verdad y trata de ser auténtico, no debería tener miedo, en particular no debería temerle a la extorsión moral de las mayorías. Siempre habrá críticas y debates. De eso se trata, tal vez.

*Entrevista también publicada en El Tiempo.


Recreación del interior del volcán Chaitén de Chile

La reconstrucción digital de una cueva patagónica

Recreación del interior del volcán
Fotomontaje de la reconstrucción de la cueva 3D: Juliana Avella. Fotos: Andrés Burbano y Pierre Puentes.

La reconstrucción digital de una cueva patagónica

A partir de entre 300 y 400 fotografías de altísima precisión, que luego se juntaron para recrear en 3D este espacio geológico, surgió un proyecto que combina arte y ciencia para proponer un nuevo entendimiento de la relación entre el hombre y la naturaleza. Hoy el trabajo de un profesor del Departamento de Diseño es expuesto en un centro de arte y medios digitales en Alemania, y también está disponible en línea.

Aun en la oscuridad es posible ver las paredes rugosas, caminar, mirar hacia todos los lados y percibir el lugar estrecho. De fondo una música acompaña el recorrido y cuando está terminando se escucha la voz de la narradora concluyendo (en inglés): “No todo es únicamente destrucción o degradación”. Al final, el movimiento de la cámara parece atravesar la roca y mostrar de cerca las partículas que la componen.

El viaje virtual ocurre dentro de una de las cuevas cercanas al volcán Chaitén, en la Patagonia chilena, y es posible gracias al proyecto Double-Sided Inmersion, Three dimensional reconstruction of the cave geometry, del profesor Andrés Burbano, del Departamento de Diseño de la Universidad de los Andes. Este es un componente de las investigaciones de la arqueóloga y vulcanóloga Karen Holmberg, de la Universidad de Nueva York (NYU), en esa zona de Suramérica.

El trabajo de Burbano, doctor en Arte, Medios y Tecnología y apasionado por los volcanes debido a que nació en Pasto, muy cerca de ellos, consistió en documentar los viajes con la científica para visibilizar a través del arte zonas remotas geográficamente. La intención es proponer un nuevo entendimiento sobre la relación de los seres humanos con el planeta, pues, por ejemplo, las pinturas de sus paredes datan de hace 1.500 años y podrían dar nuevas luces sobre cómo llegó el hombre a las Américas. Además, dan la posibilidad de que cualquier persona pueda visitar de manera virtual un lugar de difícil acceso sin alterar el ecosistema ni afectar su valor arqueológico.

 

Utilizó un equipo robusto compuesto por drones, cámaras y luces, pero que a su vez resultaba fácil de portar durante varias horas de largas caminatas. El objetivo de la investigación iba más allá de la cueva y, en realidad, apuntaba al volcán Chaitén y su entorno, pues este se convirtió en un actor importante de la zona, tras su erupción en 2008, momento en el cual se supo de su existencia.

Para reconstruir la cueva digitalmente, el investigador usó videos en 8k y 360 grados que permitieran captar los detalles. También tomó entre 300 y 400 fotografías para alcanzar una reproducción lo más exacta posible. “Fue como poner un estudio en medio de la selva: la cueva estaba oscura, entonces tuve que usar luces para iluminar y evitar el uso del flash para no dañar los pigmentos de pinturas rupestres de hace más de 1.500 años”, explicó Burbano.

Proyecto de divulgación científica de la Vicerrectoría de Uniandes

 

Dentro de la cueva se usaron unas tarjetas de referencia para que, luego, los diseñadores pudieran utilizar las imágenes como si fuera un gran rompecabezas. Mediante una técnica llamada fotogrametría se creó el modelo tridimensional, que propone un recorrido en varias direcciones y que está diseñado para ser visto con gafas 3D o en instalaciones con varias pantallas.

Pierre Puentes, diseñador de Los Andes y encargado de la digitalización, contó que fue un proceso complejo: el modelo de las fotos es gigante porque al unir las imágenes, arrojaban millones de polígonos en el software; la tarea, entonces, fue mantener la resolución completa, pese a reducir ese número de polígonos.

Una de las actividades que más disfrutó Puentes fue reconstruir los segmentos de cueva que tenían las tarjetas de referencia, pues no solo debía darles color, sino textura. En sus palabras, fue una sensación de pintar a mano la naturaleza.

 

Double-Sided Inmersion, Three dimensional reconstruction of the cave geometry hace parte de la exposición Critical Zones: Observatories for Earthly Politics, del Centro de Arte y Medios Tecnológicos de Karlsruhe (ZKM) en Alemania.

El trabajo de Burbano y Holmberg también está disponible en línea en la exhibición Topography-Time-Volcano: Online Inmersion, conformada por cuatro piezas mediante las cuales, además de visitar la cueva, se puede recorrer el volcán Chaitén y ser testigo de una de sus erupciones; hacer viajes en dron por las playas, el mar y las montañas que componen este paisaje; y pasar de la superficie del volcán al suelo del planeta Marte, como una forma de mostrar que los humanos son también parte de un universo.

“Aunque la investigación se concentró en un principio en la arqueología, queríamos asociar estas imágenes con narrativas más artísticas y mostrar la capacidad de entender el planeta a través de la tecnología —añadió Puentes—. Para mí resultó fascinante relacionarme con personas que habitaron esas cuevas hace miles de años y saber que, gracias a nuestro trabajo, esa dimensión temporal se acorta”.

 

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ENTREVISTA

La evidencia más temprana del uso de estas cuevas data de unos 2.000 años

Karen Holmberg, doctora en Antropología, le contó a NOTA UNIANDINA detalles de su investigación.

¿Cómo se explora la relación entre el hombre y la naturaleza?

Nuestro objetivo en el proyecto era explorar las intersecciones entre el ser humano y el medio ambiente a través de una investigación científica transdisciplinaria y creativa. Si bien este tipo de investigación siempre ha existido, nuestro contexto actual como investigadores en un período de cambio climático antropogénico hace que esto sea aún más imperativo si queremos comprender completamente cómo el presente y el futuro humanos se cruzan con nuestro pasado.

Las personas que vivían en la costa noroeste de la Patagonia, donde se encuentra Chaitén, experimentaron repetidas erupciones volcánicas, así como un notable aumento de 60 metros del nivel del mar que habría cambiado de manera considerable las costas, dependiendo de la profundidad de la plataforma. Nuestro proyecto, en su sentido más amplio, analiza la experiencia pasada respecto a cambios climáticos dramáticos y se pregunta cómo informan nuestras percepciones actuales de los cambios que enfrentamos y cómo nosotros, como especie, podemos pensar en un futuro en el que habitamos nuestros paisajes de manera diferente al que teníamos en el pasado.

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¿Qué tanto sabemos de las personas que habitaron esas cuevas?

Los principales hallazgos se relacionan con la evidencia más temprana del uso de estas cuevas (comenzando hace 2.000 años). El arte rupestre de las cuevas es una mezcla de pintura roja de óxido de hierro, principalmente puntos y rayas abstractas, así como diseños grabados que se interpretan como vulvas.

A través de nuestras excavaciones en las cuevas de arte rupestre, aprendimos mucho sobre los recursos marinos que los visitantes prehistóricos de las cuevas usaban para alimentarse y la variedad de herramientas que creaban a partir de hueso y piedra. Nunca conoceremos realmente sus intenciones o significados iniciales sin las historias orales que les dieron vida por quienes las crearon, pero lo que es indiscutible es que se refieren a la representación del paisaje natural y su incorporación a las narrativas culturales.

¿Cómo la tecnología y el registro a través de nuevos medios aportó a la investigación?

El papel del profesor Andrés Burbano en el equipo no se puede subestimar en su importancia y contribución. Como artista de los nuevos medios, trabaja con una combinación de rigor y creatividad que también es un requisito en las ciencias sociales y físicas, pero que se despliega de maneras que son de increíble utilidad para las ciencias. Sin su experiencia tecnológica, nuestro equipo habría dependido de dibujos arqueológicos estándar o fotografías del arte rupestre. A través de fotogrametría, fotografía 360 y drones, el profesor Burbano registró el contexto más holístico de las imágenes en relación con su posición en la cueva, a lo largo de la costa y en las cercanías del volcán que ha estado en erupción con frecuencia durante al menos 18.000 años. Además, de manera innovadora y como ninguna otra ideada para contextos similares, creó imágenes que permiten un registro digital de la estratigrafía de nuestras unidades de excavación de manera que nos permiten visitarlas virtualmente de nuevo a pesar de que eran inaccesibles.

La parte más importante del arte rupestre es su importancia para evidenciar el uso humano de un entorno natural excepcionalmente dinámico a pesar de sus transformaciones radicales a lo largo del tiempo. El trabajo del profesor Burbano es, en este sentido, una continuación de milenios de dominio tecnológico, creatividad y cambio ambiental que confluyen en esa cueva y supo convertir el estudio científico del arte rupestre en arte mismo.


José Rafael Toro Director del Departamento de Ingeniería Mecánica

José Rafael Toro, genéticamente ingeniero

José Rafael Toro, genéticamente ingeniero

Foto José Rafael Toro
Foto: Fototeca Universidad de los Andes. Autor: Desconocido.

Con una trayectoria de 38 años en la Universidad de los Andes, José Rafael Toro ha dejado una huella indeleble como profesor, vicedecano de Ingeniería, decano de la Facultad de Ciencias, director del Departamento de Ingeniería Mecánica y vicerrector Académico. En reconocimiento, el Consejo Académico lo nombró profesor emérito.

Por Johanna Ortiz Rocha

Tiene un espíritu transformador, persistencia para introducir cambios que en su momento parecían extremos y capacidad para moverse en varias aguas: desde la docencia simple y llana hasta la participación activa en la formulación de la reforma curricular o del Estatuto Profesoral o en el montaje de un anfiteatro en el campus de la Universidad.

En 38 años de trasegar por los salones, oficinas y laboratorios de Uniandes, el profesor José Rafael “Pepe” Toro ha dado que hablar entre la comunidad universitaria. Unos admiran su mente formada para la exactitud matemática, los cálculos y las ciencias exactas; otros destacan su lenguaje directo y franco que adoba con altas dosis de humor o resaltan su capacidad de ejecución de proyectos perdurables.

Estas cualidades se las reconoce también el Consejo Superior al nombrarlo profesor emérito, un cargo vitalicio que alcanzan aquellos que hayan contribuido de manera excepcional a la Universidad de los Andes.

 

“Siento que llevo como 40 años recorriendo las mismas calles; no soy de los que llegan a las 6 de la mañana, pero sí estoy antes de las 8 o 9 para involucrarme con los estudiantes y en proyectos curriculares y académicos”, relata, vía Zoom desde su casa de Villa de Leyva a donde escapó después de meses de encierro por causa de la pandemia.

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En los últimos meses ha aprendido a usar las plataformas tecnológicas y los insumos virtuales para las clases que años atrás dictaba con una Coca Cola, un cigarrillo y un par de marcadores con los que “llenaba tableros de ecuaciones diferenciales”, tal como lo recuerda su alumno Juan Pablo Casas, hoy director del Departamento de Ingeniería Mecánica.

“Mi última reflexión es un agradecimiento a la Facultad de Ingeniería, a la disciplina de la ingeniería, que quiero no solo por ser la mía, sino por ser la arquitectura de mi cabeza; esa arquitectura de ingeniero que he usado para cosas muy distintas en la Universidad”.

José Rafael “Pepe” Toro

“Al comienzo —se refiere a esta nueva fase— me sentía cómo un bombero apagando un incendio con vasos de agua; ya en el segundo semestre implementé pizarras digitales y utilicé herramientas que funcionan mejor que un tablero de salón; pero cuando pasa algo tan disruptivo como lo sucedido con la pandemia, salen a la luz ciertos vacíos del mundo de la educación, por ejemplo que los estudiantes son muchísimo menos autónomos de lo que deberían, para ser jóvenes de 20 años; o la necesidad de encontrar una manera de evaluar distinta, que no sea con exámenes, para que la preocupación del docente no sea saber si se comete fraude o no. Nos volvimos profesores virtuales en un mes, puede que no lo hagamos muy bien, pero hemos aprendido y le hemos perdido el susto, ahora toca ver qué queda al final de todo esto”. En Villa de Leyva lo acompaña Myriam, su esposa, uniandina como él y sus hijos, que se dedica a la educación preescolar. Camilo y Juliana, ya adultos, son artistas y viven fuera del país desde hace varios años.

Su día transcurre tranquilamente entre clases, charlas con sus amigos y colegas y la música clásica, en especial la de Beethoven, a quien describe como un personaje muy singular, un rebelde total. También lee periódicos de varios países para estar al tanto de la actualidad política, internacional y colombiana. “No soy una persona metida en la política, pero estoy actualizado y tengo posiciones muy claras en esta materia”.

 

Un hombre de decisiones

La historia de Pepe Toro es la de un ser “genéticamente ingeniero”, pues dos generaciones lo preceden en esa profesión: su abuelo se graduó de la Universidad Nacional en 1899 y su padre de la Universidad del Cauca en 1940. Para seguir sus pasos, él se formó como ingeniero mecánico y magíster en Ingeniería Mecánica en la Universidad de los Andes y cursó su Maestría en Ciencias en Ingeniería Mecánica en la Universidad de Pittsburgh.

Proyecto de divulgación científica de la Vicerrectoría de Uniandes

 

Su recorrido como estudiante transcurrió durante la década de los 70 que, en cierta manera y a su juicio, eran los años 60 de Europa: “Fue una época tremendamente política, las universidades respiraban política, éramos una juventud muy crítica. Tengo un recuerdo muy grato, fue un paso hacia una vida autónoma, con la posibilidad de enamorarme de otras disciplinas y, aunque mi vocación por la ingeniería, las áreas de ciencias y las matemáticas siempre fue muy fuerte, agradecí estudiar en una institución que no fuera cuadriculada, donde uno podía combinar diferentes áreas y no estudiar solo ingeniería; una flexibilidad que ha estado en la Universidad de los Andes desde su nacimiento, pero que ha crecido con el tiempo y se ha podido afianzar”.

En esa educación multidisciplinaria en la que conviven las ciencias exactas y las ciencias sociales, José Rafael, el alumno que se recuerda a sí mismo como “noño noño, pero no tonto” encontró la versatilidad para ocupar diversos puestos de relevancia.

“En general, desconfío de todas las formas de autoridad: de la autoridad moral, intelectual, política o profesional de las personas que dan las órdenes. Me incomodan las órdenes a secas, prefiero discutirlas y entenderlas primero. Pero finalmente he sido juicioso".

José Rafael “Pepe” Toro

“He tenido muchos cargos dentro de la Universidad, lo cual ha sido agradable, aunque en su momento pudo ser estresante. Esos cargos administrativos no son un paseo, aunque debo aclarar que los míos tuvieron que ver con la parte académica, es decir, administrar profesores, estudiantes y programas. En estas posiciones hay épocas en las que toca trabajar muy duro, con horarios más intensos y con vacaciones en tiempos distintos. Pero es muy satisfactorio en el largo plazo ver que cosas que uno ayudó a construir perduran, que han sido exitosas y han significado mucho para el bien de la Universidad; es importante resaltar que todo esto se logró con mucha más gente porque nunca se construye solo, y con jefes maravillosos, en particular Carlos Angulo, un gran rector a quien le debo mucho”.

Como líder académico, ayudó a transformar la Universidad de maneras perdurables en múltiples dimensiones. Encabezó la reforma curricular orientada a 4 años de duración, “un anatema para Los Andes”, pues algunos pensaban que, por su causa, los estudiantes saldrían mal preparados, pero no fue así. “Lo que sucedió es que se desencadenaron nuevos intereses, por ejemplo, se dispararon los dobles programas, lo que produjo combinaciones interesantes, ingenieros estudiando arte y abogados estudiando música; esto también impulsó que ellos pudieran encadenar su pregrado con la maestría en un lapso de 6 años, algo muy provechoso para su etapa de profundización. Lo importante es que generó opciones para que los jóvenes puedan elegir”.

Tras los pasos de Pepe

 

Desde la Vicerrectoría Académica, también creó el Ciclo Básico Uniandino (CBU), impulsó la redacción del Estatuto Profesoral, logró la equidad entre facultades y un aumento de inversión para desarrollar planes investigativos e impulsó la ampliación de la planta física. La creación de la Facultad de Medicina fue uno de los trabajos que más lo entusiasmaron. “Cuando comenzamos, me advirtieron que eso era una cosa complicadísima y peligrosísima y que hasta podríamos quebrar la Universidad. Era algo que se había intentado en Los Andes, pero tal vez no se habían dado las condiciones. Arrancamos los estudios e invertimos más o menos ocho años desde que nació la idea hasta que graduamos los primeros médicos; ese logro lo llevo en el alma, aunque ahora no tengo nada que ver con esa facultad”.

De esa experiencia le quedan anécdotas: “Teníamos que montar un anfiteatro en la Universidad y, como usted sabe, estos sitios tienen cadáveres para que los estudiantes aprendan anatomía. No me acuerdo a quién se le ocurrió, pero había un espacio con un antiguo tanque enorme que alimentaba el Laboratorio de Hidráulica y ahí montamos el anfiteatro, al lado de la actual Facultad de Derecho. La entrada de los primeros cadáveres fue toda una tragedia, un acontecimiento secreto, no estábamos acostumbrados a esto en el campus de Uniandes”.

 

Foto de la fundación de la Facultad de Medicina
Durante la ceremonia de entrega de batas blancas a los estudiantes de la Facultad de Medicina. Foto: Fototeca Universidad de los Andes. Autor: Desconocido

 

Del trabajo en la Vicerrectoría le han quedado sus mejores amigos: "Los tengo jóvenes menores que yo y otros no tanto, y ha sido una fortuna conocer personas de tantas disciplinas e intereses, cuyo común denominador es que todos son nerdos”.

Treinta y ocho años después, siente que hay cosas pendientes: “Todavía creo que Los Andes puede ser mucho más flexible; desde la misma concepción de cada facultad y departamento podría ser una universidad donde la libertad de escogencia de caminos fuera mucho más abierta, aunque también habría que mover los límites de la regulación colombiana a la educación”.

 

Foto de José Rafael Torocon su familia
José Rafael, Camilo, Myriam y Juliana. Foto: Archivo familiar

Foto de Javier Serrano en conferencia

Javier Serrano Rodríguez, un estudioso de las crisis

Foto Javier Serrano
Foto: Archivo documental Universidad de los Andes

Javier Serrano Rodríguez, un estudioso de las crisis

Desde kínder mostró su capacidad innata para entender los números, su gusto por la lectura y su pasión por el deporte. Con los años se convirtió en uno de los mejores profesores de finanzas del país. Su trayectoria profesional ha estado ligada a la Universidad de los Andes, cuyo Consejo Académico lo nombró profesor emérito a mediados de 2020.

Por Luis Fernando Molina Londoño
Profesor de la Facultad de Administración
lmolina@uniandes.edu.co

El 13 de marzo de 1945, cuando Javier Serrano Rodríguez nació en Zapatoca, departamento de Santander, faltaban pocos días para que el pueblo recibiera la buena noticia del fin de la Segunda Guerra Mundial. Lo que parecía un buen augurio de paz duró poco, pues en 1947 Luis y Sara, sus padres, debieron desplazarse hacia Bucaramanga con sus seis hijos todavía pequeños, por amenazas.

La llamada Violencia de los años cincuenta tocó la puerta de la familia Serrano Rodríguez que vivía holgadamente de sus fincas y de su completo almacén de cueros. La sombra del conflicto posiblemente los persiguió en la capital de Santander donde un incendio destruyó el otro almacén de cuero que les daba el sustento. Quedó claro para todos que los esfuerzos de padre y madre se enfocarían exclusivamente en educar bien y con rigor a los hijos, pese a la muerte inesperada de Sara, que los dejó huérfanos siendo aún niños y adolescentes.

El empeño dio frutos y hoy el nombre Javier Serrano Rodríguez evoca de inmediato al más reconocido profesor de finanzas del país. Los Andes en Bogotá y la UIS en Bucaramanga son las jóvenes universidades que lo acreditan como suyo. Los mejores financistas presumen de haberlo tenido como maestro, condición que también le reconocen numerosos docentes del ramo en Colombia, y qué decir de algunos de los más destacados ejecutivos en la región que pasaron por sus cursos de pregrado, especialización y maestría.

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La historia de este emblemático profesor está marcada por su capacidad innata con los números, su gusto por la lectura y su pasión por el deporte, características que mostró desde kínder. Fue el mejor estudiante del Liceo Sagrado Corazón en primaria, del Colegio Santander en secundaria y de toda la Universidad Industrial de Santander (1963-1968). “Pagó” servicio militar y luego en la UIS pudo observar en forma directa, en el contexto de la Guerra Fría y de las revoluciones china y cubana, cómo tomaban fuerza las posiciones extremistas de izquierda y anarquistas que no solo originaron las más radicales protestas estudiantiles, sino el Ejército de Liberación Nacional (Eln) al que ingresaron varios de sus compañeros de la Universidad, incluido el muy célebre y brillante Jaime Arenas, cofundador de esa guerrilla.

Javier Serrano estudió Ingeniería Eléctrica y en vez de conseguir trabajo en Ecopetrol o en alguna multinacional o gran empresa colombiana, como era costumbre en Santander, decidió continuar con un posgrado en la joven especialidad de Ingeniería Industrial, en la Universidad de los Andes. Su talento rápidamente se hizo evidente y pronto se vinculó como profesor en la Facultad de Ingeniería. Su ideal de formación integral, que asimiló de manera natural en la UIS, armonizó perfectamente con el modelo de Uniandes. La historia, la sociología, la filosofía, las artes, la política y las ciencias naturales debían absorberse y conectarse permanentemente en el ejercicio académico y profesional. Por eso no fue raro verlo después haciendo la Maestría de Ciencia Política y participando en la organización del Cider.

Foto de Javier Serrano
Serrano fue el encargado de ofrecer unas palabras en la ceremonia de grados de posgrado en el primer semestre de 2016. Foto: Alejandro Gómez / Archivo Universidad de los Andes

En medio de los turbulentos tiempos de la protesta estudiantil de 1970 en Uniandes y el país, decidió seguir la carrera académica: inició becado su Ph. D. en la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos; se convirtió en asistente de un destacado profesor, al tiempo que desarrolló su pasión por el béisbol, no solo porque podía conseguir pases de cortesía para ver los partidos en PNC Park, sino por las estadísticas, la sabermetría para predecir el desempeño de los peloteros y el cálculo, propios del juego. En un partido de béisbol, una mente calculadora no se aburre. Gracias a que el campo de los Piratas de Pittsburgh estaba cerca de la Universidad, pudo conocer a casi todas las estrellas de las grandes ligas. En 1971 asistió a los partidos con que los Piratas ganaron una de sus cinco series mundiales.

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Regresó en 1973 para comenzar su carrera definitiva como profesor, que ha combinado con su trabajo en organismos del Estado y en algunas empresas del denominado Grupo Santo Domingo, del que fue alto directivo. También fundó su propia firma de consultoría, con la cual desarrolló una intensa labor de integración de la Universidad de los Andes al sector público y privado. Y ese conocimiento y experiencia sobre lo público y lo privado lo lleva al aula. Lo aprovecha para diseñar los ejercicios con que los estudiantes aprenden, porque él no enseña. Acompaña. Su docencia se basa en conocimientos y habilidades “vividos”. Los alumnos confirman que su profesor tiene “mente matemática y financiera”, cuando da la respuesta exacta a un ejercicio antes que el Excel y las calculadoras. A los 75 años y después de 50 años dictando clase, sigue maravillándolos con lo último en tecnología y contenidos en finanzas. Está ubicado en la frontera del conocimiento de su disciplina. “Siempre nos sorprende con lo último. Siempre a la vanguardia. Nunca repite. Cada clase la prepara con mística. Llega con media hora de anticipación al salón para ultimar los detalles. Nunca se puede entrar después de la hora exacta. Al terminar, siempre se queda otro tanto cuando algunos estudiantes quieren hablar sobre los casos reales que comparte en el aula. Y entre el ‘siempre’ y el ‘nunca’ que lo caracteriza, una clase nunca es igual a la otra”, dice Ángela Carrillo, una de sus alumnas de la Maestría en Finanzas.

En su paso por la decanatura de la Facultad de Administración logró crear una Escuela de Posgrados e impulsar los programas de educación ejecutiva, que han llevado a Uniandes a tener una fuerte presencia fuera de Bogotá. Además, dio forma a la Vicerrectoría Administrativa y Financiera, creada para asumir su expansión y mayor complejidad. Es su atávica capacidad de anticiparse al cambio.

Una de sus pasiones académicas es el estudio de las crisis. ¿Por qué un hombre tan exitoso observa tan apasionadamente las crisis ¿Por qué gusta tanto de estudiarlas? ¿Por qué en vez de evadirse se mete estoicamente a observar organizaciones y mercados en crisis? Las “crisis” lo han acechado desde que nació. Las ha sufrido, observado, estudiado, comprendido y enfrentado. Con gran serenidad busca respuestas y propone alternativas. La de 2008 —frente al auge de las hipotecas basura y la falta de control sobre los derivados financieros en EE. UU.— ya la veía venir muchos meses antes de su estallido. En sus clases sobre mercados financieros y en los Foros de Actualidad de la Facultad de Administración lo sustentaba con claridad.

Sin duda, su capacidad natural para el cálculo matemático y su “manía” de mirar pasado y presente en perspectiva de largo plazo le permiten saber casi siempre, con mucha “aproximada certeza”, que las crisis están cerca. Intuye sus características, dimensiones y consecuencias. Pocos las aceptan cuando él las anuncia con su sonrisa. Pero ocurren. Por sentido común, la perspectiva histórica hace que sus explicaciones sobre eventos ya ocurridos resulten correctas.

Desde que nació en Zapatoca cuando terminaba la Segunda Guerra Mundial y Colombia empezaba su ya larga historia de Violencia, Luis y Sara estaban convencidos de que la educación era la mejor vía para superar la adversidad; los hijos también lo comprendieron; Javier Serrano Rodríguez ha sido el profesor perfecto para los tiempos turbulentos que ha vivido el país.