Un triage para la salud
Reforma a la salud
Un triage para la salud

Implementar un esquema de pagos por desempeño a las EPS fomentará una mejor calidad de servicio. Las regiones y las zonas apartadas necesitan mayor prioridad.
Por: Johanna Ortiz Rocha / johortiz@uniandes.edu.co
El sistema de salud en Colombia ocupa el puesto 39 de 94 países evaluados en el ranking de la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas. A pesar de su amplia cobertura y gastos de bolsillo moderados para los pacientes, aún enfrenta importantes desafíos: el acceso a la atención médica es una preocupación en particular en las zonas rurales y apartadas, así como la falta de incentivos para las empresas prestadoras del servicio que ayudarían a mejorar la calidad del servicio.
Para Luis Jorge Hernández, médico Ph. D. en Salud Pública, desde la implementación de la ley 100 de 1993, el sistema de salud ha tenido avances en cuanto a la disminución de mortalidad materna e infantil, por ejemplo. Sin embargo, todavía hay brechas y vacíos por llenar: “Tenemos un sistema que ha hecho énfasis en una curación restringida, necesitamos más promoción y prevención sobre todo en las regiones”, señala el director de Investigaciones de la Facultad de Medicina de Los Andes, quién también indica que la pandemia evidenció que entre 30 % a 40 % de las personas tenían enfermedades de base que no habían sido diagnosticadas, (hipertensión, diabetes, cáncer), y un gran porcentaje de los pacientes que conocían su diagnóstico, no recibieron un control o seguimiento continuo.
Un análisis presentado en la Nota Macro No.45 – Reforma a la salud: los pros y los contra, en octubre de 2022 y elaborado por expertos de la Facultad de Economía, destaca aspectos clave en zonas rurales, atención primaria e incentivos para las EPS, que pueden ser tomados en cuenta en la reforma de salud presentada al Congreso por la ministra de Salud, Carolina Corcho, con miras a mejorar y superar los desafíos actuales y futuros del sistema.


Zonas rurales
De acuerdo con David Bardey, Ph. D. Economía, Université Besançon (Franche-Comté), suprimir la función de intermediación de las EPS, en zonas rurales, tendría un impacto significativo en la forma en que se maneja el sistema de salud en el país.
La Administradora de los Recursos del Sistema General de Seguridad Social en Salud (ADRES), tendría que asumir la responsabilidad de pagar directamente a todos los prestadores de salud del sistema. Este cambio implicaría la realización de giros directos a las Instituciones Prestadoras de Servicios (IPS) y otros actores del sistema, así como también la regulación del valor de cada servicio en los hospitales y centros de salud del país. Pero cumplir con esta función de comprador inteligente requiere unas capacidades distintas a las necesarias para encargarse de la logística de pagos.
La ADRES o la entidad que cumpla este rol, debería tener en cuenta que los hospitales y centros de salud enfrentan estructuras de costos muy diversas, y que, por lo tanto, el mismo servicio de salud puede tener costos muy diferentes entre ciudades y aún en instituciones de salud en la misma ciudad. Esto requiere una evaluación cuidadosa y un manejo eficiente de los recursos para garantizar que los pacientes tengan acceso a los servicios de salud de calidad que necesitan.
Otra opción propuesta en el estudio es aplicar un modelo de licitación para seleccionar a una sola EPS por zona rural, con una supervisión adecuada para garantizar que los términos de la licitación se cumplan y que los usuarios reciban atención de calidad. Con estas iniciativas, se busca brindar una atención médica más eficiente y efectiva a las poblaciones de las zonas rurales.
Atención primaria y prevención
Crear un Comité multidisciplinario que reúna a representantes de los gremios del sector y del Ministerio de Salud. Este equipo tendría como objetivo identificar aspectos de la promoción de la salud pública preventiva que hayan dado resultados insuficientes y hacerlos parte de un programa de salud pública gestionado directamente por el Ministerio. Para ello, se contratarían redes de prestadores de atención médica con el fin de brindar una atención de calidad a la población.
Sin embargo, antes de llevar a cabo estos programas, es fundamental que el Ministerio cuente con un sistema de información que permita conocer las necesidades de salud de cada localidad, ya que el país presenta una gran heterogeneidad en términos de demanda de servicios de salud. Para evaluar la efectividad de estos programas, se recomienda realizar proyectos piloto que permitan medir la cobertura y la calidad de la atención médica brindada.


Rebalancear los incentivos de las EPS en zonas urbanas
Según David Bardey, las EPS deben seguir formando parte del sistema, pero es necesario modificar las normas a las que están sujetas para evitar que su objetivo de reducir gastos se traduzca en una disminución de la calidad de los servicios o en un aumento de costos para los usuarios. Para ello, es necesario reformular la Unidad de Pago por Capitación (UPC) y los sistemas de pago ex ante y ex post, de manera que las EPS que brinden servicios de mejor calidad reciban más recursos. “Un esquema de pagos por desempeño suavizará los incentivos a los cuales las EPS están actualmente sometidas y, por lo tanto, podría ayudar a fomentar una mayor calidad ofrecida a los usuarios”, indica.
Además, recomienda el experto, facilitar a los afiliados los cambios entre EPS, combinando esto con una UPC basada en indicadores de calidad, permitirá que los afiliados puedan elegir la que ofrezca los mejores servicios.
ChatGPT, ¿tan poderoso como peligroso?
Inteligencia Artificial
ChatGPT, ¿tan poderoso como peligroso?
Aunque algunos lo ven como un enemigo para el trabajo, este chatbot es solo una muestra de lo que se viene en los próximos años.
Por Johanna Ortíz Rocha / johortiz@uniandes.edu.co
Se imagina un cerebro artificial capaz de crear, en solo segundos, textos científicos o literarios con la coherencia que solo puede tener un humano. Un chat que le responda una variedad de preguntas con la certeza que solo puede tener el experto.
Hace un par de décadas esto era algo impensado, que hoy es posible gracias a los avances de la inteligencia artificial (IA), una herramienta cada vez más poderosa que ayuda en la automatización de procesos, la toma de decisiones informadas y la eficiencia en diversos campos de acción.
Ejemplo de ello es el ChatGPT (Generative Pre-trained Transformer), la plataforma que sigue despertando la curiosidad de los internautas y un modelo de lenguaje desarrollado por la empresa OpenAI, fundada por Elon Musk, diseñado para generar respuestas coherentes y precisas a preguntas y comandos de texto.
Dicha aplicación ha desencadenado reacciones, unas a favor y otras no tanto, ya que este chatbot posibilita la creación automática de ensayos, poemas, resúmenes, así como la solución de operaciones matemáticas e, incluso, puede sugerirle un plan de dieta o una receta. Un un sinfín de opciones que el sistema resuelve en tan solo segundos.
Tanto así, que su efectividad se puso a prueba con el examen de admisión de la Facultad de Derecho de la Universidad de Minnesota, según lo informó el medio internacional (DW). “La nota global del chatbot fue de C+, es decir, un aprobado justo”. Este y otros resultados encendieron las alarmas en el sector educativo.
Preocupa que, por ejemplo, los docentes no podrían detectar si un estudiante utiliza esta herramienta para realizar sus tareas, ya que los sistemas actuales de detección de plagio no pueden compararlo con algún texto en Internet. “Sin duda alguna, se debe repensar la manera en que se evalúan los estudiantes, tal vez de manera oral, como ya lo están haciendo en los Estados Unidos.

Captura de pantalla de un chat con solicitudes variadas de generación de información relacionada con La Metamorfosis, de Franz Kafka.
¿Cómo funciona y qué tan preciso es?
ChatGPT es un modelo de lenguaje basado en un tipo de arquitectura de red neuronal llamada transformer que, de acuerdo con Pablo Arbeláez, director del Centro de Investigación y Formación en Inteligencia Artificial (CinfonIA), analizan automáticamente diversos tipos de datos, como imágenes, audio, vídeos y texto.
Además, con un método llamado pre-entrenamiento, este chatbot se alimenta de una gran cantidad de información que se encuentra en Internet, como enciclopedias, libros, periódicos y revistas científicas.
“Esta tecnología es tan poderosa porque conoce todo lo que un ser humano podría saber, si pasara toda su vida pegado a Internet leyendo día y noche”, explica el Ph. D. en matemáticas aplicadas de la Université Paris-Dauphine (Francia).
No obstante, como cualquier humano, el sistema también es susceptible a cometer errores. En su propia respuesta a la pregunta “¿qué tan probable es que el ChatGPT se equivoque?”, el robot reconoce en un texto escrito en primera persona que, “es importante tener en cuenta que como un modelo de IA puedo cometer errores y no siempre puedo garantizar la precisión de mis respuestas”.
A lo que Arbeláez aclara, “El sistema funciona muy bien, pero tiene sus limitaciones, ya que su conocimiento está basado en la información disponible en el momento en que fue entrenado, por lo que puede estar desactualizado. Es importante tener en cuenta estas limitaciones a la hora de utilizarlo”.

Captura de pantalla de un chat preguntando respecto el papel de ChatGPT y su injerencia en el trabajo periodístico.
¿La IA reemplazará algunas actividades humanas?
También inquieta la posible sustitución del empleo humano por la IA. Pero para Arbeláez es claro que es una herramienta tecnológica poderosa que mejora la eficiencia laboral de la cual se puede obtener beneficios. “Lo que debe pasar es que la sociedad debe adaptarse a estas tecnologías para sacarle el mayor provecho”, agrega.
Según el experto podrá ser útil en áreas como la informática, pues posee la capacidad de generar código, traducir de un lenguaje de programación a otro y crear código a partir de ideas proporcionadas por el usuario. “Esto revolucionará el trabajo de un ingeniero de sistemas, pues le permitirá enfocarse en la arquitectura y el objetivo final de su proyecto”.
Sin duda alguna los avances de la IA son evidentes y se prevé que seguirá creciendo a pasos agigantados, ya que el sistema se retroalimenta y entre más es utilizado, más aprenderá, “Este chat se está entrenando de interacciones reales con seres humanos, cómo reaccionan los usuarios ante las respuestas dadas, ante los errores que comete, etc. Algo valiosísimo para un sistema de IA”.
Tal vez no pasará mucho tiempo para que la humanidad pueda contar con asistentes inteligentes que lleven a cabo tareas aún más complejas de las que realizan actualmente SIRI, Alexa o Google: “Hay una alta probabilidad de que estos asistentes vivan en esa realidad extendida, llamada metaversos, en donde la IA se fusione con la realidad aumentada. Llegará el día en que los computadores no solo ganen partidas de ajedrez, algo que sucede desde hace décadas, sino que les enseñe a los usuarios cómo hacerlo, les muestre sus errores y los oriente a cómo mejorar”, concluye.
Cirugía robótica, la realidad supera la ficción
Inteligencia Artificial
Cirugía robótica, la realidad supera la ficción

El análisis de datos ha logrado realizar diagnósticos tempranos de enfermedades. Ahora, con inteligencia artificial investigadores de Los Andes buscan que robots identifiquen la anatomía humana, fases de una cirugía e instrumentos quirúrgicos.
Por Johanna Ortiz Rochajohortiz@uniandes.edu.co
Tal vez más rápido de lo que se esperaba, la Inteligencia Artificial (IA) y la robótica son ahora protagonistas en la vida cotidiana. Estas tecnologías avanzan a pasos de gigante para convertirse en una realidad que está transformando radicalmente nuestra sociedad.
Gran parte de este vertiginoso auge obedece a que los algoritmos de IA son capaces de procesar enormes volúmenes de datos (Big Data) a altas velocidades, incluso cuánticas. Tanto así, que los sistemas de información basados en esta disciplina están entrenados para escribir literatura, poesía o realizar obras de arte con un nivel de inspiración y sensibilidad muy cercano al de ilustres humanistas y artistas, gracias a que se alimentan de un sinnúmero de escritos e imágenes de literatura universal digitalizados y disponibles en Internet.
Pero el impacto de la IA va mucho más allá de escribir poemas, crear una pintura o ser un asistente virtual, como el de los dispositivos móviles. La IA y la robótica también se han introducido en el campo de la medicina y son capaces de diagnosticar de manera temprana enfermedades o incluso de ser herramientas que apoyan la realización de una cirugía.
En Colombia, por ejemplo, en 2019 previo a la pandemia, se realizaron aproximadamente 500 cirugías con asistencias robóticas, siendo la rama de la urología donde más intervenciones se han realizado con este tipo de tecnología, indicó Juan Ignacio Caicedo, especialista en Urología Laparoscopia-Robótica de la Fundación Santa Fe de Bogotá, durante un curso de actualización en urología.
Ejemplo de esto, el sistema robótico y quirúrgico Da Vinci, desarrollado por la empresa norteamericana Intuitive Surgical y aprobado en el 2000 por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de los Estados Unidos, ofrece a los especialistas mayor precisión durante los procedimientos quirúrgicos, mediante una consola de comando con la cual pueden dirigir los 4 brazos del robot; tres de ellos poseen instrumentos quirúrgicos y el otro (que contiene una cámara) les permite ver lo que está sucediendo a través de una señal de video.

De esta forma, el profesional de la salud obtiene una visión panorámica con una amplificación de hasta 10 veces la zona intervenida; otorga una posición ergonómica que brinda mayor comodidad, mejor agarre de los instrumentos y, a su vez, es menos invasiva para el paciente. En cirugías apoyadas con estas tecnologías, como la prostatectomía radical (extirpación parcial o total de la próstata), se ha evidenciado una recuperación más rápida en los pacientes, reducción del sangrado postoperatorio y minimiza las complicaciones posteriores al procedimiento.
Y aún se puede ir más allá.
El proyecto de investigación, Towards Holistic Surgical Scene Understanding, del Centro de Investigación y Formación en Inteligencia Artificial (CinfonIA) de Los Andes, está desarrollando un modelo transformador llamado Tapir que analiza bases de datos creadas a partir de videos grabados durante prostatectomías, realizadas por el doctor Caicedo y otros especialistas en la Fundación Santa Fe, usando el sistema quirúrgico Da Vinci, para que el robot reconozca, comprenda la anatomía humana y las diversas complejidades que se puedan presentar.
“Con los datos de estos videos hacemos un análisis holístico de todas las cirugías para determinar en qué fase quirúrgica se encuentra el procedimiento, qué instrumento se utiliza y qué acciones realiza”, afirma Natalia Fernanda Valderrama, investigadora del proyecto.
De acuerdo con Paola Ruiz, investigadora de CinfonIA, en una primera fase se busca que el modelo de IA sea la guía que proporciona información adicional a lo que el médico observa y, por qué no en un futuro, que el robot se convierta en un ‘cirujano autónomo’ que actúa bajo la asistencia del especialista médico.
El artículo de CinfonIA fue uno de los proyectos presentados en el 25th International Conference on Medical Image (Miccai 2022), realizado en Singapur. Esta propuesta innovadora fue la única proveniente de una universidad latinoamericana.
“La política está en todas partes y no se puede escapar de ella”
Actualidad y análisis
“La política está en todas partes y no se puede escapar de ella”

Se presentó en preestreno en Los Andes la película suiza Olga. Entrevista con Elie Grappe, director de la cinta que se estrena en Colombia y relata la historia de una joven gimnasta ucraniana forzada a exiliarse en Suiza por la situación de su país. Su ansiedad por el conflicto en Ucrania se interpone entre sus sueños y sus objetivos personales, familiares y profesionales.

Después de un exitoso recorrido en el que ha obtenido ocho premios y once nominaciones en eventos tan importantes como la Semana de la Crítica del 74° Festival de Cannes (escenario en el que han debutado grandes del cine como el mexicano Alejandro González Iñarritu, el británico Ken Loach o el chino Wong Kar-wai, entre muchos otros) y festivales de cine en Suiza, Bélgica, Estados Unidos, Alemania, Brasil y fue preseleccionada para los Oscar, entre otros, llega a Colombia la película Olga, dirigida por el francés Elie Grappe, de apenas 28 años. La función de preestreno se realizó en la Universidad de los Andes el 9 de mayo, en la franja de cine que organiza el Centro Cultural con apoyo de Cineplex y la embajada de Suiza.
Cuando el suizo Elie Grappe empezó a rodar Olga no había guerra entre Ucrania y Rusia, sin embargo, el contexto en el que se desarrolla la historia es el Euromaidán (conocido también como la Revolución de la Dignidad), que fueron las manifestaciones y disturbios en Ucrania en 2013, que terminaron derrocando al presidente Víktor Yanukóvich, y que cronológicamente fueron el comienzo de la crisis que desencadenó en el conflicto actual.
El argumento de la cinta, aunque es una ficción inspirada en la historia de una violinista ucraniana, encaja perfectamente en la coyuntura de hoy en Ucrania y podría dar la impresión de ser un documental, tanto así que la protagonista que interpreta a Olga, Anastasia Budiashkina, estuvo en Kharkiv bajo las bombas rusas en la invasión y ahora está en Suiza exiliada. Muy similar a lo que pasa en el largometraje.
La película, protagonizada por actores naturales, narra la historia de la gimnasta ucraniana Olga, quien abandona su país y se va para Suiza a casa de su papá, luego de un atentado en contra de su mamá (periodista), al parecer de parte del Gobierno de Yanukóvich. En su exilio empieza a integrar la selección de Suiza y, mientras compite en el campeonato europeo y se prepara para los Juegos Olímpicos, enfrenta la crisis interna de haber abandonado a su país, a su mamá y a sus amigas en medio del conflicto, por defender sus sueños personales. Esto, mientras intenta adaptarse a sus nuevas compañeras que no ven con buenos ojos la inclusión de una extranjera en la selección.


Olga es un increíble ejemplo de cuando la realidad se cruza con la ficción ¿cómo llegó a esta historia?
A finales del 2015, después de dirigir un corto de ballet, codirigí un documental de una orquesta y filmé en Suiza a una violinista ucraniana que había venido cerca al inicio de la protesta de Maidán. Me tocó mucho el hecho de verla tan disgustada y afectada cuando me hablaba de la revolución y cómo las imágenes la habían afectado a ella y a su práctica del violín. Encontré la conexión entre varios patrones que me ayudaron a construir mi primera película, como grabar la pasión de una adolescente confrontando sus dudas personales y colectivas. Quería explorar la conexión entre los problemas geográficos, quería hacer una película sobre el exilio, con una heroína que tenía sentimientos de no pertenecer a donde estaba, que estaba dividida entre lealtades civiles y confrontada con una situación geográfica más allá de ella.
La trama plantea una duda compleja sobre nuestro deber personal con la política, con la manifestación ¿qué quería transmitir?
Esta no es una película de una persona que hace parte de la revolución sino de alguien que no puede ser parte de ella y que sólo quiere ser una gimnasta. No es que Olga se haya dado cuenta de un evento político de lejos, sino que se percata de que la política está en todas partes, incluida en la propia gimnasia y no se puede escapar de ella.
Vemos en la cinta a una mamá apasionada por su causa política y a una hija apasionada por la gimnasia y, además del conflicto, son sus pasiones las que las separan ¿qué buscaba con esto?
Quería que sintieran la afinidad de Olga e Ilona, su madre. Ambas tenían el mismo nivel de obsesión con lo que hacían. Una por el periodismo activo y la otra por el deporte. Este personaje obsesivo creaba tensión, entendimiento y empatía entre ellas. Quería preguntarles a mis personajes cómo podrían reconciliar sus deseos personales con las causas de la historia.

"Esto es deporte, no política"
— Película suiza Olga, de Elie Grappe
Trabajó con actores y actrices naturales ¿cómo fue esa experiencia?
El reparto no está compuesto por actores de profesión, pero sí por gimnastas profesionales. Parte del equipo suizo y sus entrenadores y el equipo de Ucrania. Aunque algunos personajes son de la ficción no tuve que construirlos artificialmente. Por ejemplo, sus maneras de caminar, de hablar, de mirarse, trabajamos para que fueran las reales. Quería que las actrices usaran mayoritariamente sus palabras, sus emociones y sus reacciones naturales.
La cinta da una visión de la gimnasia pocas veces vista en cine, captando sonidos y movimientos de cámara con un grado de intimidad muy alto. ¿Cómo fue el manejo del set, las luces, la cámara y el personal técnico en un deporte que necesita tanta concentración y con actrices naturales?
Teníamos que respetar al máximo el entrenamiento gimnástico durante el rodaje. Asignamos pocos técnicos alrededor de los atletas para tener la posibilidad de filmar en 360 grados. La cámara tenía que captar la experiencia de Olga como gimnasta, su búsqueda del equilibrio y agilidad al igual que su vértigo.
Cuando usted rodó la película el contexto en Ucrania era otro, hoy están en una guerra, ¿cree que la película sigue ajustándose a la realidad actual?
Cuando terminamos la película, en 2020, la situación era muy diferente a la actual. La Plaza de la Independencia estaba desocupada, la vida avanzaba, pero ya todos hablaban de la guerra que comenzó en 2014 y nunca terminó. Espero que la película pueda mostrar que el insensato intento de invasión que inició Rusia este año es la continuidad de una situación política muy específica.
¿Cómo lo ha afectado a usted el conflicto actual en Ucrania, teniendo en cuenta que terminó tan cercano a esta situación con su investigación?
Anastasiia Budiashkina, la intérprete de Olga, estuvo en Kharkiv bajo las bombas rusas al comienzo de la invasión. Después de un largo viaje, primero llegó a Polonia y ahora está en Suiza entrenándose como acróbata de circo. Pienso en el equipo que todavía está en Ucrania, Arten, Tanya, Sescho y muchos más. Hay una realidad detrás del flujo de imágenes que estamos viendo todos los días desde Ucrania e invitamos a cualquier persona en Colombia que pueda actuar tanto como sea posible para ayudar a los ucranianos mediante la financiación de organizaciones como la Cruz Roja, los médicos sin fronteras y los médicos ucranianos; así como los valientes cineastas del colectivo pabellón 13.
Contaminación: respirar... ¿puede hacernos más pobres?
Respirar... ¿puede hacernos más pobres?

Alto contraste
Cerca de las 11 de la mañana, poco antes de la pandemia en un día sin carro, una mirada perturbadora hacia el occidente de Bogotá y el aire que lo cubre. A la derecha, también hacia el occidente, una vista magnífica del nevado del Ruiz poco antes de las 7 durante los confinamientos de 2020.
Pero hay más que partículas expulsadas por combustión en vehículos e industrias y otras fuentes. De manera casi imperceptible, el polvo agudiza el problema ambiental y puede afectar vías respiratorias, generar crisis de asma o irritaciones oculares.
Panorama desigual
Este horizonte turbio tiene un agravante. El suroccidente bogotano está más expuesto a la contaminación del aire y no solo por corrientes de viento. El equipo que hizo el Análisis, con ingenieros y economistas a bordo, notó que el mal aire coincide con condiciones socioeconómicas difíciles y con sectores donde vías sin pavimentar emanan gran cantidad de polvo. Pavimentar vías podría, incluso, tener mayores beneficios en reducir esa desigualdad de la calidad del aire —y de la vida— que sustituir combustibles en la industria o renovar vehículos diésel.
“Cuando le ofrezco un vaso de agua a una persona y está contaminada, tiene la opción de no tomárselo. Pero, donde el aire está contaminado, no le puedo pedir a alguien que no respire”, dice Jorge Bonilla, ingeniero forestal y doctor en Economía de Göteborgs Universitet, Suecia, partícipe del estudio.
Afganistán: Esa herencia cultural está en veremos
Afganistán: Esa herencia está en veremos

Con el regreso de los talibanes al poder, el enorme patrimonio cultural de Afganistán está en suspenso. Hace dos décadas los extremistas destruyeron incluso los inmensos Budas de Bamiyán. El saqueo también hace lo suyo en el territorio que pisaron Alejandro Magno, Marco Polo y los mercaderes de la Ruta de la Seda.
Los Budas
Para entrar en terreno hay que contar la historia de un monje llamado Xuanzang. Fascinado, hace 1.391 años y unos meses, se desvió 1.500 kilómetros de su peregrinación por India y llegó hasta lo que hoy es Afganistán solo para ver dos budas tallados en la roca, de 55 y 37 metros de altura. El grande, como lo relata hoy Kassia St Clair, estaba vestido con tonos marrones y, el pequeño, con el color de uno de los más fascinantes productos de exportación de Afganistán por siglos: el lapislázuli. Durante milenios encantaron al mundo: aquí, un visitante observa a la distancia en 1970 (foto 1) y luego dos afganos se sientan sobre el pie derecho del Buda más grande (Solsol) en 1997 (foto 2). Pues en 2001, por considerarlos ídolos paganos, los talibanes destruyeron este patrimonio de la humanidad (declarado por la Unesco). El hombre armado (foto 3) es, de hecho, un talibán a finales del año pasado ante la cavidad de Solsol (en 2021 los talibanes volvieron al poder). En la (foto 4), una proyección en 3D en 2015.
La Ruta de la Seda
Hablando de lapislázuli y de Bamiyán, este valle verde al frente de las montañas de los budas, donde se cultivan papa y otros alimentos (foto 5), fue un lugar de paso del camino más legendario del comercio mundial y del intercambio de culturas: la Ruta de la Seda.
Durante las últimas dos décadas, en el paréntesis del poder talibán, hubo iniciativas como Turquoise Mountain (nombre de la capital perdida de Afganistán, destruida en 1223 luego de un asedio del hijo de Genghis Khan), en cuyo instituto para las artes la mujer de la imagen trabaja en joyería tradicional afgana (foto 6). También se recuperaron allí saberes de cerámica, caligrafía o carpintería de esta región por donde cruzaban tintes como el azul ultramar, especias, cristales, joyas, minerales y, por supuesto, telas.
Lugar donde hoy, como hace mucho los monjes, familias enteras viven en cavernas en la roca (foto 7), vendedores ponen sus kioscos o mujeres de la etnia hazara (de lengua persa) viven su día a día.
Otros tesoros
Este país, donde las mujeres de manera tradicional han tenido pocas oportunidades para decidir sobre sus destinos y donde las estructuras tribales impiden verlo de manera unitaria, es una de esas esquinas donde se cruzan tiempos y eras. Con antepasados desde hace 50 mil años, aquí llegó el budismo unos tres siglos antes de la era cristiana y pasó a China y florecieron incluso el zoroastrismo, el cristianismo, el judaísmo y el hinduismo antes del islam en el siglo VII. Protagonista de imperios como el macedonio (después de arduas luchas con los clanes del territorio, Alejandro Magno quiso asegurar su dominio casándose con la princesa afgana Roxana) o el mongol (los caravasares seguro hospedaron a Marco Polo de camino a la corte de Kublai Khan) y ficha de la Unión Soviética, tiene una riqueza arqueológica y cultural incalculable. En estas imágenes, Mes Aynak (foto 8), Shahr-e Gholghola (foto 9) y el Museo Nacional de Afganistán (foto 10).


Lo que no se ve
profesora del Departamento de Historia del Arte de Los Andes.
El nombre de Afganistán, a pesar de la distancia geográfica con Colombia, resuena cada tanto entre distintas generaciones a causa del paso por las noticias internacionales: en primer lugar, con la ocupación soviética en 1979; luego, la incursión de los Estados Unidos en el 2000 como respuesta a los ataques de Al Qaeda, grupo terrorista albergado por los talibanes que dominaban Afganistán en ese entonces; y ahora. Resuena también por algunas historias paralelas: del cultivo del opio en Afganistán a la coca en Colombia; por los traumas de los conflictos internos, la violencia rural y las historias de desplazamiento masivo hacia zonas urbanas.
Lo que poco se conoce es la historia multicultural de Afganistán, su diversidad y una riqueza patrimonial constituida a través de los siglos. En su territorio confluyen tradiciones persas, un legado helenístico, el desarrollo de un fuerte mecenazgo budista y diversas expresiones del arte islámico, así como los encuentros entre culturas milenarias gracias a la Ruta de la Seda. En muchos sentidos, Afganistán fue siempre un cruce de caminos, ubicado literalmente en el “centro del mundo”, cuando Europa aún no miraba hacia Occidente.
En la actualidad, diversos grupos de personas, dentro y fuera de Afganistán, luchan por reclamar la identidad multicultural de su país. En buena medida, se han hecho visibles gracias a las redes y a las noticias recientes. Además de iniciativas como el documental sobre el complejo budista en peligro perpetuo por los variados intereses económicos que lo atraviesan, titulado Saving Mes Aynak y dirigido por Brent Huffman, ha habido campañas en redes para resaltar la riqueza del color de los vestidos tradicionales en distintas regiones.
En 2001, algunos meses antes del ataque a las Torres Gemelas, los talibanes habían derribado dos esculturas budistas colosales en Bamiyán. A los 20 años de ocurrido el suceso, la Unesco anotaba la diferencia con otras destrucciones de la cultura material: “Aunque la destrucción del patrimonio y el saqueo de artefactos ha tenido lugar desde la antigüedad, la destrucción de los dos budas de Bamiyán representó un importante punto de inflexión para la comunidad internacional. Un acto deliberado de destrucción, motivado por una ideología extremista que tenía como objetivo destruir la cultura, la identidad y la historia, la pérdida de los Budas reveló cómo la destrucción del patrimonio podría utilizarse como arma contra las poblaciones locales. Destacó los estrechos vínculos entre la protección del patrimonio y el bienestar de las personas y las comunidades. Nos recordó que defender la diversidad cultural no es un lujo, sino fundamental para construir sociedades más pacíficas”.
Con la salida de los Estados Unidos en agosto de 2021, el Museo Nacional de Afganistán en Kabul, que se había abierto nuevamente en el 2017, hizo un llamado de auxilio a sus pares internacionales, recordando cómo sus objetos han sido robados o han tenido que esconderlos para protegerlos. En síntesis, hay una gran preocupación por el futuro de este legado y por su frágil conservación.
Referencias
- Peter Frankopan, Las rutas de la seda. Una nueva historia universal. (Crítica, 2014).
- Angela María Puentes Marín, El opio de los Talibán y la coca de las FARC. Transformaciones de la relación entre actores armados y narcotráfico en Afganistán y Colombia. (Ediciones Uniandes, 2006).
- https://whc.unesco.org/en/news/2253.
Crédito fotos:
- Foto 4: Wakil Kohsar / AFP
- Foto 5: Bulent Kilic / Foto 6: AFP 2. Wakil Kohsar / Foto 7:AFP 3. Wakil Kohsar / AFP
- Foto 8: Shah Marai / Foto 9: AFP 2. Wakil Kohsar / Foto 10:AFP 3. Wakil Kohsar / AFP
Rotterdam, un cuento de Julio Paredes
Un hilo de la vida que se altera de manera profunda sin escándalos, una atmósfera que se consolida precisa, líneas que filtran melancolías…
Un cuento de Julio Paredes
autor excelso en la narrativa breve colombiana, devoto de Onetti, sumergido en los extravíos de lo que parece ficción.
Una vez entraron al puerto, la velocidad del buque se redujo considerablemente. Después de varios días de balanceos y sacudidas fuertes mientras pasaban el Canal de la Mancha, este deslizamiento suave agudizaba la sensación de extrañeza que se le había instalado entre pecho y espalda. Echado en el camarote, repasó la última conversación que sostuvo con Irene por teléfono dos días antes de que él saliera de Bogotá. Ella había encontrado ya un apartamento por el centro de Madrid, no muy lejos de la sede de la universidad. Un lugar que llevaba abandonado casi dos años y que la dueña dejó a un precio mensual muy bajo, con la condición de que lo limpiaran y arreglaran algunas cosas.
Volvió a escuchar la dulzura de esa voz con la que Irene explicaba el mundo. Pensó que no sería bueno contarle a Irene sobre el vértigo que lo apresó una noche cuando se asomaba por la borda y miraba el agua oscura del mar; aferrado a las varas metálicas, consciente de que había una frontera muy frágil entre sus pies sobre la cubierta y el salto al vacío. Vio por entre el ojo de buey la noche al otro lado, las estrellas inmóviles, y entendió que su tarea más importante era no atentar contra la belleza de Irene, dominar su impaciencia, uno y otro de los días por venir.
Le contaría, mejor, sobre la increíble luz del mar en el Caribe y que llegó apenas a tiempo a la zarpada del buque, pues el vuelo de Bogotá a Cartagena se había atrasado por la llegada del Papa. Imaginó que podría inventar una metáfora con la accidentada presencia de este segundo Papa en Colombia, pues así como traía la particular misión de bendecir una tierra desarticulada y brutal, por poco le impedía subir a este buque que lo acercaba de una vez por todas a Irene. Un Papa polaco, como el puerto final donde este mismo buque desaparecería para siempre.
En la mañana y ya en tierra, los oficiales de inmigración los separaron en dos filas. Un hombre vestido de civil le ordenó a Cárdenas con una rápida seña de la mano que recogiera el equipaje y lo siguiera hacia un cuarto. Cárdenas conocía la rutina y obedeció con calma. Se trataba de un escenario que replicaba sus dos únicas visitas a Estados Unidos. Una vez adentro el oficial apuntó, con un índice que a Cárdenas le pareció súper desarrollado, una larga mesa vacía. Obediente a esa especie de encuentro entre sordomudos, puso la maleta, el maletín y el morral par sobre la mesa y empezó a abrir las cremalleras. El hombre le señaló la pared y esperó a que se alejara.
En el mismo instante entraron dos oficiales más a la salita. Una mujer, con un kepis azul que parecía flotarle sobre el pelo recogido, de un rubio brillante, con visos dorados, y otro hombre de idéntica corpulencia a la del primero, con uniforme de policía. Esperaron a que Cárdenas terminara de vaciar el contenido de lo que formaba su equipaje. Con parsimonia excesiva cada uno de los oficiales inspeccionó las costuras del equipaje. La mujer se concentró en la maleta. Hacía la tarea con tanta seguridad y fácil destreza que Cárdenas se inquietó con la posibilidad de que al final descubriera un comportamiento secreto que hasta él mismo ignoraba.
El segundo oficial mostró la misma concentración con los libros que cargaba Cárdenas en el morral. Pasaba las hojas casi una a una, atento a cualquier papel que pudiera caer o aparecer dentro. Por un segundo, Cárdenas tuvo la sensación de que los ruidos habían desaparecido del cuarto y le subió un leve mareo que achacó al hecho de estar de nuevo en tierra. Vio que el policía se detenía un rato más largo en las páginas del ejemplar de Viaje a Samoa de Stevenson. Nada raro que también fuera un lector, pero por el movimiento silencioso de los labios imaginó que deseaba jugar con el arreglo de unas frases traducidas a un idioma incomprensible.
Entonces la mujer le pidió en español el pasaporte. Cuando lo recibió salió del cuarto. Cárdenas sabía que era ilegal sacar fotocopias del documento, pero era inútil negarse. Recordó la especie de advertencia impresa en la primera página y que aludía a la solicitud que el gobierno de su país hacía a todo tipo de autoridad para que brindaran al titular del papel las facilidades pertinentes para realizar un tránsito normal por el territorio al que llegaba. Tenía la seguridad de que, en su caso, como colombiano arribando por mar, la petición sonaría como una ingenuidad risible.
La mujer regresó después de unos minutos y, cuando le entregó el pasaporte, quiso saber por qué razón llegaba a Europa. Tenía un acento fuerte pero construía las frases de una manera excesivamente perfecta, como si repitiera las frases de una grabadora invisible y en realidad no comprendiera su significado. Cárdenas explicó sus intenciones de trabajar y estudiar en Madrid. También le preguntó si conocía alguna persona en Rotterdam. Cárdenas negó y añadió que estaba ahí solo por accidente, no pensaba quedarse más que esa noche. La mujer lo observó con curiosidad, y se echó un paso hacia atrás, como impulsada por un órgano oculto.
Hubo un largo silencio y cuando la mujer le pidió que se quitara la chaqueta, Cárdenas sospechó que la siguiente orden sería la de desvestirse. Nunca antes se había visto obligado a esa clase de strip tease. Sin embargo, la cosa no pasó de un cacheo más o menos violento. Uno de los policías imprimió un sello en el pasaporte y le comunicaron que podía irse. Acomodó con tranquilidad la ropa, pero por poco perdió la calma mientras intentaba cerrar el maletín. La cremallera no se movía del punto donde había quedado atascada. Los tres se mantuvieron impávidos, despreocupados ante los esfuerzos de Cárdenas, que había empezado a sudar rápidamente.
Decidió probar el hostal que les había recomendado uno de los marineros del San Buenaventura. Buscó un taxi y le mostró al chofer el papel con el nombre escrito. El taxista pareció comprender y sin mucha delicadeza acomodó parte del equipaje en el baúl. El hombre conducía como si odiara el oficio y afortunadamente, pensó Cárdenas, no pasaron más de diez minutos antes de que frenara ante un aviso de neón.
La pensión, con el sonoro nombre de Dunderlandsal, tenía una hermosa puerta de madera. Después de insistir unos segundos en el timbre lo recibió un individuo amable y sonriente quien, luego de hacerlo pasar y tomar los datos pertinentes, confesó, con bastante emoción, que había estado en Bogotá por la década de los años cuarenta. Para sorpresa y entretenimiento vocalizaba algunas palabras en español. Después de pagar lo de la noche y escuchar con una sonrisa una breve anécdota sobre la belleza de las colombianas, Cárdenas siguió al hombre por unas escaleras en forma de caracol que llevaban hacia una especie de bajo. Se detuvo ante una puerta y enseguida le enseñó a Cárdenas un cuarto con una diminuta ventana hacia la calle. Parecía orgulloso de indicarle las características del lugar, como la ducha amplia y limpia, la lámpara sobre la cabecera de la cama, ideal para la lectura.
Decidió echarse unos minutos en la cama. La calidez y disposición del anfitrión habían servido para reducir la inquietud de esas primeras horas. Después se preparó para salir y caminar un rato por entre las calles del famoso puerto. Mientras terminaba de vestirse observó con detenimiento la única reproducción que adornaba las paredes del cuarto. Se trataba de una escena campesina y mostraba probablemente a la familia de algún famoso noble en recorrido por los campos para reconocer la maravillosa extensión de sus propiedades o la fidelidad de sus siervos empobrecidos. El paisaje había sido tratado con una minuciosidad excesiva. Sin embargo, el rostro de los aristócratas era melancólico y Cárdenas imaginó que estaban ahí por la desagradable o inexplicable fatalidad de tener que acatar una tarea incómoda como la de acariciar la cabeza piojosa del interminable número de niños que los rodeaban o escuchar el dramático relato del destino de algún tullido. El estruendo de un tranvía, que casi rozó la ventana, lo sacó de la elaboración.
Cuando bajó de nuevo a la recepción, el dueño del hotel dibujó sobre una hoja un pequeño mapa que le indicaba un fácil recorrido para llegar hasta la plaza central donde, según sus palabras, estaba la “vida de Rotterdam”. En la puerta, lo tomó con fuerza del brazo y, adoptando un tono teatral, le aseguró que esa era una ciudad peligrosa.
Cárdenas agradeció la advertencia y le recordó a uno de esos actores secundarios de las películas de terror, que siempre previenen al incauto protagonista sobre los peligros que se avecinan si no desiste en su empeño de adentrarse en las regiones tenebrosas. Según el pequeño plano la plaza se encontraba hacia el costado derecho de la puerta principal de la estación central de buses, a la que llegó después de caminar un par de cuadras.
En la plaza había bastante movimiento a pesar de la hora. Se sentó, como otros turistas, sobre la base del monumento ecuestre que se levantaba en el centro y se entretuvo con un grupo callejero de rock. Después de un rato sintió hambre y buscó un puesto de comida. Intuyó que si en ese momento alguien lo observara podría identificar sus esfuerzos por esconder su condición de nuevo extranjero en una ciudad extraña, adjudicándole la desprotección propia de todos los que se encuentran alejados de su hogar.
Tuvo una confusa relación de los últimos días en Bogotá. La lenta distribución de sus pertenencias en la casa de su mamá, donde aún vivían sus dos hermanos menores. Sabía que viajaba hacia una estadía de mínimo cinco años y, probablemente, Madrid se convertiría en la ciudad donde se quedaría a vivir. Terminó el sándwich y salió de la plaza.
Supuso que empezaba a caminar por la parte vieja de la ciudad. Se entretuvo con algunas vitrinas y trató de pensar en un posible regalo para Irene. Las construcciones eran altas y angostas y pensó que parecían concebidas por un arquitecto obsesionado con las florituras del pastillaje. Descubrió que seguía un prolongado zigzag. Sospechó que en un momento se encontraría de nuevo en la plaza, como había escuchado que les sucedía a los extraviados en el desierto que al pisar con mayor fuerza sobre uno de los pies quedaban sometidos a un círculo que los devolvía al punto inicial. El aire era fresco, con un viento apenas cálido.
Miró el reloj y calculó que a esa hora empezaba la tarde en Colombia. Entonces un desmesurado golpe le hizo perder el equilibrio. Enseguida una avalancha lo lanzó contra la pared y un intenso tufo le cayó en la cara, una mezcla improbable de adivinar. Casi en el mismo segundo la punta de una navaja le pinchaba el cuello.
No vio los rasgos del otro que de inmediato empezó a buscar con afán entre sus bolsillos, mientras mascullaba términos ininteligibles, como si revolviera el contenido de un cajón donde escondiera un documento precioso. Cárdenas entendió la escena como parte de otro cacheo por su condición de inmigrante molesto, indeseado. Entre el aturdimiento recordó que llevaba un poco más de doscientos dólares. Cuando por fin el tipo tuvo los billetes en la mano se separó con cautela y, bajo la luz, entró en una pasajera ausencia al tiempo que la navaja se le caía de la mano. Cárdenas no comprendió lo que sucedía, pero respondiendo a un ignorado impulso lanzó un fuerte manotazo sobre el oído izquierdo del otro. El hombre se tambaleó y no hizo nada por defenderse. Cárdenas tiró otro golpe, esta vez buscando la altura de la nariz, y se abalanzó sobre el cuerpo, estrellándolo contra el tronco del árbol, que había servido de sombra inesperada para la silenciosa pelea. Cárdenas escuchó un chasquido, como una rama seca partiéndose en el fuego. El otro soltó un débil quejido y se escurrió en el piso.
Cárdenas se mantuvo un rato al lado del cuerpo. Perplejo, no supo si la violencia del golpe había sido excesiva. Estuvo atento a cualquier movimiento, pero la calle estaba totalmente desierta, semejante a un ambiente cerrado. Observó el bulto que formaba el cuerpo en la oscuridad y no supo por qué la escena le recordó la actitud ceremoniosa que adoptan los felinos una vez acaban de volcarse sobre su presa. Sabía que tenía que alejarse lo más pronto posible del lugar, pero los golpes que le aturdían los oídos mantuvieron sus miembros congelados. Con la punta del pie tocó uno de los muslos del tipo y se sintió desamparado. Era imposible que el hombre estuviera muerto, pensó, y las sacudidas del corazón continuaron con una persistencia rabiosa, como si dentro de su pecho se llevara a cabo la desaforada reacción química de elementos incompatibles.
Cuando pudo reaccionar se acercó al cuerpo y arrancó los billetes de la mano cerrada. Cruzó al otro lado de la calle y aceleró el paso. No sabía si la dirección que tomaba, y en la que de nuevo repetía la zeta anterior, lo alejaba o no de la ubicación del hostal, el único lugar que en ese momento le parecía seguro.
Caminó despacio, concentrado en los golpes de sus pasos sobre el pavimento, aliviado por las luces al final de la calle. Tomó hacia la luz de un semáforo, cruzó una avenida y se dirigió a un bar llamado Andalucía. Supuso que en la coincidencia del nombre existía una salvación, una entrada sin peligros a su futuro cercano con Irene. El sitio estaba casi vacío. Dos hombres conversaban con el barman. Ninguno se interesó por su llegada. Se acomodó en la barra y pidió una cerveza. A su derecha un tercer hombre introducía monedas en una máquina que semejaba el tablero de una ruleta y que de vez en cuando reproducía los acordes de La cucaracha. Un pequeño zaguán conducía hacia el sector de los baños y el restaurante, de donde llegaban voces de mujeres. Bebió un par de sorbos largos y la frescura del líquido dilató su garganta. Se sorprendió con el hecho de que durante el tiempo del atraco y su huida no emitiera siquiera un quejido. Por un segundo, dudó de lo que había sucedido y esa reacción le recordó la hora que había estado encerrado con los tres policías mientras lo obligaban a la silenciosa y lastimosa justificación de su inocencia ante un posible delito. Los sonidos de una sirena lo sobresaltaron y durante un rato fijó la mirada en la puerta de entrada, con el convencimiento de que ya alguien había empezado a buscarlo. Bebió otro trago de cerveza y se levantó para ir al baño.
En el espejo descubrió una pequeña marca en el cuello y algunas gotas de sangre sobre la camisa. En una hipotética detención, podía alegar que había sufrido una hemorragia nasal. Utilizó bastante jabón para lavarse las manos y se las frotó con fuerza bajo el chorro de agua. Se refrescó la cara y se enjuagó la boca. Estiró los brazos hacia adelante y comprobó que el temblor en las manos era todavía perceptible. Sacudió las piernas con vigor y movió el cuello en círculos. Orinó con un poco de dificultad y se echó el pelo para atrás.
Regresó al sitio de la barra y ordenó otra cerveza. Observó las fotos que adornaban el lugar. Había paisajes con colinas sembradas de olivos, imágenes de la Fiesta del Rocío y afiches de toreros. Buscó el papel con el mapa y lo puso en la barra. No encontró ninguna ruta de escapatoria. Miró hacia donde estaba la pareja que hablaba con el barman. En ese instante, uno de los tipos contaba una anécdota o un chiste y acompañaba las frases, cortas y en una misma entonación, con rápidos sorbos de un trago blanco servido en un vaso alto y con abundante hielo. Cárdenas intentó seguir la historia, pero hablaban en un español cerrado, incomprensible.
El que hablaba murmuró algo y acabó de un trago lo que quedaba en el vaso. Hubo un silencio, apenas interrumpido por la máquina y el ruido de las monedas. De repente el barman empezó a reírse, con breves carcajadas que terminaron por contagiar a los otros dos. Poco a poco las risas se hicieron más esporádicas como si el recuerdo de la anécdota empezara a diluirse en la cabeza de todos. Cárdenas comprendió que debía actuar y regresar lo antes posible al hostal. El barman le indicó cómo llegar hasta la estación de buses. Se despidió con amabilidad y dejó una propina que sin duda sería excesiva.
Cuando entró, supuso que la luz al final del corredor pertenecía a la habitación del propietario. Midió con cautela la presión con la que pisaba los escalones mientras bajaba por la escalera. Abrió la puerta del cuarto con un impulso rápido para evitar el ruido y en la oscuridad se tendió en la cama. Se desabrochó la camisa; se quitó el pantalón y se mantuvo inmóvil. Como varias noches en el buque, buscaría un método que lo condujera hacia el sueño. Volvió a parecerle ridícula la idea de ser un homicida; pero lo que en realidad le pareció incomprensible era el hecho de que nada se hubiera transformado, que la presencia de la muerte no generara un estremecimiento general alrededor, en todas las calles de su recorrido, hasta alcanzarlo a él en ese cuarto.
Se abrazó a la almohada y mordió la espuma con fuerza. No sospechaba la magnitud que podía adquirir el verdadero miedo. Observó la oscuridad por entre la ventana. Sintió sobre la mejilla la saliva dejada en la funda y supo que debía permanecer despierto, atento al desarrollo de la noche, consciente de que la llegada de la claridad sería la prueba de su salvación, el anuncio de que había sobrevivido y pasaba sin vértigo a la nueva orilla firme y segura donde lo aguardaba Irene.
Agradecimientos: Este texto pertenece al volumen Relatos impares, editado por la Editorial Eafit en agosto de 2017. Lo reproducimos con su autorización
Los Caminos Literarios de Julio Paredes y las Líneas de la Mano de su Obra según Hugo Chaparro Valderrama. Texto ideal para adentrarse en el autor colombiano.
Un guante que regenera pieles quemadas
Pieles que se regeneran
Un guante llamado SkinGO, en prototipo y en proceso de patente, convierte las manos de cirujanos y dermatólogos en un dispositivo médico con una superficie abrasiva. Es ergonómico y sus componentes facilitan la remoción del tejido muerto en personas con lesiones cutáneas como quemaduras de segundo y tercer grado, aceleran la regeneración de la piel en cualquier parte del cuerpo y reducen el tiempo del tratamiento hasta un 25 %.
Actualmente la dermoabrasión se lleva a cabo con papel de lija de ferretería, que los médicos deben manipular con sus dedos a manera de pinzas, o con una esponja. Si las partículas de la lija se sueltan y quedan en la herida, pueden ocasionar infecciones y retardar la curación. La tarea es demandante físicamente.
Con el prototipo se hicieron ya varios procedimientos con resultados satisfactorios, bajo la supervisión de expertos de la Clínica de Heridas de la Fundación Santa Fe de Bogotá y con la autorización del Comité de Ética de esa entidad.
Este guante reduce complicaciones y efectos adversos. Aminora la fatiga y el agotamiento del proceso. Permite realizar dermoabrasión en lugares de difícil acceso: detrás de las orejas, entre los dedos o dentro de la nariz.