Los aportes de Los Andes a la Constitución de 1991

Los aportes de Los Andes a la Constitución de 1991

En 2021 estamos conmemorando 30 años de la proclamación de la Constitución. ¿Cuáles han sido los aportes de Los Andes al proceso de transformación constitucional?

 

Por Manuel José Cepeda
Exdecano de Derecho y asesor del presidente César Gaviria en la Asamblea Constituyente.

El autor de este escrito, egresado de la Universidad de los Andes y exdecano de la Facultad de Derecho, fue asesor del presidente César Gaviria en la Asamblea Constituyente e integrante del llamado kínder presidencial, un grupo de jóvenes abogados y economistas en su mayoría uniandinos, cuyo papel en la reforma de la Constitución de 1991 fue relevante.


En 2021 estamos conmemorando 30 años de la proclamación de la Constitución adoptada por la Asamblea Constituyente en 1991. Desde sus inicios se ha sostenido que es una obra de permanente construcción colectiva, en la que han intervenido numerosos actores en un proceso participativo amplio y sin precedentes en la historia nacional. Sin embargo, en esta publicación de la universidad cabe hacerse la siguiente pregunta, que de otro modo pasarán desapercibida en las numerosas publicaciones de conmemoración:

¿Cuáles han sido los aportes de la Universidad de los Andes al proceso de transformación constitucional?

Antes de responder, resulta pertinente dimensionar la magnitud de este cambio profundo en todos los ámbitos y sectores. No se sostiene que la Constitución haya sido la única causa de las transformaciones. Sin embargo, esta ha cumplido un papel determinante en las que enuncio de manera general y de forma incompleta:

  • Millones de personas han recibido protección de su libertad y su autonomía personal como sujetos dignos capaces de autodeterminarse.
  • Los derechos sociales, principalmente el derecho a la salud, a la educación y a las pensiones, pero no solo estos, son protegidos en Colombia como en ningún otro sistema constitucional del mundo.
  • El derecho a un ambiente sano ha sido desarrollado por todo un sistema nacional de protección ambiental con nuevos instrumentos, procedimientos y órganos, complementados por sentencias importantes.
  • Las personas en condiciones de vulnerabilidad han sido reconocidas y reciben protección constitucional especial.
  • Las organizaciones de la sociedad civil han florecido y han adquirido un rol protagónico en los más diversos ámbitos de la vida nacional.
  • Colombia dejó de ser un estado confesional y pasó a vivir bajo principios de laicidad, tolerancia, y pluralismo religioso.
  • La acción de tutela revolucionó el acceso a la justicia y la eficacia de la justicia.
  • La Corte Constitucional es un actor clave en la vida nacional y es el árbitro de las principales controversias, puesto que por ella pasan las decisiones más importantes en todos los ámbitos.
  • La interpretación de la Constitución ha promovido una transformación acelerada del derecho en todas sus ramas, caracterizada por una disminución del formalismo jurídico y una mayor valoración de la justicia sustantiva.
  • El sistema de partidos evolucionó de un bipartidismo férreo a un sistema multipartidista donde hay mucho juego político.
  • Si bien las prácticas clientelistas no han desaparecido, el electorado puede votar de manera más suelta, ha aumentado la incertidumbre y la apertura política, lo que ha facilitado el surgimiento de nuevas figuras de izquierda, derecha y centro.
  • La Corte Suprema de Justicia, en aplicación del fuero que reemplazó la inmunidad parlamentaria, y el Consejo de Estado, en aplicación de la pérdida de investidura, han investigado y sancionado a decenas de congresistas involucrados en escándalos.
  • Dentro de la Constitución han podido gobernar presidentes con políticas diametralmente opuestas, pero todos han tenido que respetar sus límites.
  • Los presidentes no pueden gobernar por decreto, como se hacía bajo la figura del estado de sitio, sino que están obligados a llevar las principales políticas al Congreso de la República.
  • La Fiscalía General de la Nación contribuyó de manera determinante a desmantelar los carteles de la droga que habían desafiado al Estado y puesto a Colombia al borde del abismo.
  • Con la Constitución se consolidó el proceso de paz con el M-19, se facilitaron los procesos de paz con tres grupos guerrilleros más (EPL, Quintín Lame, PRT) y dentro de ella se llevó a cabo el proceso de paz con la Farc, a pesar de que este grupo guerrillero originalmente no quiso participar en el proceso constituyente y se rebeló contra la Constitución durante más de dos décadas.
  • En todos los gobiernos se han intentado o realizado referendos, consultas populares, o plebiscitos, como expresiones de la democracia directa.
  • Los pueblos indígenas, así como otros grupos étnicos diferenciados, han recibido reconocimiento a sus derechos colectivos y con las consultas populares han ganado voz en los proyectos que pueden afectarlos directamente.
  • La junta directiva del Banco de la República, en virtud de su autonomía constitucional y sus mandatos, ha reducido significativamente la inflación.
  • Las instituciones relacionadas con la política fiscal ofrecen un marco para la toma de decisiones razonables, en las que el gasto social es prioritario, sin que la Constitución haya impuesto un modelo económico.
  • Se han desarrollado las bases constitucionales para la inserción de Colombia en la globalización económica, sin que ello signifique desconocer los derechos constitucionales.
  • El régimen de servicios públicos ha permitido la expansión de su cobertura y el mejoramiento de su calidad con participación de actores privados sujetos a la regulación estatal.
  • Los municipios han adquirido mayor capacidad para decidir sobre los asuntos de interés local.
  • La Constitución ha podido ser reformada para responder a las cambiantes expectativas y necesidades, siempre y cuando sus ejes centrales no sean destruidos, con lo cual se ha obtenido un balance entre flexibilidad y rigidez para proteger la democracia.

En cada uno de estos cambios algún egresado de Los Andes ha contribuido en mayor o menor medida. Ellos pertenecen a diferentes facultades de la universidad.

Sin embargo, en este artículo me limito a mencionar con nombre propio solo a uno, el único que ha sido presidente de la República: César Gaviria; pero aludiré a muchos otros.

Gaviria, que no era abogado sino economista, estuvo impulsando la transformación constitucional desde el gobierno del presidente Virgilio Barco hasta la terminación de su propio mandato presidencial. Como ministro de Gobierno suscribió el memorando que le daba sustento a la propuesta de convocar el plebiscito por fuera del Congreso, por vía de un referendo o una asamblea constituyente. La propuesta de convocar un plebiscito en 1988, planteada en una carta del presidente Barco dirigida al periódico El Espectador en enero, fue el antecedente del movimiento estudiantil que retomó y mejoró la idea con la Séptima Papeleta, votada en marzo de 1990. En dicho movimiento participaron numerosos uniandinos.

Posteriormente, la papeleta aprobada por abrumadora mayoría —el 27 de mayo de 1990— era solo una idea y un mandato político. Faltaba hacer lo imposible: transformarla en una Asamblea de carne y hueso. César Gaviria lo hizo liderando acuerdos políticos y expidiendo el Decreto 1926 de 1990 que autorizó la convocatoria por el pueblo el 9 de diciembre de1990. De ahí surgió la Constitución que nos rige y que está celebrando 30 años.

 

El equipo que promovió distintas iniciativas en torno a la creación de la Asamblea también era predominantemente Uniandino. El llamado kínder de Gaviria era esencialmente de abogados y politólogos de Los Andes, elaboró el proyecto de nueva Constitución presentado por el Gobierno a la Asamblea Constituyente.

Asimismo, en la aplicación y desarrollo de sus principales innovaciones también han participado uniandinos formados en distintas facultades. Por ejemplo, el primer ministro de Medio Ambiente, que promovió la creación del sistema nacional ambiental para aplicar lo que la Corte Constitucional ha llamado la ‘constitución ecológica’.

También, el primer ministro de Defensa civil, que impulsó las nuevas relaciones entre el poder civil y militar y, previamente, lideró el proceso de paz con el M-19 y con los demás grupos guerrilleros que luego estuvieron presentes en la Asamblea Constituyente. Con él trabajamos conjuntamente en justificar ante la Corte Suprema de Justicia que el decreto de estado de sitio, que autorizaba contar la papeleta para convocar una asamblea constituyente, contribuiría a la desmovilización de varios grupos guerrilleros.

Por su parte, la primera etapa de la Corte Constitucional estuvo integrada no solo por dos magistrados uniandinos, uno graduado y otro por adopción, sino por magistrados auxiliares y abogados asistentes mayoritariamente de Los Andes. Desde entonces, los abogados de la Universidad siguen jugando un influyente papel en esta corte.

Y finalmente, el Consultorio Jurídico de la Facultad de Derecho y numerosas organizaciones de la sociedad civil con muchos abogados uniandinos han promovido interpretaciones de la Constitución que han conducido a sentencias transformadoras de la Corte Constitucional.

Se quedan muchos temas y nombres en el tintero. Un “divertimento” para celebrar los 30 años de la Constitución puede consistir en asociar uniandinos, graduados o por adopción, a la lista de transformaciones y en las tres etapas claves del proceso: en el camino que llevó a la convocatoria de la Asamblea Constituyente, en la elaboración de la Constitución y en su posterior interpretación y desarrollo.


Protocolo de bioseguridad para la detección de coronavirus

Covida, una aventura en medio de la incertidumbre

Foto de un puesto de toma de muestra para detección de coronavirus.
Covida adecuó puntos de toma de muestras en los parqueaderos de los centros comerciales Unicentro y Centro Mayor. Foto: Felipe Cazares

Covida, una aventura en medio de la incertidumbre

En la misma semana en que la Organización Mundial de la Salud declaró la COVID-19 como pandemia, nació en Uniandes un proyecto innovador que busca complementar las estrategias de las autoridades de salud y que se ha ido adaptando a medida que avanza la epidemia en Bogotá.

Por Adriana Díaz

Silvia Restrepo, vicerrectora de Investigación y Creación, sabía que en su laboratorio podrían hacer pruebas para detectar el virus causante de la COVID-19. Un día, al escucharla, Eduardo Behrentz, vicerrector de Desarrollo y Egresados, exclamó: “¡Hagamos un millón de pruebas y las regalamos!”. Comenzó una marcha contra el reloj para echar a andar lo que pocos días después ya tendría nombre: Covida, con el que el profesor Rachid Laajaj, codirector científico del proyecto, presentó una propuesta que obtuvo financiación del Banco Interamericano de Desarrollo.

Se fueron armando equipos de trabajo para preparar los diferentes escenarios requeridos. Una complejidad que nadie imaginaba y que ha exigido articular saberes científicos, técnicos y logísticos. Un proyecto en el que, en palabras de Luis Jorge Hernández, su director epidemiológico, todos los saberes son válidos.

Mientras Silvia buscaba dónde instalar el laboratorio, Martha Vives, vicedecana de Investigaciones de la Facultad de Ciencias, conformaba una brigada de voluntarios y Eduardo lideraba la consecución de donaciones y la compra de los kits de toma, transporte y procesamiento. Cada uno extendiendo su saber y su experiencia para contribuir en la respuesta a la epidemia causada por un virus que había transformado la interacción humana en todo el mundo.

Los recuerdos de Silvia, Martha y Eduardo de esas primeras semanas están atravesados por la incertidumbre del momento. Uniandes fue de las primeras instituciones del país en tomar medidas frente a lo que se veía venir. El 9 de marzo, tres días después de reportarse el primer caso positivo para COVID-19 en Colombia, la Universidad canceló viajes internacionales. Cuando se decretó la cuarentena estricta en el país, ya había decidido virtualizar las clases e implementar el trabajo en casa.

“Cuando nos lanzamos a decir que íbamos a tener el laboratorio no sabíamos en dónde lo íbamos a poner” recuerda Silvia. Inicialmente pensaron en el Laboratorio de Secuenciación Gencore, explica la bacterióloga Marcela Guevara, quien asistió al primer entrenamiento que hizo el Instituto Nacional de Salud (INS) para la detección del virus. “Le dije a Silvia: Gencore es muy pequeño para hacer todo lo que requiere la prueba, nos toca buscar un sitio”, añade Marcela, quien junto con la también bacterióloga Marylin Hidalgo y la bióloga Martha Lucía Cepeda, coordinaba en ese momento las actividades en Gencore. Fue Martha Lucía la encargada de dejarlo listo de acuerdo con los estándares del INS. “Es como mi bebé” dice con orgullo mientras explica todas las condiciones de bioseguridad que debe cumplir, dado el patógeno que se procesa allí.

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A Martha Vives, por su parte, le rondaba la idea de que si se iban a procesar muestras se necesitaba quién las tomara. Ello con una premisa clara: la seguridad de los brigadistas y de las personas a quienes se les practicara. Rápidamente consiguió voluntarios para hacerlo. “Más de los que podía aceptar” recuerda, pues debían tener contrato con la Universidad y cubrimiento de EPS y ARL.

Entre tanto, Eduardo empezó a ver la dimensión del proyecto y comprendió que no sabía de qué estaba hablando cuando propuso el millón de pruebas. “Empecé siendo irresponsable, pero pronto entendí que se iba a requerir un esfuerzo titánico. Como investigador me gustan los proyectos complejos y este lo ha sido”, dice al recordar esos primeros días de Covida. La meta se ‘aterrizó’ a 100.000 pruebas PCR gratuitas para personas con alto riesgo de contagiarse y de contagiar a otros dada su ocupación y su alta movilidad en calle. Esto incluía a quienes podían salir en ese momento, dada la cuarentena estricta: trabajadores de la salud, domiciliarios, guardias de seguridad, taxistas. Se trataba de salir a buscar el virus, en lo que se denomina vigilancia activa. En ese momento, las autoridades de salud hacían vigilancia intensificada: tomar muestras a quienes presentaban síntomas. Marzo fue un mes vertiginoso.

Una aventura

El 3 de abril, el Laboratorio de Secuenciación Gencore recibió el aval del Laboratorio de Salud Pública de Bogotá para procesar muestras. En menos de tres semanas lo habían logrado. Empezó operación con un equipo de 25 personas para todos los procesos de análisis. Silvia recuerda la visita previa, requisito para la autorización: “Nunca había estado tan nerviosa desde el Icfes. Fuimos muy aventureros. Comenzamos a hacer las cosas sin saber para dónde íbamos”. En principio apoyaron a la Secretaría Distrital de Salud en el procesamiento de muestras, con unas 200 diarias; luego el apoyo se extendería al INS, a algunas regiones del país y, por supuesto, incluyó el procesamiento de las muestras de Covida.

La Brigada Uniandes, como se llamó el equipo inicial de toma de muestras, estaba conformada por tres estudiantes doctorales: Jaime Gutiérrez, Juan Camilo Farfán y Santiago Hernández; y por tres egresadas de posgrado asociadas como investigadoras: Ángela Holguín, Viviana Clavijo y Laura Tatiana Morales. A principios de abril estaba lista para empezar su trabajo.

Foto de brigadistas en una visita
La Brigada Uniandes visita oficinas y hogares para tomar las muestras. Foto: Felipe Cazares

Simultáneamente, el equipo de Filantropía dirigido por Carolina Ángel iniciaba el mes con donaciones por 190 millones de pesos, en la campaña “La prueba es de todos” y la Dirección de Servicios Administrativos vencía obstáculo tras obstáculo para importar los diferentes insumos que se necesitaban y que llegaron desde China y Corea principalmente. Mauricio Bello, jefe encargado de Operaciones, recuerda la presión de esos días con la anécdota de la diferencia horaria, pues uno de los proveedores estaba en India: “Cualquier consulta tomaba más tiempo”. A todo ello había que sumar las restricciones a los vuelos internacionales que se dieron en todo el mundo.

En otra orilla, se estaba conformando el grupo de investigación del proyecto. “Al principio había muchas personas y cada uno decía quiero que se haga esto con esos datos” recuerda Rachid Laajaj. Con el paso de los días y las discusiones académicas, el grupo quedó conformado por los médicos Luis Jorge Hernández y Andrea Ramírez, el economista Laajaj y Giancarlo Buitrago, médico y economista, director del Instituto de Investigaciones clínicas de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional y subdirector de investigaciones del Hospital Universitario Nacional. Se afinaron los objetivos: apoyar las estrategias de vigilancia epidemiológica de las autoridades sanitarias y proporcionar información que contribuyera a tomar decisiones de política pública para el manejo de la pandemia.

Las primeras muestras a participantes del proyecto Covida las tomó la Brigada Uniandes el 18 de abril. Seis días antes de conmemorar el aniversario número 71 del inicio de clases en Uniandes, ocurrido el 24 de abril de 1949. La idea había tomado forma, la aventura apenas comenzaba; igual que en los primeros días de esta universidad.

Hagamos un piloto

José Sánchez tiene 28 años, vive con su esposa y dos hijos pequeños. Trabaja repartiendo correspondencia en Bogotá. Cuando le ofrecieron hacerse la prueba aceptó porque quería proteger a su familia y recibió a los brigadistas en su casa. “Varios me dijeron que no, que eso todos los que le hacen la prueba terminan positivos, pero dije no, necesito hacérmela, no es nada del otro mundo y más aún si es gratis”, resume José.

Tomar la muestra dura menos de un minuto, los participantes pueden escoger entre uno de los dos puntos fijos o a domicilio, como lo hizo José. El resultado tarda en promedio dos días. Construir el proceso que hay detrás tardó varias semanas y enfrentó a los miembros del equipo Covida a retos nuevos cada día, que les exigieron, entre otros, altas dosis de inteligencia emocional, aprender sobre temas ajenos a su formación y experiencia, y largas jornadas de trabajo. Era tan nuevo todo lo que se quería implementar y tan diversos los obstáculos que muchas de las reuniones diarias del equipo logístico del proyecto concluían con la frase “hagamos un piloto”, para avanzar, aunque la solución no fuese la final.

En el caso de Maribel Rincón, coordinadora logística del proyecto, y su grupo, en pocas semanas aprendieron sobre las características de los equipos de protección personal, los hisopos apropiados, los estándares de las neveras para el transporte y almacenamiento, entre otros aspectos. Además, desde la primera salida de la Brigada empezaron a diseñar flujogramas y procesos para garantizar la seguridad de brigadistas y muestras.

En otro lado de la tras escena, el ingeniero Alejandro Segura y su equipo diseñaban un sistema de información sobre una plataforma de CRM que permitiera gestionar de manera segura y confidencial los datos de los participantes, así como garantizar la calidad de los mismos y cumplir los requerimientos de información del proyecto. Sin ese insumo, se verían afectados los análisis de los investigadores. El valor de los datos, más allá de la investigación, está en que ayudan a reducir la incertidumbre, como afirma Giancarlo Buitrago.

Maribel y Alejandro ayudaban a definir la ruta: convocar al participante, informarle sobre el proyecto, tener su consentimiento. De aceptar, pedirle una información médica, programar día y hora para la toma. Los casos positivos se notifican según lo establecido por las autoridades. A todos se les hace seguimiento de síntomas al día 7, al 14 y al 21 después de recogida la muestra. Discusiones sobre quién podría encargarse de eso, un centro de contacto o personal de salud, iban y venían. “Hagamos un piloto” fue la decisión, pues primó la segunda opción. ¿El argumento? La información inicial requiere criterio de alguien formado en salud. Andrea Ramírez armó con médicos recién egresados y estudiantes de Medicina de últimos semestres un centro de contacto.

Todo esto marchando al ritmo de la epidemia y de las decisiones gubernamentales, y luchando contra el tiempo para ofrecer información oportuna a las autoridades de salud. El optimismo reinaba: ¿Quién no querría hacerse gratis la prueba para saber si tiene o no COVID-19? En principio se intentó establecer convenios institucionales para garantizar suficientes personas y el criterio estadístico de representatividad. La Brigada ya había acumulado experiencia haciendo pruebas a domicilio. Pronto, esas dos ideas iniciales tuvieron que cambiar y adaptarse a la realidad de la epidemia, de la cuarentena, de las restricciones y de los miedos.

Empezó a vivirse una tensión que aún se mantiene y para la que cada día se buscan salidas, mediante pilotos, claro. Dos variables que van a diferentes ritmos: la capacidad para agendar participantes y la cantidad de listas de personas para invitar al proyecto. Para asegurar un buen número de participantes, hacer convenios con entidades aliadas parecía el mejor camino. Pocos lograron concretarse y ante la urgencia se cambió de estrategia. Por una parte, se firmaron acuerdos de confidencialidad para el manejo de datos personales y, por otra, se hizo un llamado masivo a las poblaciones de interés para que se preinscribieran a través de un formulario en internet.

Invitación a realizar la prueba del Covid-19 en Bogotá

En cuanto a dónde tomar las muestras, al hablar de cientos y miles de personas, fue evidente que la Brigada Uniandina no tendría la capacidad numérica suficiente. Lo que sí podían hacer los brigadistas era capacitar a otros: en la técnica de hisopado nasofaríngeo, en las condiciones de bioseguridad necesarias y en el etiquetado y almacenamiento. Incluso, en cómo brindar confianza a quienes se hacen la prueba.

Para facilitar la logística se instalarían puntos a los que irían, previa cita, los participantes. Alianzas con los centros comerciales Unicentro y Centro Mayor permitieron adaptar, en cada uno, un piso de parqueaderos para tomar muestras. Papel fundamental desempeñó en esa implementación Germán Otálora, jefe del Departamento Médico y de Seguridad y Salud en el Trabajo en Uniandes. Nueva carrera contra el tiempo por la aceleración de la transmisión del virus en Colombia y por la falta de claridad de los requisitos de la Secretaría Distrital de Salud de Bogotá, que daría su aval, para algo inédito en el país y además, en el marco de la emergencia sanitaria.

El punto de Unicentro empezó a funcionar a principios de junio y el de Centro Mayor a finales de julio, cuando Bogotá acababa de superar los 90.000 casos positivos y el país llegaba a algo más de 10.000 casos nuevos diarios. Con la puesta en servicio de estos dos puntos, la Universidad creó, además, los protocolos para toma de muestra a conductores, sin bajarse del carro, y a peatones, una de las varias contribuciones que han hecho a Covida los médicos Leonardo León y Pablo Rodríguez Feria, quienes también forman parte del equipo. Un aporte no planeado del proyecto y que estará a disposición de quien lo requiera en los próximos meses, así como toda la información técnica y científica, en el portal de Ciencia Abierta.

Además de los retos logísticos, Covida ha convivido con los miedos de la población. Como ese con el que intentaban disuadir a José cuando decidió hacerse la prueba. También el temor al aislamiento si el resultado era positivo. Aislarse es dejar de trabajar y para quienes viven de lo que consiguen día a día, no es opción. Tampoco lo es para quienes tienen contratos temporales o para los trabajadores de la salud que, en agosto, cuando los casos positivos alcanzaron el máximo en Bogotá, estaban al tope. Miedo al estigma. Muchos prefieren no saber. Todas esas voces llegaban al proyecto a través de las noticias y de los miembros del equipo.

Los retos continúan

Escribo esta historia, aún sin final, al cumplirse un mes de reapertura gradual de los diferentes sectores económicos en Bogotá. Hay cerca de 50 aliados en diferentes frentes. A diario se toman 500 muestras, cifra que va al alza. El Laboratorio Gencore ha procesado algo más de 80.000. La campaña de consecución de fondos finalizó en agosto y recaudó 12.000 millones de pesos. El centro de contacto evolucionó y se dividieron actividades. Por una parte, la empresa Emermédica, a quien se contrató para el proyecto, se encarga del agendamiento y del cuestionario médico inicial. Así mismo, se ocupa de tomar las muestras en los puntos fijos de Unicentro y Centro Mayor, a domicilio y en otros lugares, como hospitales, según las alianzas que se van estableciendo. Además, ha trabajado hombro a hombro con el equipo de Uniandes para implementar los protocolos creados. El centro de contacto inicial se enfoca actualmente en el seguimiento y rastreo de quienes dan positivo y de personas de su entorno.

La Brigada, bajo el liderazgo de Martha Vives, ha capacitado a personal de salud en Bogotá, Cundinamarca y Putumayo. Se encarga, además, de tomar muestras a poblaciones específicas de algunos convenios. Cada tres semanas se hacen la prueba PCR. En seis meses ninguno de estos brigadistas ha dado positivo para COVID-19.

El desafío inicial de adaptar los tiempos académicos y administrativos de la Universidad al ritmo de la emergencia se superó. La comprensión de Covida como un proyecto de investigación y, al tiempo, de vigilancia en salud pública ya empieza a dar resultados y los hallazgos comienzan a divulgarse en el Boletín Epidemiológico y en cápsulas informativas. Ahora, los análisis producidos por Covida están disponibles también en la Secretaría Distrital de Salud. Observatorio de Salud de Bogotá-SaluData.

Ante la nueva situación, el proyecto sigue adaptándose, sin apartarse de sus objetivos. Por ello, desde octubre está abierta una convocatoria amplia, bajo criterios epidemiológicos y estadísticos, a personas que han reanudado sus actividades laborales detenidas durante la cuarentena. Además de las ocupaciones inicialmente contempladas, se reconoce que ante la apertura de actividades hay más personas en riesgo de contagiarse y de contagiar a otros. Es mucho lo que aún se desconoce del virus SARS-CoV-2. Y como dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, el 5 de octubre: “Todas las situaciones pueden dar la vuelta. Y lo logrado con tanto esfuerzo puede perderse fácilmente”. La epidemia no ha terminado y todavía hay mucho por investigar.


Foto de Raquel Bernal Vicerrectora académica de Uniandes

Razones para regresar al campus

Razones para regresar al campus

“Un ambiente enriquecedor y las posibilidades de interacción con pares hacen parte primordial de la experiencia universitaria cuyos efectos sobre las habilidades humanas fundamentales son significativos”.

 

Por Raquel Bernal
Vicerrectora académica

El 13 de octubre reabrimos el campus para nuestras actividades académicas. Las instalaciones han sido adecuadas para cumplir todos los protocolos de bioseguridad y se han implementado los procesos indispensables para viabilizar el regreso de nuestros miembros. Si bien esperábamos que unos 5.000 estudiantes volvieran al campus a clases semipresenciales, la ocupación de las primeras semanas no ha sobrepasado el 8 % de ese estimativo. Durante los últimos siete meses, todos hemos aprendido a interactuar en la virtualidad, en algunos casos, de manera muy exitosa. Los estudiantes han reportado ventajas importantes como mayor flexibilidad y ahorros de tiempo y dinero. Sin embargo, es muy importante para la formación y el bienestar de nuestra comunidad que profundicemos nuestro regreso al campus y no lo pospongamos de manera indefinida.

Primero, la adolescencia y adultez temprana se reconocen como un segundo período de “sensibilidad” del cerebro durante el cual ocurre un proceso de reorganización y fortalecimiento de funciones humanas fundamentales. Este órgano contiene cerca de 86 billones de neuronas, cuyas conexiones entre sí determinan todas las funciones cognitivas, físicas y emocionales. Se estima que el cerebro tiene un millón de billones de conexiones que surgen principalmente en respuesta a los estímulos externos a los que se expone una persona.

Alrededor de los dos años de edad, el ser humano tiene el doble de conexiones neuronales que un adulto porque hay una producción excesiva. A partir del comienzo de la primera década de vida ocurre un proceso de poda de conexiones a través del cual se seleccionan las más sólidas. Por esta razón, algunos neurocientíficos definen la adolescencia y adultez temprana como un período de reorganización del cerebro. Durante esta etapa también hay un desarrollo sustancial de la corteza prefrontal de ese órgano, a cargo de funciones cognitivas complejas como la toma de decisiones, la capacidad de planeación, la autorregulación, la interacción social y la conciencia de sí mismo.

Foto de Sénea con tapabocas
Foto: Felipe Cazares

Este proceso de fortalecimiento y reorganización del cerebro requiere ambientes enriquecedores, oportunidades de aprendizaje y apoyo emocional. Las investigaciones reportan que a partir del final del período de adolescencia e inicio de adultez temprana el relacionamiento con pares es fundamental para consolidar algunas capacidades humanas como la interacción social, el reconocimiento de otros y la conciencia de sí mismo, la evaluación de emociones propias y ajenas, las habilidades de comunicación, de entender la perspectiva de otra persona y de colaborar, y la capacidad de confiar. Este ambiente enriquecedor y las posibilidades de interacción con pares hacen parte primordial de la experiencia universitaria cuyos efectos sobre las habilidades humanas fundamentales son significativos.

Cursos virtuales y presenciales de Educación Continua Uniandes

Segundo, el aislamiento y la falta de interacción social pueden tener consecuencias profundas sobre la salud mental. El sentido de felicidad y bienestar está íntimamente ligado a la posibilidad de relacionarse con otras personas y la capacidad de formar relaciones significativas. En ese sentido, la limitación a establecer esas relaciones con pares, en ausencia de actividades presenciales, puede impactar el bienestar físico y mental de los estudiantes y de los demás miembros de la comunidad. El objetivo principal de la semipresencialidad en el campus es permitir estas interacciones y facilitar la socialización indispensable para la percepción de bienestar. Todo esto es factible cumpliendo los protocolos de bioseguridad, y generando la confianza de que somos personas responsables preocupadas por el cuidado propio y el de los demás.

Foto del lavado de manos en el campus
Foto: Judy Pulido

Finalmente, la virtualidad ha afectado diferencialmente a nuestra comunidad con una carga quizás más alta para estudiantes más vulnerables y con situaciones económicas y familiares más complejas. Durante los últimos meses ha sido claro que no es fácil garantizar condiciones homogéneas para el aprendizaje en la virtualidad. Entre otros factores, se enfrentan limitaciones relacionadas con la conectividad, los espacios disponibles y las responsabilidades adicionales en las familias. En este sentido, es particularmente importante que los estudiantes en condiciones más difíciles puedan acceder a los recursos del campus en donde podemos garantizar oportunidades de aprendizaje más homogéneas para todos.

La implementación de protocolos de bioseguridad y la manera como hemos dispuesto la vuelta a clase tienen la intención de minimizar riesgos, no eliminarlos por completo. Eso sería imposible. Cada detalle ha sido pensado para mitigar el riesgo hasta donde sea posible. Con la contribución de cada miembro de esta comunidad para pensar en el bienestar común, podemos lograr un retorno gradual y lo más seguro posible. Los invitamos a regresar, es importante.


José Rafael Toro Director del Departamento de Ingeniería Mecánica

José Rafael Toro, genéticamente ingeniero

José Rafael Toro, genéticamente ingeniero

Foto José Rafael Toro
Foto: Fototeca Universidad de los Andes. Autor: Desconocido.

Con una trayectoria de 38 años en la Universidad de los Andes, José Rafael Toro ha dejado una huella indeleble como profesor, vicedecano de Ingeniería, decano de la Facultad de Ciencias, director del Departamento de Ingeniería Mecánica y vicerrector Académico. En reconocimiento, el Consejo Académico lo nombró profesor emérito.

Por Johanna Ortiz Rocha

Tiene un espíritu transformador, persistencia para introducir cambios que en su momento parecían extremos y capacidad para moverse en varias aguas: desde la docencia simple y llana hasta la participación activa en la formulación de la reforma curricular o del Estatuto Profesoral o en el montaje de un anfiteatro en el campus de la Universidad.

En 38 años de trasegar por los salones, oficinas y laboratorios de Uniandes, el profesor José Rafael “Pepe” Toro ha dado que hablar entre la comunidad universitaria. Unos admiran su mente formada para la exactitud matemática, los cálculos y las ciencias exactas; otros destacan su lenguaje directo y franco que adoba con altas dosis de humor o resaltan su capacidad de ejecución de proyectos perdurables.

Estas cualidades se las reconoce también el Consejo Superior al nombrarlo profesor emérito, un cargo vitalicio que alcanzan aquellos que hayan contribuido de manera excepcional a la Universidad de los Andes.

 

“Siento que llevo como 40 años recorriendo las mismas calles; no soy de los que llegan a las 6 de la mañana, pero sí estoy antes de las 8 o 9 para involucrarme con los estudiantes y en proyectos curriculares y académicos”, relata, vía Zoom desde su casa de Villa de Leyva a donde escapó después de meses de encierro por causa de la pandemia.

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En los últimos meses ha aprendido a usar las plataformas tecnológicas y los insumos virtuales para las clases que años atrás dictaba con una Coca Cola, un cigarrillo y un par de marcadores con los que “llenaba tableros de ecuaciones diferenciales”, tal como lo recuerda su alumno Juan Pablo Casas, hoy director del Departamento de Ingeniería Mecánica.

“Mi última reflexión es un agradecimiento a la Facultad de Ingeniería, a la disciplina de la ingeniería, que quiero no solo por ser la mía, sino por ser la arquitectura de mi cabeza; esa arquitectura de ingeniero que he usado para cosas muy distintas en la Universidad”.

José Rafael “Pepe” Toro

“Al comienzo —se refiere a esta nueva fase— me sentía cómo un bombero apagando un incendio con vasos de agua; ya en el segundo semestre implementé pizarras digitales y utilicé herramientas que funcionan mejor que un tablero de salón; pero cuando pasa algo tan disruptivo como lo sucedido con la pandemia, salen a la luz ciertos vacíos del mundo de la educación, por ejemplo que los estudiantes son muchísimo menos autónomos de lo que deberían, para ser jóvenes de 20 años; o la necesidad de encontrar una manera de evaluar distinta, que no sea con exámenes, para que la preocupación del docente no sea saber si se comete fraude o no. Nos volvimos profesores virtuales en un mes, puede que no lo hagamos muy bien, pero hemos aprendido y le hemos perdido el susto, ahora toca ver qué queda al final de todo esto”. En Villa de Leyva lo acompaña Myriam, su esposa, uniandina como él y sus hijos, que se dedica a la educación preescolar. Camilo y Juliana, ya adultos, son artistas y viven fuera del país desde hace varios años.

Su día transcurre tranquilamente entre clases, charlas con sus amigos y colegas y la música clásica, en especial la de Beethoven, a quien describe como un personaje muy singular, un rebelde total. También lee periódicos de varios países para estar al tanto de la actualidad política, internacional y colombiana. “No soy una persona metida en la política, pero estoy actualizado y tengo posiciones muy claras en esta materia”.

 

Un hombre de decisiones

La historia de Pepe Toro es la de un ser “genéticamente ingeniero”, pues dos generaciones lo preceden en esa profesión: su abuelo se graduó de la Universidad Nacional en 1899 y su padre de la Universidad del Cauca en 1940. Para seguir sus pasos, él se formó como ingeniero mecánico y magíster en Ingeniería Mecánica en la Universidad de los Andes y cursó su Maestría en Ciencias en Ingeniería Mecánica en la Universidad de Pittsburgh.

Proyecto de divulgación científica de la Vicerrectoría de Uniandes

 

Su recorrido como estudiante transcurrió durante la década de los 70 que, en cierta manera y a su juicio, eran los años 60 de Europa: “Fue una época tremendamente política, las universidades respiraban política, éramos una juventud muy crítica. Tengo un recuerdo muy grato, fue un paso hacia una vida autónoma, con la posibilidad de enamorarme de otras disciplinas y, aunque mi vocación por la ingeniería, las áreas de ciencias y las matemáticas siempre fue muy fuerte, agradecí estudiar en una institución que no fuera cuadriculada, donde uno podía combinar diferentes áreas y no estudiar solo ingeniería; una flexibilidad que ha estado en la Universidad de los Andes desde su nacimiento, pero que ha crecido con el tiempo y se ha podido afianzar”.

En esa educación multidisciplinaria en la que conviven las ciencias exactas y las ciencias sociales, José Rafael, el alumno que se recuerda a sí mismo como “noño noño, pero no tonto” encontró la versatilidad para ocupar diversos puestos de relevancia.

“En general, desconfío de todas las formas de autoridad: de la autoridad moral, intelectual, política o profesional de las personas que dan las órdenes. Me incomodan las órdenes a secas, prefiero discutirlas y entenderlas primero. Pero finalmente he sido juicioso".

José Rafael “Pepe” Toro

“He tenido muchos cargos dentro de la Universidad, lo cual ha sido agradable, aunque en su momento pudo ser estresante. Esos cargos administrativos no son un paseo, aunque debo aclarar que los míos tuvieron que ver con la parte académica, es decir, administrar profesores, estudiantes y programas. En estas posiciones hay épocas en las que toca trabajar muy duro, con horarios más intensos y con vacaciones en tiempos distintos. Pero es muy satisfactorio en el largo plazo ver que cosas que uno ayudó a construir perduran, que han sido exitosas y han significado mucho para el bien de la Universidad; es importante resaltar que todo esto se logró con mucha más gente porque nunca se construye solo, y con jefes maravillosos, en particular Carlos Angulo, un gran rector a quien le debo mucho”.

Como líder académico, ayudó a transformar la Universidad de maneras perdurables en múltiples dimensiones. Encabezó la reforma curricular orientada a 4 años de duración, “un anatema para Los Andes”, pues algunos pensaban que, por su causa, los estudiantes saldrían mal preparados, pero no fue así. “Lo que sucedió es que se desencadenaron nuevos intereses, por ejemplo, se dispararon los dobles programas, lo que produjo combinaciones interesantes, ingenieros estudiando arte y abogados estudiando música; esto también impulsó que ellos pudieran encadenar su pregrado con la maestría en un lapso de 6 años, algo muy provechoso para su etapa de profundización. Lo importante es que generó opciones para que los jóvenes puedan elegir”.

Tras los pasos de Pepe

 

Desde la Vicerrectoría Académica, también creó el Ciclo Básico Uniandino (CBU), impulsó la redacción del Estatuto Profesoral, logró la equidad entre facultades y un aumento de inversión para desarrollar planes investigativos e impulsó la ampliación de la planta física. La creación de la Facultad de Medicina fue uno de los trabajos que más lo entusiasmaron. “Cuando comenzamos, me advirtieron que eso era una cosa complicadísima y peligrosísima y que hasta podríamos quebrar la Universidad. Era algo que se había intentado en Los Andes, pero tal vez no se habían dado las condiciones. Arrancamos los estudios e invertimos más o menos ocho años desde que nació la idea hasta que graduamos los primeros médicos; ese logro lo llevo en el alma, aunque ahora no tengo nada que ver con esa facultad”.

De esa experiencia le quedan anécdotas: “Teníamos que montar un anfiteatro en la Universidad y, como usted sabe, estos sitios tienen cadáveres para que los estudiantes aprendan anatomía. No me acuerdo a quién se le ocurrió, pero había un espacio con un antiguo tanque enorme que alimentaba el Laboratorio de Hidráulica y ahí montamos el anfiteatro, al lado de la actual Facultad de Derecho. La entrada de los primeros cadáveres fue toda una tragedia, un acontecimiento secreto, no estábamos acostumbrados a esto en el campus de Uniandes”.

 

Foto de la fundación de la Facultad de Medicina
Durante la ceremonia de entrega de batas blancas a los estudiantes de la Facultad de Medicina. Foto: Fototeca Universidad de los Andes. Autor: Desconocido

 

Del trabajo en la Vicerrectoría le han quedado sus mejores amigos: "Los tengo jóvenes menores que yo y otros no tanto, y ha sido una fortuna conocer personas de tantas disciplinas e intereses, cuyo común denominador es que todos son nerdos”.

Treinta y ocho años después, siente que hay cosas pendientes: “Todavía creo que Los Andes puede ser mucho más flexible; desde la misma concepción de cada facultad y departamento podría ser una universidad donde la libertad de escogencia de caminos fuera mucho más abierta, aunque también habría que mover los límites de la regulación colombiana a la educación”.

 

Foto de José Rafael Torocon su familia
José Rafael, Camilo, Myriam y Juliana. Foto: Archivo familiar

Foto de Javier Serrano en conferencia

Javier Serrano Rodríguez, un estudioso de las crisis

Foto Javier Serrano
Foto: Archivo documental Universidad de los Andes

Javier Serrano Rodríguez, un estudioso de las crisis

Desde kínder mostró su capacidad innata para entender los números, su gusto por la lectura y su pasión por el deporte. Con los años se convirtió en uno de los mejores profesores de finanzas del país. Su trayectoria profesional ha estado ligada a la Universidad de los Andes, cuyo Consejo Académico lo nombró profesor emérito a mediados de 2020.

Por Luis Fernando Molina Londoño
Profesor de la Facultad de Administración
lmolina@uniandes.edu.co

El 13 de marzo de 1945, cuando Javier Serrano Rodríguez nació en Zapatoca, departamento de Santander, faltaban pocos días para que el pueblo recibiera la buena noticia del fin de la Segunda Guerra Mundial. Lo que parecía un buen augurio de paz duró poco, pues en 1947 Luis y Sara, sus padres, debieron desplazarse hacia Bucaramanga con sus seis hijos todavía pequeños, por amenazas.

La llamada Violencia de los años cincuenta tocó la puerta de la familia Serrano Rodríguez que vivía holgadamente de sus fincas y de su completo almacén de cueros. La sombra del conflicto posiblemente los persiguió en la capital de Santander donde un incendio destruyó el otro almacén de cuero que les daba el sustento. Quedó claro para todos que los esfuerzos de padre y madre se enfocarían exclusivamente en educar bien y con rigor a los hijos, pese a la muerte inesperada de Sara, que los dejó huérfanos siendo aún niños y adolescentes.

El empeño dio frutos y hoy el nombre Javier Serrano Rodríguez evoca de inmediato al más reconocido profesor de finanzas del país. Los Andes en Bogotá y la UIS en Bucaramanga son las jóvenes universidades que lo acreditan como suyo. Los mejores financistas presumen de haberlo tenido como maestro, condición que también le reconocen numerosos docentes del ramo en Colombia, y qué decir de algunos de los más destacados ejecutivos en la región que pasaron por sus cursos de pregrado, especialización y maestría.

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La historia de este emblemático profesor está marcada por su capacidad innata con los números, su gusto por la lectura y su pasión por el deporte, características que mostró desde kínder. Fue el mejor estudiante del Liceo Sagrado Corazón en primaria, del Colegio Santander en secundaria y de toda la Universidad Industrial de Santander (1963-1968). “Pagó” servicio militar y luego en la UIS pudo observar en forma directa, en el contexto de la Guerra Fría y de las revoluciones china y cubana, cómo tomaban fuerza las posiciones extremistas de izquierda y anarquistas que no solo originaron las más radicales protestas estudiantiles, sino el Ejército de Liberación Nacional (Eln) al que ingresaron varios de sus compañeros de la Universidad, incluido el muy célebre y brillante Jaime Arenas, cofundador de esa guerrilla.

Javier Serrano estudió Ingeniería Eléctrica y en vez de conseguir trabajo en Ecopetrol o en alguna multinacional o gran empresa colombiana, como era costumbre en Santander, decidió continuar con un posgrado en la joven especialidad de Ingeniería Industrial, en la Universidad de los Andes. Su talento rápidamente se hizo evidente y pronto se vinculó como profesor en la Facultad de Ingeniería. Su ideal de formación integral, que asimiló de manera natural en la UIS, armonizó perfectamente con el modelo de Uniandes. La historia, la sociología, la filosofía, las artes, la política y las ciencias naturales debían absorberse y conectarse permanentemente en el ejercicio académico y profesional. Por eso no fue raro verlo después haciendo la Maestría de Ciencia Política y participando en la organización del Cider.

Foto de Javier Serrano
Serrano fue el encargado de ofrecer unas palabras en la ceremonia de grados de posgrado en el primer semestre de 2016. Foto: Alejandro Gómez / Archivo Universidad de los Andes

En medio de los turbulentos tiempos de la protesta estudiantil de 1970 en Uniandes y el país, decidió seguir la carrera académica: inició becado su Ph. D. en la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos; se convirtió en asistente de un destacado profesor, al tiempo que desarrolló su pasión por el béisbol, no solo porque podía conseguir pases de cortesía para ver los partidos en PNC Park, sino por las estadísticas, la sabermetría para predecir el desempeño de los peloteros y el cálculo, propios del juego. En un partido de béisbol, una mente calculadora no se aburre. Gracias a que el campo de los Piratas de Pittsburgh estaba cerca de la Universidad, pudo conocer a casi todas las estrellas de las grandes ligas. En 1971 asistió a los partidos con que los Piratas ganaron una de sus cinco series mundiales.

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Regresó en 1973 para comenzar su carrera definitiva como profesor, que ha combinado con su trabajo en organismos del Estado y en algunas empresas del denominado Grupo Santo Domingo, del que fue alto directivo. También fundó su propia firma de consultoría, con la cual desarrolló una intensa labor de integración de la Universidad de los Andes al sector público y privado. Y ese conocimiento y experiencia sobre lo público y lo privado lo lleva al aula. Lo aprovecha para diseñar los ejercicios con que los estudiantes aprenden, porque él no enseña. Acompaña. Su docencia se basa en conocimientos y habilidades “vividos”. Los alumnos confirman que su profesor tiene “mente matemática y financiera”, cuando da la respuesta exacta a un ejercicio antes que el Excel y las calculadoras. A los 75 años y después de 50 años dictando clase, sigue maravillándolos con lo último en tecnología y contenidos en finanzas. Está ubicado en la frontera del conocimiento de su disciplina. “Siempre nos sorprende con lo último. Siempre a la vanguardia. Nunca repite. Cada clase la prepara con mística. Llega con media hora de anticipación al salón para ultimar los detalles. Nunca se puede entrar después de la hora exacta. Al terminar, siempre se queda otro tanto cuando algunos estudiantes quieren hablar sobre los casos reales que comparte en el aula. Y entre el ‘siempre’ y el ‘nunca’ que lo caracteriza, una clase nunca es igual a la otra”, dice Ángela Carrillo, una de sus alumnas de la Maestría en Finanzas.

En su paso por la decanatura de la Facultad de Administración logró crear una Escuela de Posgrados e impulsar los programas de educación ejecutiva, que han llevado a Uniandes a tener una fuerte presencia fuera de Bogotá. Además, dio forma a la Vicerrectoría Administrativa y Financiera, creada para asumir su expansión y mayor complejidad. Es su atávica capacidad de anticiparse al cambio.

Una de sus pasiones académicas es el estudio de las crisis. ¿Por qué un hombre tan exitoso observa tan apasionadamente las crisis ¿Por qué gusta tanto de estudiarlas? ¿Por qué en vez de evadirse se mete estoicamente a observar organizaciones y mercados en crisis? Las “crisis” lo han acechado desde que nació. Las ha sufrido, observado, estudiado, comprendido y enfrentado. Con gran serenidad busca respuestas y propone alternativas. La de 2008 —frente al auge de las hipotecas basura y la falta de control sobre los derivados financieros en EE. UU.— ya la veía venir muchos meses antes de su estallido. En sus clases sobre mercados financieros y en los Foros de Actualidad de la Facultad de Administración lo sustentaba con claridad.

Sin duda, su capacidad natural para el cálculo matemático y su “manía” de mirar pasado y presente en perspectiva de largo plazo le permiten saber casi siempre, con mucha “aproximada certeza”, que las crisis están cerca. Intuye sus características, dimensiones y consecuencias. Pocos las aceptan cuando él las anuncia con su sonrisa. Pero ocurren. Por sentido común, la perspectiva histórica hace que sus explicaciones sobre eventos ya ocurridos resulten correctas.

Desde que nació en Zapatoca cuando terminaba la Segunda Guerra Mundial y Colombia empezaba su ya larga historia de Violencia, Luis y Sara estaban convencidos de que la educación era la mejor vía para superar la adversidad; los hijos también lo comprendieron; Javier Serrano Rodríguez ha sido el profesor perfecto para los tiempos turbulentos que ha vivido el país.


Foto de Patrick Antolin

Patrick Antolin, el uniandino detrás del esclarecimiento de un enigma solar

Foto de Patrick Antolin

Patrick Antolin, el uniandino detrás del esclarecimiento de un enigma solar

En septiembre de 2020 la revista científica Nature Astronomy publicó el hallazgo de un equipo de científicos encabezado por este astrofísico colombofrancés que, hasta el momento, plantea la hipótesis más fuerte para resolver el misterio de por qué la corona solar, a pesar de ser la capa externa, es mucho más caliente que la superficie del sol.

Por Laura Natalia Gómez Londoño

Desde pequeño, Patrick Antolin ha vivido orbitando el mundo y estudiando las estrellas. No solo disfruta mirándolas por fuera, sino que entra en ellas para explorar a fondo los misterios que esconde el universo.

Ese gusto nació cuando se deslumbró con la hidrodinámica; la rama de la hidráulica que estudia el movimiento de los fluidos se le hacía mágica, el agua parecía salir de las páginas de Le mur du silence para marcar su camino; así este cómic de ciencia del astrofísico Jean-Pierre Petit le dio las primeras pistas para hacer una carrera que lo llevaría a hacer un aporte significativo para develar una de las mayores incógnitas de las estrellas, y en particular de nuestro sol: el enigma del calentamiento de la corona solar, que podría traducirse en que, aunque sea contradictorio, si estuviéramos alrededor de una fogata, sentiríamos más calor al alejarnos de las llamas.

Tras cuatro años de investigación, él y su equipo descubrieron un fenómeno llamado nanojets que explicaría por qué la temperatura alrededor del sol es entre 200 y 500 veces mayor que la de la superficie del astro. Este hallazgo le da sustento a la teoría formulada por el astrofísico Eugene Parker acerca de que este misterio se produce por un mecanismo fundamental de los gases magnetizados llamado reconexión magnética.

Proyecto de divulgación científica de la Vicerrectoría de UniandesLa trayectoria de Patrick ha sido la de un cometa nómada: su madre es colombiana y su padre francés; de ella aprendió las expresiones bogotanas que lo hacen hablar como si fuera rolo, y de él heredó el marcado acento extranjero con que pronuncia su español. Nació en Senegal y de niño y adolescente vivió en diferentes países de África, América Central y América del Sur, se graduó del colegio en Roma y en ese momento decidió tomar su propio camino y venir a Colombia.

Lo hizo porque siente una conexión magnética con el país; quería conocer y vivir ese lugar donde estaba gran parte de su familia y de su infancia, pero también para cursar sus estudios de pregrado en Física y Matemáticas en la Universidad de los Andes.

Ese encuentro inicial se dio por el lado de las ciencias, pero, luego, tuvo otro ingrediente: “Cuando me fui de Colombia y estudié en otras universidades, me di cuenta de la excelente calidad en la educación que obtuve, y además que Los Andes es la más bonita de todas” cuenta.

También resalta la posibilidad que le dio la universidad de armar su plan de estudios, pues tener materias electivas en campos diferentes a la física y las matemáticas no solo era un descanso para la mente, sino un complemento para su vida; fue así como empezó a estudiar japonés, un pasatiempo que le abrió las puertas a un país que se destaca por sus investigaciones sobre la física solar, campo en el que ha desarrollado su carrera.

Equilibrar dos pregrados en ciencias mientras se estudia una lengua oriental parecía tan complejo como una misión espacial, pero Patrick recuerda que su vida era como la de otro estudiante: “Work hard and play hard, esa es la clave, el día a día era rebuscar libros en la biblioteca, mantener curiosidad por un tema y compartir con mis amigos en La Pola; es algo que no se podía dejar pasar”.

Las bibliotecas de Uniandes, de hecho, fueron su espacio habitual en aquel entonces y jugaron un papel clave en una época en que gran parte de la información no estaba disponible en Internet.

“El aprendizaje depende del ambiente que nos rodea. No es lo mismo leer un libro frente al computador que en una biblioteca o afuera al lado de un árbol. En una biblioteca el tiempo se detiene y lo que uno lee reverbera entre las paredes”.

De los libros de Los Andes saltó a Kioto, en Japón, pues se ganó una beca ofrecida por el Gobierno de ese país para estudiar su maestría y doctorado, y tuvo la posibilidad de hacer doble doctorado en Oslo (Noruega); después, en el difícil mundo de los posdoctorados en el cual se busca un balance entre la investigación y la construcción de una familia, viajó a Bélgica y regresó al país asiático, pero esta vez a Tokio, movido por lo que él describe como “el problema de los dos cuerpos” —dos puntos que orbitan alrededor de un centro, pero no se encuentran—, y que él aplicaba en su vida en ese momento, pues su novia vivía en Japón.

Ya superado el problema de los dos cuerpos Patrick se casó y ahora vive en el Reino Unido con su esposa y su hijo. Obtuvo la beca STFC Ernest Rutherford, una de las más prestigiosas del país, y una plaza de profesor de planta en la Universidad de Northumbria en Newcastle, y así ha podido dedicarse no solo a la investigación del problema de la corona solar, sino a la enseñanza y a explorar muchos otros fenómenos que se dan en diversas partes del universo, pues lo que se aprende en el sol puede extrapolarse a otras estrellas y cuerpos celestes.

“Algo único de la física solar es que los datos están disponibles en todo el mundo y son de libre acceso —señala Patrick para indicar que investigaciones como la suya podrían desarrollarse en cualquier país—; quizás lo más delicado sería hacer los modelos numéricos, simulaciones que requieren supercomputadores, pero eso no es un obstáculo para hacer física solar de vanguardia en Colombia”.

A su juicio, el país necesita, sobre todo, oportunidades para investigar, pues, aunque en muchas partes del mundo la enseñanza es un factor primordial, a veces se le da demasiado peso; al crear o aumentar los espacios y los fondos se podría atraer a personas nacionales o extranjeras para que hagan ciencia.

“El escape de cerebros es uno de los problemas de Colombia para la investigación y el desarrollo de la ciencia”.

El vínculo con Los Andes está marcado por su experiencia positiva como estudiante y por muchos compañeros y profesores; con varios de ellos ha mantenido contacto y no han faltado oportunidades para regresar a la Universidad como ponente o participante de algún seminario, espacios que considera fundamentales para incentivar a la gente joven.

Patrick Antolin continúa su camino por las órbitas del universo guiado por su intuición y manteniendo una visión general de las cosas para conectar su conocimiento con otros campos y así seguir adentrándose en las estrellas y en los misterios del universo.

El enigma del calentamiento de la corona solar

El problema del calentamiento solar es uno de los más grandes misterios de la astrofísica durante los últimos 80 años. El destacado científico Eugene Parker, quien inspiró el nombre de la Sonda Solar Parker, planteó la teoría que se basa en el campo magnético, insumo fundamental para que Patrick Antolin desarrollara una nueva hipótesis que nos acerca a resolver el enigma, en el que las misiones aeroespaciales como IRIS de la NASA juegan un papel clave.

¿Qué es la corona solar?

Es la capa externa de la atmósfera solar que generalmente está oculta por el brillo de la luz del disco solar.

Durante un eclipse, la luna oculta al sol y es posible ver esa capa externa de la atmósfera solar que es mucho más tenue y menos intensa y tiene forma de corona.

Foto de un eclipse
Créditos: Predictive Science Inc./Miloslav Druckmüller, Peter Aniol, Shadia Habbal/NASA Goddard, Joy Ng

¿Qué es el misterio del calentamiento de la corona solar?

La corona solar se conoce desde hace cientos de años, pero solo hacia la década del 40 del siglo XX, gracias al estudio espectroscópico de líneas de emisión de átomos, se descubrió que es más caliente que la superficie del sol, a pesar de ser la capa externa y encontrarse alejada de la fuente de energía. Mientras la fotosfera está a 6.000 grados centígrados, la corona puede alcanzar temperaturas de millones de grados.

¿Cómo afecta el problema del calentamiento solar al planeta Tierra?

La Tierra está dentro de la corona solar que, en algunos períodos, emite muchas más partículas que en otros. Este fenómeno se denomina viento solar y sus radiaciones afectan todo lo que sucede en el espacio, por ejemplo, las comunicaciones, el envío de satélites o misiones, los aviones que pasan por los polos e inclusive los sistemas eléctricos —ha habido tormentas solares tan fuertes que han dejado sin electricidad ciudades enteras—.

La Tierra cuenta con un escudo magnético llamado magnetosfera que nos protege de la radiación producida por el viento solar, pero es insuficiente y de ahí la necesidad de estudiar la actividad de ese viento.

"La tierra es como una cometa o un barco a merced del viento solar y las corrientes que este produce".

¿Por qué el problema del calentamiento solar lleva tantos años sin ser resuelto?

La clave del misterio está en que la energía que hay en el campo magnético del sol se transforma en calor cuando va emergiendo de su interior y forma el viento solar. Una de las principales dificultades para resolver el enigma consiste en que los humanos no estamos acostumbrados al campo magnético y carecemos de la intuición para entender cómo este influencia la trayectoria de las partículas.

Otro aspecto importante es que la corona solar es un gas muy tenue, su densidad es menor que la densidad del mejor vacío que se logra obtener en un laboratorio terrestre. Eso hace sumamente complejo el problema de la difusión del campo magnético para transformarlo en calor.

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¿Cuál es el aporte de Patrick a la resolución de ese enigma?

Es un avance teórico que contiene aplicaciones indirectas para entender los aspectos fundamentales de la dinámica de los plasmas (el gas magnetizado que conforma la materia visible del universo). Lo que se investigó es un proceso de reconexión magnética —concepto en parte desarrollado por el astrofísico Eugene Parker en los años 80 del siglo XX— lo que ayuda a saber cómo el campo magnético puede transferir su energía al plasma.

El campo magnético se puede visualizar como un conjunto de cuerdas tensas y en constante movimiento que tienen un punto de anclaje en el sol, de donde salen como un imán y cubren toda su superficie y el volumen alrededor del sol. Los gránulos que abundan en esa superficie hacen que las líneas se tuerzan y se enreden.

Según Parker, en algún momento, debido a ese movimiento, las líneas se rompen porque tienen demasiada energía y en ese proceso de ruptura o reconexión magnética se libera energía, pero es tan pequeña que es muy difícil de observar; ese destello de luz que se produce equivale a lo que Parker denominó una nanofulguración.

 

Esquema cortesía de Patrick Antolin
En el video se muestra la interpretación física del nanojet. La estructura en forma de bucle que se ve en la figura 1 está esbozada en el panel a. Las líneas del campo magnético se juntan (curvas verde y rosa) formando pequeños ángulos de desalineación (panel b). La reconexión ocurre entre un par de líneas verde-rosa (panel c). El plasma calentado se desplaza transversalmente a la dirección general del campo (panel d). Este movimiento del plasma, transversal, rápido y en ráfagas, se ve como un nanojet.

 

La investigación de Patrick Antolin y su equipo da soporte a las nanofulguraciones enunciadas por Parker. Trabajando desde Escocia, Inglaterra, Estados Unidos e Italia, los cinco científicos observaron que la estructura coronal —conjunto de líneas del campo magnético con forma de bucle— al principio estaba fría, pero en un intervalo de 10 minutos se calentó —pasó de 60.000 a millones de grados—. Dentro de ella hallaron los nanojets, cada uno de los cuales estaba acompañado de una nanofulguración. Los hallazgos fueron modelados en supercomputadores a través de simulaciones numéricas para así dar soporte a la interpretación.

Aunque estos resultados demuestran que la teoría de Parker es plausible, se requieren más observaciones para establecer qué tan frecuentes son los nanojets y así extrapolar el resultado para resolver del todo el problema del calentamiento de la corona solar. En ese propósito deberán tener en cuenta que esta corona es muy heterogénea, razón por la cual es posible que los nanojets y la reconexión magnética sean el mecanismo de calentamiento solo para ciertas regiones del sol, como por ejemplo las regiones activas.

Para esta nueva etapa, necesitan instrumentos de nueva generación, con mayor resolución y sensibilidad. Ya está en curso la misión Solar Orbiter de la Agencia Espacial Europea que podría aportar imágenes para acabar de resolver el enigma.


Reescribir el género: concurso de cuento

Primer ganador del concurso de cuento: Reescribir el género

La Vicerrectoría de Investigación y Creación de la Universidad de los Andes y su Portafolio de Género, convocaron a sus estudiantes a participar en la primera versión del concurso de cuento Reescribir el género. Los participantes se postularon con cuentos inéditos en los cuales la reflexión sobre el género sexual fuera visible.

Los tres miembros del jurado, integrado por Fernanda Trías Patrón, Mario Barrero Fajardo y Carolina Blanco Chaparro, se reunieron de manera virtual para elegir al ganador, tras haber adelantado una preselección de nueve finalistas.

J. J. Muñoz Cárdenas, estudiante de la Maestría en Literatura, se convirtió en el primer ganador con su relato “Animales muertos en la carretera". El jurado resaltó su manejo sólido de la estructura narrativa propia del cuento corto. También la manera en la cual el cuento aborda el tema de género desde un ángulo novedoso, mediante una mirada oblicua fundada en el poder connotativo de la palabra y que genera una metáfora central poderosa.

A continuación, el texto del cuento ganador:

 

J. J. Muñoz Cárdenas, estudiante de la Maestría en Literatura

J.J. Muñoz Cárdenas

 

Animales muertos en la carretera

 

La hija y el padre llevan algún tiempo sin verse. La última vez todo terminó mal y ahora no será diferente. Ella conduce lento, muy lento. A él no le molesta porque así puede ver por la ventana y memorizar, hasta donde puede, los rasgos y el orden de los cadáveres que yacen en los costados de la carretera. Algunos todavía están en la mitad de la calzada. Son los más frescos, piensa él. Quisiera bajar a tomarles fotografías, pero sabe que ella no se lo va a permitir y además retrasaría el viaje. Es un pasatiempo al que le ha dedicado varios años y guarda aún la esperanza de exponer sus fotografías de animales atropellados.

Silueta de un animal del cuento Animales muertos en la carretera

A cambio de una amena conversación entre viajeros, suena una pieza de Argerich. El sonido frenético de las teclas incrementa la tensión. Él se atreve a bajar un tanto el volumen con la intención de decir algo que nunca dice. Solamente la mira: botas de cuero y pantalón de marca, un abrigo negro apeñuscado entre ella y el asiento, pelo lacio como el de su madre y una falsa concentración en el camino.

—¿Estás leyendo algo? —le pregunta ella sin apartar la mirada del frente.

—No mucho, revistas de cuentos y periódicos—. Vuelve el silencio incómodo por algunos minutos. Cerca de un letrero que anuncia una curva pronunciada aparece el primer cuerpo. Él baja el vidrio para tener mejor vista; se trata de un gato, lo que queda de un gato. La piel de su vientre está aplastada contra el pavimento negro y de lo que alguna vez fue la cabeza queda una mancha roja grisácea con una hilera de caninos bien conservados. Tres de sus patas aún lucen intactas. Era un gato amarillo con rayas atigradas. Calcula, por el estado de putrefacción, que debe llevar una semana allí.

—¿Y tú? —pregunta él sin dejar de buscar en la carretera próxima más restos de animales. Ella lo mira interrogante y baja otro poco el volumen del radio.

—Que si estás leyendo algo —dice con voz cansada.

—Sí, La bailarina del camafeo, una novela —dice ella esperando la respuesta, como el cazador que instala una trampa.

—No la conozco —dice él, mientras advierte que unos metros adelante hay otro cadáver. Esta vez es un ave. Una paloma o una tórtola. Sus alas están totalmente extendidas, dejando ver un ordenado y sucio plumaje. El cuerpo y la cabeza tienen ahora la forma tiznada que deja la frenada de una rueda. Diez o doce días, piensa él. Se pregunta por qué ella habrá querido traerlo. Tantos años sin verse y ahora pretende engañarlo con novelas que no existen.

 

Silueta de animal en la carreteraEl clima desmejora un poco. Ella acelera en dirección al cielo atiborrado de nubes negruzcas, cargadas de agua y truenos. Un nuevo cuerpo en la berma. Es un perro. Él baja otra vez el vidrio para ver. Tal vez un perro callejero o de una finca cercana. Tiene la apariencia de una dulce mascota durmiendo con sus ojos cerrados y su cola extendida. Está completo y se podría decir que su cuerpo guarda aún algo de calor. El único vestigio de la muerte es el hilo de sangre roja que resbala por la calzada. No más de tres horas, piensa él. Ella baja casi todo el volumen de la música de piano y con tono de advertencia le dice que ya terminó de escribir su novela. No hay respuesta.

—¡Papá, que ya acabé la novela! —. El hombre se sorprende, sobre todo porque lo llama “papá”. No sabe qué responder. Le pide que vaya más rápido para no partir el día en dos. La verdad es que él sabe muy bien que la lluvia fuerte limpia de las carreteras la sangre y los cuerpos de los animales muertos. La hija lo mira incrédula, disminuyendo la velocidad casi a cero.

—¡No voy a ir más rápido! Quiero almorzar en el camino y hablarte un par de cosas—. Además del pelo, tiene el mismo tono regañón de su madre, el mismo ímpetu. En la cabeza de él queda rebotando la frase: “hablarte un par de cosas”. Así mismo diría su madre. Kilómetros más adelante, otro perro. Este es un pastor alemán o uno muy parecido. En su costado putrefacto se puede ver una hilera de costillas amarillentas. Las patas y la cola no son más que un revoltijo de tejidos fétidos y sangre seca. Una numerosa colonia de moscas habita y merodea los restos. Varias de ellas salen y entran revoloteando por los agujeros en los que estuvieron los ojos. El hocico abierto es una caverna oscura y vacía que asemeja una carcajada siniestra. Es una lástima no tomarle una fotografía.

—¿De qué se trata? — Ella mira preocupada que el marcador del combustible está en rojo.

—¿Qué cosa, papá? —. Por segunda vez en aquel día y en quince años lo llama papá. Es inevitable el desasosiego que le produce esa palabra.

—Tu novela, ¿de qué trata? — Dice revisando el horizonte negro en busca de otro cadáver. Paran en la gasolinera en la que también hay un pequeño café. No es lo que ella tenía en mente, pero hay mesas y sillas. Un miedo repentino lo invade recordando que deben hablar “un par de cosas”.

—Justamente es sobre mi novela de lo que te quiero hablar, de lo que me pasó. De nuestra historia—. Lo mira fijamente con sus ojos húmedos y apunta con el dedo tembloroso al techo en el que trepida el aguacero. —Ya vengo, voy al baño— dice ella recordando que se prometió no llorar frente a él.—Es una autobiografía. La van a publicar el mes que viene. Es la historia de mi vida, de mi niñez. Todo—. Bajan del auto y caminan, ella adelante de él, hasta el mostrador. El padre pide un café oscuro, nada más. Mientras lo sirven, piensa que ya no hay luz natural para ver cadáveres. Las primeras gotas de lo que será un vendaval ya se oyen en el techo del local. Ella pide otro café. Una mesa sucia y pequeña con sillas 3 redondas atornilladas al piso en las que quedan los pies suspendidos en el aire. Dos cafés, canta la mesera mientras pone los vasos de cartón humeantes.

Ilustración del cuento animales muertos en la calle

La ve alejarse con su abrigo negro arrugado. Las náuseas incontrolables, provocadas por el miedo y la zozobra, lo obligan a salir del lugar. Tarda pocos segundos en quedar totalmente mojado. Arrastra los pies hasta la salida de la gasolinera y mira su reloj como si estuviera esperando a alguien. Un auto indiferente pasa a gran velocidad, levantando una ola de agua que lo deja tambaleante por un momento. Camina veinte o treinta pasos por la berma revisando que ya no quede rastro de ningún animal atropellado. Quiere cerciorarse de que no haya cuerpos desmembrados, aplastados o podridos por ahí. Las luces de un inmenso camión parten la cortina de agua en dos. Viene muy rápido, muy cerca. Sabe que no hay salida. Todo se va a saber. Sin dudarlo corre hacia el asfalto mojado.

Sentada en el inodoro, ella piensa si valió la pena traer a su padre. Sí, era necesario verlo y buscar en su mirada algún asomo de angustia o arrepentimiento. Sale del baño y encuentra la mesa con los dos vasos de cartón. Él ya no está. No le importa. Va a seguir sola su camino. Pero antes, va a tomar el café frío y esperar un rato a que escampe. Ella sabe muy bien que la lluvia fuerte limpia de las carreteras la sangre y los cuerpos de los animales muertos.

*Ilustraciones: Juan López

 


Inocencio Mosquera y su especial sobre tomar riesgos

Correr el riesgo para darle vida a un sueño

Correr el riesgo para darle vida a un sueño

Hace 4 años, tomó un bus que lo llevó de Fortul (Arauca) a Bogotá. Tenía miedo, pues era el primero de su familia en entrar a una universidad. Hoy lleva con orgullo su grado en Lenguas y Cultura y está a punto de recibir el de Ciencia Política.

Foto de Inocencio Mosquera Montañez.
En 2019, Inocencio fue uno de los 36 líderes colombianos, entre 18 y 28 años, que participaron en el One Young World (en Londres). Este evento convoca a jóvenes de más de 190 países, quienes con sus ideas ayudan a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Foto: Felipe Cazares

El 28 de febrero de 2009, cuando apenas tenía 11 años, Inocencio Mosquera Montañez abrió la puerta de ingreso a la universidad: se inscribió en un programa de lectura del que había recibido noticias por la radio y aunque no le interesaba el tema, quiso ser famoso, cerró los ojos y soñó con que su voz se oyera a través de una emisora.

Ese día salió de su casa campesina para golpear la puerta de la estación radial de Fortul, un municipio del departamento de Arauca marcado por la historia violenta de Colombia, y decirle no al charapo o machete —para la siembra o para la guerra—. Ahí conoció a Álvaro González Blanco, director de la Terulia Fortulee, comenzó a participar en las sesiones de lectura y, luego, lo contrataron en la emisora.

 

 

“Vivir en el campo me dio la disciplina, estudiar en una escuela rural me hizo ser competitivo, crecer en medio de la naturaleza despertó mi curiosidad, los valores cristianos de mi mamá me mantuvieron y la Tertulia Fortulee me hizo conocer otros mundos posibles a través de la lectura”, recuerda Inocencio cuando comparte los factores determinantes que lo llevaron a convertirse en un profesional con doble título de la Universidad de los Andes.

Es así como en 2020, con 22 años, se graduó de la carrera de Lenguas y Cultura y está a punto de terminar Ciencia Política. Hace su práctica en Fundación Corona y está postulándose para cursar una maestría en Alemania.

Gracias a que obtuvo uno de los mejores puntajes en las pruebas Saber Pro se ganó la oportunidad de tener una beca Ser Pilo Paga. Había crecido y estaba feliz. Ya no quería ser famoso, sino profesor de inglés. Sin embargo, don Álvaro le contó de la cantidad de universidades y carreras que podía escoger. “Vi lo que podía aprender en Lenguas y Cultura en Los Andes, me decidí y me presenté”, afirma.

Mientras llegaba la respuesta de la Universidad, Inocencio y su familia tuvieron que aprender a bajarles el volumen a las voces de sus vecinos y a subírselo a sus creencias y sueños. “Escuchar que todos decían que mi hijos nunca saldrían de esta pobreza me dolía porque yo misma a veces creía que era verdad… Pero recordaba que el único que puede cambiar nuestra mentalidad y realidad es Dios. Somos pobres, pero somos hijos de Dios y él todo lo puede”, recuerda Yolanda, su mamá

Cursos virtuales y presenciales de Educación Continua Uniandes

 

“Pensaba en que me iba morir si no me aceptaban, porque lo único que quería era ¡estudiar!”, cuenta Inocencio al acordarse de que, en medio de una jornada de trabajo en la emisora, recibió el correo más esperado de su vida. El asunto: ¡Bienvenido a la Universidad de los Andes!

Sin dudar y sin que el miedo de dejar a su familia lo paralizara, decidió asumir el riesgo académico y social al que se enfrentaba, pues los que sabían algo de Uniandes en Fortul no ahorraban esfuerzos en buscarlo para decirle que iba a fracasar porque no estaba preparado para esa universidad ni para la capital.

El 2 de enero de 2016, a las 5:00 a. m. estaba parado en la estación de Transmilenio de Las Aguas en el centro. Esperaba a quien le mostraría el lugar donde pasaría unas noches. Traía con él su ropa, un computador que le había donado el alcalde de Tame y 400.000 pesos que reunieron en una colecta comunitaria hecha por don Álvaro en la emisora.

Ese día, camino a la fundación en donde pasaría sus primeras noches en Bogotá, vía Choachí, alcanzó a ver el tamaño de la Universidad y contempló la inmensidad de la ciudad. Respiró profundo: “Tenía miedo, pero sabía que para hacer cosas chéveres debía unirme con gente chévere y estar en lugar de excelencia así que ¿por qué no?”.

 

Foto Inocencio Mosquera
Foto: Felipe Cazares

 

Inocencio hoy enfrenta nuevos retos y decisiones. Quiere cursar una maestría por fuera del país, pero también seguir trabajando, hacer muchas cosas por los niños de su región. Hoy se siente más listo que hace unos años. Está seguro de que hizo lo correcto al asumir el riesgo de transformar su historia y la de su familia.

“Hice algo bueno. Aprendí muchas cosas y construí relaciones valiosas. Hoy sé que no importa de dónde vengo, sino mis capacidades. Hoy conozco Bogotá, sé lo que pasa en el mundo, entiendo cómo la historia nos ha impactado y soy más consciente de que absolutamente todo lo que haga repercutirá en mi futuro, en mi región, en mi país”.

Foto Inocencio Mosquera con varios niños.
Inocencio viaja con frecuencia Fortul y se reúne con estudiantes de colegio para contarles su experiencia en la Tertulia Fortulee. Esta charla ocurrió cuando ya cursaba primer semestre de Lenguas y Cultura en Los Andes. Foto: Álvaro González

Haga parte de la campaña de Voluntariado Uniandes Fortulee

La campaña de voluntariado liderada por Inocencio tiene como objetivo incentivar la lectura, promover el pensamiento crítico, generar y fortalecer habilidades de comunicación, impulsar la paz y robustecer el tejido social.

Si quiere participar y seguir transformando la vida de niños y jóvenes de Arauca, en especial de Fortul, únase como voluntario a esta causa. Para más información escriba un correo a i.mosquera@uniandes.edu.co o conéctese por www.facebook.com/tertulialiterariafortulee.arauca


Nunca es tarde para aprender

Para aprender, cualquier edad es buena

Para aprender, cualquier edad es buena

Pese a su naturaleza cambiante, el ser humano tiene la necesidad permanente de aprender. La curiosidad, las imposiciones de actualización laboral o de adaptación al entorno o el simple gusto personal encuentran en la educación continua una respuesta para satisfacer esas demandas. Luna, Juliana y Marisol, tres estudiantes con edades, saberes y gustos distintos, cuentan su experiencia.

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“Loro viejo no aprende a hablar” dice un popular pero falso refrán. La ciencia ha demostrado que un cerebro que se mantiene activo no solo tarda más en desarrollar enfermedades neurodegenerativas, sino que puede adquirir habilidades y asimilar nuevos conceptos a cualquier edad.

No importa que su interés sea un segundo idioma, el yoga, la cata de vinos, el papel de la mujer en un período histórico, las guerras o el software. Siempre podemos ampliar el conocimiento, satisfacer la curiosidad o desarrollar o recuperar destrezas para responder al entorno laboral. En todos los casos se trata de ejercitar las neuronas para que las conexiones entre ellas se mantengan flexibles.

Diana Betancourt, directora de Educación Continua (EDCO) de la Universidad de los Andes, explica que un factor clave para poner en marcha este tipo de entrenamiento es la autodisciplina, dado que los programas exigen altas dosis de autonomía de los estudiantes. Pero los niños, por ejemplo, también necesitan acompañamiento, porque aún no saben trabajar solos.

Cursos virtuales y presenciales de Educación Continua Uniandes

Otro elemento esencial es tener claro el motivo que nos impulsa a tomar un curso (una actualización, el desarrollo de una habilidad, un gusto, una competencia); así como cuál es el área de interés (arte, ciencias o humanidades). La suma de ambas variables da como resultado un mayor compromiso del estudiante.

En esta época de pandemia la totalidad de las clases de Educación Continua en Los Andes se está impartiendo en modalidad virtual, lo que significa que los participantes deben contar con conexión a internet y tener conocimientos muy básicos del manejo de las plataformas y las herramientas digitales. Pero también reciben más beneficios: pueden asistir varios integrantes de la familia con una sola matrícula, lo que fortalece los lazos intergeneracionales; hay interacción con personas de distintas edades y de diferentes partes del mundo; el profesor de ayer puede ser el compañero de hoy, y la oferta de charlas, seminarios web y conferencias gratuitas es amplia.

“Durante la cuarentena, como Universidad buscamos ofrecer a toda nuestra comunidad diferentes espacios de aprendizaje. Fortalecimos líneas temáticas como liderazgo, actualización profesional, bienestar, calidad de vida, artes, ciencias y humanidades, a través de nuestros cursos y así mismo realizamos actividades gratuitas como nuestro ciclo de conferencias online”.
Diana Betancourt

Luna, Juliana y Marisol han sido estudiantes EDCO. Tienen edades distantes, gustos y saberes diferentes, y algo en común: pusieron en práctica la premisa de Albert Einstein: “Cualquier momento es bueno para aprender algo nuevo”.

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Foto: Julián Juntinico

Luna y la Escuela de Verano

Luna tiene 15 años, habla tres idiomas, sus mascotas se llaman como frutas y quiere ser microbióloga. Sueña en grande y su meta es ocuparse del cambio climático y el medio ambiente, incluso llegar más lejos que la mismísima Greta Thunberg, pues siente que tiene un compromiso con los seres vivos y el cuidado del planeta Tierra que habita.

Nació con un diagnóstico de parálisis cerebral por hipoxia, pero en el hospital de Cúcuta no contaban con equipos de oxígeno para neonatos, lo que le ocasionó retraso en el desarrollo de la motricidad gruesa y espasticidad en sus piernas. Gracias a la fisioterapia y la natación recreativa ha logrado superar sus limitaciones casi al cien por ciento.

A través de las redes sociales, las plataformas de video y los distintos canales virtuales que domina con destreza, como buena nativa digital que es, consume contenido educativo, webinarios y talleres gratuitos y de pago que puedan encaminarla lo mejor posible en sus estudios de educación superior. En Los Andes, fue alumna del curso de Ciencias de la Escuela de Verano 2020.

“Esta Universidad me brindó un ambiente seguro e incluyente —relata—. En la Escuela de Verano, que por la pandemia fue completamente virtual, profundicé en ciencias y me enseñaron a aterrizar los problemas cotidianos a través de las ciencias duras. Me gustó que encontré en mis compañeros un punto en común a pesar de que proveníamos de distintas regiones del país. La educación virtual es diferente, pero trae muchas ventajas, como la conectividad”.

La educación continua le dio la oportunidad de conocer investigadores destacados como la profesora Martha Vives, conocida como la científica de los fagos —virus que atacan a las bacterias—y cocreadora del proyecto Covida, una iniciativa liderada por la Universidad de los Andes para contribuir a la mitigación del virus SARS-Cov-2.

Juliana amplía sus puntos de vista

Juliana ronda los 40, nació en Armenia (Quindío), tiene sangre caleña, se crio en Bogotá, es ingeniera industrial de Los Andes y vive en España con su familia, hace más de 16 años.

Aunque trata de mantenerse conectada con sus raíces, con costumbres como comer arepa paisa, reconoce que, por ejemplo, no domina con precisión los dimes y diretes de la política colombiana y ya ha comenzado a olvidar algunas palabras del español “tan formal” usado en Colombia.

Debido a que su trabajo es todo en inglés, con nostalgia recuerda los modismos que tuvo que desempolvar en el primer semestre de 2020 cuando tomó los cursos de Educación Continua en Los Andes, esos que en la región catalana de Barcelona, donde vive, no usa.

Primero se inscribió en el de italiano que tanto había esperado y aplazado por falta de tiempo y del que se enteró por un correo de egresados. Después se antojó de dos cursos de coolhunting (modalidad del mercadeo y la publicidad consistente en cazar tendencias). “Se me pasaron las clases volando; a pesar de la diferencia horaria, no me quedé dormida, incluso se me acomodó mejor el tiempo. Terminaba mi jornada laboral y me conectaba”.

Para ella, de alguna manera, la virtualidad abona un buen terreno para la educación continua, pues amplía las posibilidades de conocer otros puntos de vista que impulsan el desarrollo laboral: “Cuanta más visión tengas de lo que está pasando, más enriqueces la conversación y el trabajo”.

Marisol, la estudiante asidua

Marisol es bogotana, estudió Ingeniería de Sistemas, Finanzas y MBA en Los Andes. En 2010 cuando era estudiante tomó el curso Tres Momentos en el Arte y desde entonces cursa un programa de Educación Continua cada año. Al principio, por no ser nativa digital, la asaltaban las dudas acerca de la calidad de la educación virtual y la probable disminución de la comunicación asertiva en los entornos digitales de aprendizaje. “He cursado poco más de 11 programas EDCO” dice y relata que incluso ha sorteado las barreras técnicas de la conexión remota hasta el punto de darles soporte técnico a los más grandecitos de la clase.

El confinamiento por la pandemia le facilitó cursar más programas de los que había pensado. En ellos ha podido compartir con gente de otras ciudades y países, como con una persona que vive en Suiza hace 40 años; o ha tenido compañeros formados en áreas distintas a la suya como un sacerdote. Eso sí, echa de menos los espacios del café y las charlas informales de la presencialidad.

Concluye que la diferencia de los estudiantes de los cursos de educación a lo largo de la vida con los de pregrado es que quienes los toman ya han acumulado experiencias que enriquecen su visión. “Llegamos con distintos puntos de partida, con historias muy distintas, movidos por un tema de interés común. Me he encontrado en cursos con profesores que ahora son alumnos, es un lujo tener esos profesores y luego compartir trabajos de clase con ellos”.

“En nuestro ciclo de conferencias online que desarrollamos desde abril, tuvimos la participación de personas de todas las edades, ubicadas en diferentes lugares del mundo. No necesariamente hay una correlación entre la virtualidad y la edad, depende de las temáticas de los diferentes cursos y actividades que ofrecemos desde Educación Continua”.
Diana Betancourt


Rubby Casallas decana de la Facultad de Ingeniería de Los Andes

“No me diga decana. Dígame profesora”

“No me diga decana. Dígame profesora”

La primera decana de la Facultad de Ingeniería de Los Andes lleva la docencia en la sangre. Ama viajar, le gusta la salsa y trabaja por dignificar el rol de la mujer en diferentes ámbitos.

Por Diego Pinzón Másmela
da.pinzon38@uniandes.edu.co
Foto de Rubby Casallas
Foto: Felipe Cazares

 

Rubby Casallas Gutiérrez sostiene con firmeza que no le gusta figurar. Es fácil notarlo: poco le atraen las cámaras y para la realización de esta nota recomendó que, ojalá, fuera de un párrafo.

Sin embargo, el 18 de agosto de 2020 su nombre sonó con fuerza: “Por primera vez en 70 años una mujer será decana de Ingeniería en Los Andes”, destacaba la revista Semana, y en igual sentido recogieron la noticia otros medios de comunicación.

“No me imaginé que iba a generar tanto bombo”, expresa la elegida, mientras desvía la mirada de la pantalla del computador al comenzar la entrevista.

De niña, en su natal Guateque (municipio de Boyacá ubicado a unos 110 kilómetros de Bogotá) pensaba en estudiar historia antigua, pero resultó tan buena para los números que terminó navegando en un mar de ecuaciones y algoritmos.

A los 17 años comenzó sus estudios en Ingeniería de Sistemas y Computación en Los Andes, en donde también hizo una especialización en Sistemas de Información en la Organización.

Ama viajar. Y aunque las huellas de la historia y los enigmas ocultos en palacios, mezquitas y basílicas de Turquía la cautivaron, eleva el tono y brota una ‘nostalgia positiva’, como dice ella, cada vez que recuerda su paso por Francia: una época de libros y estudio, pero también de amigos y de música. “Éramos muchos latinos. Íbamos de fiesta y era muy divertido enseñarles a bailar a los franceses”, y salta una sonrisa.

Empezaban los 90. Vivía en Grenoble, muy cerca de Suiza. Fue allí, en la Universidad Joseph Fourier, en donde realizó sus estudios de doctorado en Informática, en el área de Ingeniería de Software.

El gusto por la programación, que descubrió cuando era estudiante de pregrado, aún persiste y dice que no lo cambia por nada. Algo que podría compararse al escucharla hablar de salsa, de la Fania All Stars y de ese son latino que le dispara el ánimo.

Llegó al país después de haber dictado clase en el Instituto Tecnológico de Rochester (EE. UU.), y como docente ha empleado un estilo pedagógico que busca una conexión entre la academia y las necesidades de la sociedad.

Empezó en Los Andes como profesora asociada, en 1998, y apoyó los procesos de enseñanza de programación a estudiantes de pregrado de Ingeniería a través del proyecto Cupi2. Fue vicedecana de Posgrados e Investigación y profesora titular, siendo también la primera mujer de la Facultad en recibir estos dos nombramientos.

Cursos virtuales y presenciales de Educación Continua Uniandes

Además, fue coordinadora de la Especialización en Construcción de Software, que en 2013 se convirtió en la Maestría en Ingeniería de Software, primera completamente virtual de la Universidad ofrecida a través de la plataforma Coursera y que comienza en enero de 2021.

En la última década, ha publicado más de 70 documentos en su área de investigación, 17 de ellos artículos en revistas académicas. Según la plataforma Google Scholar, tiene a la fecha 1.800 citaciones. También ha sido asesora de seis estudiantes doctorales en Uniandes.

Su trayectoria, sin duda, ha marcado la vida de varias generaciones.

En un conversatorio entre decanas de Los Andes, en noviembre de 2020, realizado durante la semana #DeIgualaIgual, Rubby confesó que estuvo a punto de retirarse de la Universidad en búsqueda de un nuevo rumbo. Pero el reto de liderar la facultad le hizo cambiar de idea: “No seguí una carrera para llegar a este cargo. Se me atravesó y decidí aceptarlo —aclara—. No existió nunca una mujer decana en esta facultad, ni siquiera una candidata. Es un mundo de hombres, somos muy poquitas acá”.

Esta es apenas una de las razones por las que está convencida de que hay que romper con estos estereotipos creados por los medios de comunicación y por la publicidad. Por ello, parte de sus esfuerzos los ha destinado a fomentar nuevos espacios para que las mujeres se involucren en carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática, disciplinas que por tradición se han relacionado exclusivamente con hombres.

Ejemplo de ello, las iniciativas Mujeres en Computación (MEC) y Mujer, Ciencia y Tecnología, que lideró con su colega Kelly Garcés, profesora del Departamento de Ingeniería de Sistemas y Computación, quien siente gran admiración y aprecio por la profesora Rubby.

“Destaco su lucha por dignificar a la mujer en diferentes ámbitos, ya sea académico, industrial o familiar. Empezó con la iniciativa de mujeres en computación que buscaba desmitificar el rol de la mujer en ingeniería de sistemas”, resalta Garcés.

Rubby y Rochi, inseparables

Ocupar el cargo de decana no es tarea fácil. Le queda poco tiempo libre, aún más con esto de la pandemia, pero dice que es suficiente para compartir con Rochi, de 13 años.

Son inseparables y aunque ya está entrada en años, la pequeña schnauzer es la consentida de la casa: pasean, están juntas en reuniones y clases virtuales e, incluso, ven series de Netflix.

“La que más me ha gustado, Marco Polo, me la vi completica. Pero solo hubo dos temporadas — cuenta y expulsa un suspiro que evidencia esa pasión por la historia antigua que aún sigue viva—. Me da tanto pesar que las terminen cuando me engancho. Entonces, me veo un capítulo al día para que no se acaben tan rápido”.

Es analítica, pero a veces se acelera. Quisiera hacer tantas cosas a la vez y poder influir en tantas otras, que el tiempo no le alcanza. Es por eso que entiende que en este nuevo cargo debe hacerlas de manera gradual.

“No hay que desbocarse” le recomendó doña Ligia, su mamá, el día que se enteró del nombramiento. Y en últimas, cuenta la profesora Rubby: “Me conoce bastante bien y trato de seguir su consejo. Esto ha sido todo un aprendizaje: buscar un equilibrio y también aceptar que no puedo hacerlo todo y que no siempre lo que hago se va a percibir como bueno”, afirma.

Ha sido mentora de estudiantes y de otros profesores. Y sobre ello, Kelly Garcés no ahorra elogios: “Como profesora destaco su generosidad de tiempo para ser mentora de otros profesores, su dedicación para ayudarnos a escribir nuestros planes de carrera; para escucharnos en las clases y darnos tips de pedagogía; escuchar nuestros temores ante el escalafón profesoral y celebrar nuestras victorias”.

Y ese fervor y vocación, sin duda, ha sido una gran herencia de sus padres, ambos licenciados, profesores de colegio. “Mi papá en historia y mi mamá en español”, cuenta orgullosa Rubby, hermana mayor de Alejandra, optómetra, y de Jorge, ingeniero electrónico.

Al finalizar la entrevista, Rubby se despide y enfatiza: “No me diga decana. Dígame profesora o por mi nombre”.