“No voy a quedarme callada”
Foto: Angelika Rettberg
Valentina Ibarra cursa quinto semestre de Ciencia Política con opción en Derecho y Estado. Es beneficiaria del programa Quiero Estudiar Escala y se convirtió en la nueva presidenta del Consejo Estudiantil Uniandino (CEU). Dice que no guardará silencio sobre asuntos como el acoso sexual y el mansplaining (machoexplicación) entre los universitarios.
Cuando Valentina Ibarra vio que el ‘No’ superó al ‘Sí’ y terminó imponiéndose como vencedor en el plebiscito del 2016 para refrendar el acuerdo de paz con las Farc, no pudo contener las lágrimas. Lo que más le dolió fue ser menor de edad y no haber podido votar.
Ese evento fue un punto de quiebre para interesarse por la Ciencia Política como carrera, pues después de esas votaciones encontró su forma de manifestarse sin necesidad de una cédula: asistió a movilizaciones, comenzó a trabajar en iniciativas de paz y conoció a miembros del Comité de Paz de la Universidad de los Andes. Ellos la hicieron enamorarse de esta institución que daba debates trascendentales para el momento que atravesaba el país.
Con el ejemplo en su casa de un hermano mayor graduado de Música gracias a Quiero Estudiar, Valentina decidió abandonar la carrera de Negocios y Relaciones Internacionales que cursaba en otra universidad y presentarse al mismo programa de apoyo financiero.
Lo logró, y desde primer semestre se involucró en iniciativas relacionadas con el tema que la llevó a darle un giro a su futuro profesional. Ayudó a organizar las dos jornadas de conmemoración del Día de las Víctimas de Conflicto Armado, participó en el Día Paíz y llegó a ser directora del Comité de Paz de Los Andes.
El 10 de diciembre de 2019, esta bogotana de 20 años se convirtió en presidenta del Consejo Estudiantil Uniandino. “Creía que me conocían como la persona de la paz, que es un tema controversial, así que pensé que no me iban a elegir”, confiesa.
En entrevista con NOTA UNIANDINA comparte su visión de la educación, su preocupación por la salud mental de los universitarios y los cambios que quiere lograr en su período como presidenta del CEU.
Tuvo cinco minutos para convencer a los miembros del Consejo Estudiantil de que usted debía ser la presidenta. ¿Qué propuestas presentó en la asamblea?
La primera fue un plan de salud mental pensado por facultades y departamentos; también propuse ideas alrededor del acoso y el abuso sexual, como hablar con colectivos sobre los avances obtenidos y pensar cómo se puede reforzar el Protocolo MAAD (Protocolo para casos de Maltrato, Acoso, Amenaza y Discriminación), para así lograr que la Universidad sea un espacio seguro para todas las personas. Otro punto que toqué fue el de nivelar la cancha para todos los que llegan a estudiar a Uniandes, pues, aunque no es un asunto de capacidades, el colegio influye mucho en el nivel de inglés o matemáticas, por ejemplo; es muy difícil competir en igualdad cuando esta no existe. Por último, planteé una reforma de estatutos del CEU y mecanismos para lograr una mejor relación entre este órgano y los estudiantes.
“Mi trabajo cambió debido a la coyuntura del Coronavirus. Me enfoqué en garantizar que esta experiencia fuera la mejor para todos”.
¿Cómo deben manejar la salud mental de los estudiantes las instituciones educativas?
Esa es una pregunta supremamente difícil que nos hacemos en cada reunión. Lo primero es promover el autocuidado y que los estudiantes busquen ayuda a tiempo. Incluso me ha pasado que he esperado a estar realmente mal para pedir un salvavidas, cuando dos o tres semanas antes hubiera solucionado mi problema. A veces también hay una competencia entre nosotros mismos sobre quién está más colapsado o duerme menos. Eso genera una presión adicional, pues algunos sienten que no están aprovechando la vida universitaria por no participar en varias actividades al mismo tiempo. A todo esto se debe sumar el panorama laboral de los jóvenes; muchos se preguntan cómo van a conseguir un buen trabajo, pagar el crédito estudiantil o aportar dinero a sus hogares si no hacen doble programa o se meten en todos los extracurriculares posibles. Tenemos que encontrar alivios para que esta presión no sea tan fuerte.
¿A qué obstáculos se enfrenta una universitaria hoy en día por el simple hecho de ser mujer?
Uno muy duro es el mansplaining , que es cuando un compañero te interrumpe, dice que no sabes, intenta hablar por ti o minimiza tu idea. Tristemente también prevalecen el acoso y el abuso en las universidades. Además, tenemos un techo de cristal sobre nuestras cabezas: ¿cuántas mujeres logran dirigir compañías? Para nosotras será más difícil llegar a esos puestos debido a problemas estructurales.
¿Qué piensa hacer desde el CEU para romper techos de cristal y enfrentar el acoso y el mansplaining?
No quedarme callada. Expresaré mis opiniones. Cuando estas cosas estén pasando, las diré; traeré estos diálogos a discusión y los debatiré. Sobre el acoso, he intentado trabajar con los colectivos feministas, pues conocen este tema mucho más a fondo, al estar trabajándolo durante años. Debemos revisar el Protocolo MAAD y los problemas estructurales que llevan al acoso. Todavía no tengo una solución, porque no es algo fácil de resolver, pero debemos traerlo a la esfera pública, discutirlo, que esté ahí y que nos haga pensar.
¿Cuál es el legado más grande que quiere dejar al terminar su período como presidenta del CEU?
Todo lo que había pensado hacer en mi presidencia se vio desafiado por la pandemia. Por el momento espero que el CEU sea visto como una ayuda para los estudiantes en el momento más duro que probablemente vamos a enfrentar en nuestra vida universitaria, porque tuvimos que cambiar la forma en que entendíamos la educación.
“Disfruto debatir, escuchar perspectivas que no conozco y que mi interlocutor entienda por qué pienso lo que pienso”, dice Valentina.