Una contrarreloj virtual
A raíz de la pandemia provocada por el COVID-19, cerca de 1.200 millones de estudiantes de todo el mundo dejaron de asistir a clases presenciales, según cifras de la UNESCO. Para disminuir la velocidad de contagio del virus en Colombia, colegios y universidades cerraron sus puertas desde el 16 de marzo, un escenario para el cual Los Andes se estaba preparando desde finales de febrero. ¿Cómo ha sido ese tránsito hacia la virtualidad?
Cuando Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes, unió su saber de exministro de Salud con la veloz propagación de la COVID-19, entendió que las directivas de la institución debían moverse rápido. Tenían que garantizar la continuación de los 170 programas académicos formales y de los cursos de Educación Continua, mantener el funcionamiento administrativo de las 12 facultades y demás dependencias y, al mismo tiempo, poner una barrera a la diseminación del virus mientras el sistema de salud nacional se adecuaba para evitar su colapso.
Esta Universidad, fundada en 1948, es una comunidad conformada por 18.671 estudiantes, 756 profesores de planta y 1.030 de cátedra, y 2.373 empleados del área administrativa. Tiene poco más de 6.000 espacios, entre salones, laboratorios, aulas virtuales y múltiples, oficinas, bibliotecas, lugares de recreación y servicios sanitarios.Su área útil, a 2019, es de 165.202 m2 , donde se imparten 44 programas de pregrado, 33 de especialización, 76 de maestría y 17 de doctorado.
Cuando se desató la crisis, solo 1 de cada 3 profesores había tenido contacto con la educación semipresencial o totalmente virtual y pocos programas se ofrecían en estas modalidades. Aquí recogemos los pasos más significativos de esa carrera contrarreloj que debió acometer la Universidad para adaptarse a la enseñanza en un entorno digital.
LAS PRIMERAS MEDIDAS
A finales de febrero de 2020, se creó un comité de crisis en el que se definieron tres escenarios por enfrentar: prevención, antes de la llegada del virus; contención, cuando ya estuviera en el país para evitar su expansión; y mitigación. Por la experiencia en otros países, se tenía claro que, eventualmente, el campus tendría que cerrarse. En pocos días debían estar preparados para una situación sin precedentes.
Se analizaron los recursos disponibles y comenzaron a adoptarse buenas prácticas como la adecuación del campus con más dispositivos para lavarse las manos; el aumento de la frecuencia de recarga de jabón en los baños y de la limpieza (sobre todo de las superficies de las aulas de clase), y la expedición de directrices de distanciamiento social como no saludar con contacto directo.
También se tomaron medidas de cuarentena para estudiantes y profesores que estuvieran regresando de ciudades con alto riesgo de contacto o con síntomas de ser positivos para la COVID-19, de manera que comenzó a impartirse la enseñanza semipresencial. “Debíamos conectarlos a clase a través de la cámara del computador y utilizar micrófonos para transmitir el audio. La idea era que esos estudiantes pudieran asistir a sus cursos de manera virtual durante su cuarentena”, recuerda Raquel Bernal, vicerrectora Académica.
Acercamiento a la tecnología
Una de las barreras que se identificaron al comienzo fue el acceso a equipos y la conectividad para buena parte de los estudiantes, que ya habían partido a sus hogares durante la semana de receso.
Desde la Dirección de Servicios de Información y Tecnología (DSIT) se hizo un inventario de computadores portátiles y se contactó a los operadores de Internet para adquirir planes de datos móviles. Esta tarea se tradujo en las siguientes acciones hasta mediados de mayo:
- 592 computadores portátiles y 462 módems entregados en préstamo, enviados dentro y fuera de Bogotá.
- 30 dispositivos como cámaras web y micrófonos entregados en préstamo.
- 474 escritorios virtualizados en remplazo de las salas de computadores físicas para el acceso a software especializado; 5.707 usuarios únicos habían usado este servicio.
- 146 aplicaciones de software virtualizadas con un promedio de ingreso diario de 250 usuarios.
…“Estamos en un proceso de adaptación. Probablemente hay mucho que mejorar en la pedagogía. La virtualidad va a ser parte de la vida universitaria en todo caso. En posgrados, será un elemento casi esencial”.
Alejandro Gaviria,<br\>rector Universidad de los Andes.
TRÁNSITO A LA VIRTUALIDAD
Tras garantizar un mínimo de manejo y dotación tecnológica, entre el 16 y el 20 de marzo comenzó la siguiente etapa: cómo transitar a la virtualidad de manera ágil en un tiempo corto.
De la mano del Centro de Innovación en Tecnología y Educación (Conecta-TE), se prepararon guías que abordaban múltiples temas técnicos y pedagógicos, y se montó la página virtualidad.uniandes.edu.co, con recursos para apoyar a los profesores en la planeación del cambio. Se ofrecieron capacitaciones y talleres diseñados por 18 profesores voluntarios que tenían un poco más de experiencia en este campo. “No era formación exhaustiva, pero sí global, rápida y práctica (videos y guías) para que ellos pudieran hacer esa transición. Esa formación ha continuado desde entonces”, aclara la vicerrectora Académica.
Hasta mediados de mayo se organizaron más de 60 capacitaciones a profesores, estudiantes y administrativos en el uso de las herramientas tecnológicas disponibles para clases, reuniones y trabajos grupales de manera virtual. La asistencia a esas sesiones a la fecha mencionada fue la siguiente:
- 1.343 profesores.
- 1.373 administrativos.
- 483 personas atendidas en salas virtuales que soportan las clases remotas y el teletrabajo.
- 5 sitios web especializados desplegados para entregar información y recursos para las clases virtuales, con un promedio de 1.465 visitas diarias.
Un gran desafío
Uno de los mayores retos para los profesores fue escoger la modalidad para adaptar sus clases a un entorno virtual, pues habían sido diseñadas originalmente para ser presenciales. Las opciones son básicamente dos: sincrónica, cuando es dictada en línea en vivo, y asincrónica, cuando es grabada con anterioridad para ser consultada en cualquier momento.
En ambos casos, profesores y estudiantes aseguran que su trabajo se ha incrementado considerablemente, según dos encuestas hechas por la Universidad entre finales de marzo y comienzo de abril a 1.908 estudiantes y 440 profesores (las respuestas de los estudiantes son “demasiado” 21,4 % y “mucho” 38,1 %, mientras que para los profesores son 14 % y 56 % respectivamente). Si se le suma el aumento en las labores propias del hogar que tuvo lugar con el inicio del confinamiento obligatorio, es claro que el proceso de cambio no ha sido fácil y ha implicado una carga psicológica importante para todos los miembros de la comunidad. Pensando en esto, se han dispuesto varios canales de atención a través del equipo de psicólogos de la Decanatura de Estudiantes, los profesionales de la Casita Espinosa del Departamento de Psicología y las líneas de atención de la aseguradora de Los Andes.
Monitoreo de avances
Por medio de encuestas a profesores y estudiantes, desde la Vicerrectoría Académica se hace seguimiento a los avances de la estrategia de virtualización, con el fin de implementar en tiempo real las acciones necesarias para mejorar la experiencia de aprendizaje de los estudiantes, a partir de consejos concretos para los dos grupos.
“Estas incluyen recomendaciones como la creación de ambientes de interacción que no sean necesariamente alrededor del temario del curso, sino para discutir la situación personal y emocional de los estudiantes y promover el trabajo colaborativo para reducir el riesgo de exclusión y soledad”, asegura la vicerrectora Académica.
Para fomentar la concentración, se recomendó a los profesores dividir las sesiones en segmentos de 15 a 20 minutos, con pausas intermedias, y a los estudiantes tomar apuntes sin importar si luego van a recibir la presentación, porque les ayuda a procesar la información.
De igual forma, se sugirió comenzar puntualmente las sesiones para que haya al menos 10 minutos entre lecciones, fomentar el trabajo autónomo y la interactividad y ofrecer alternativas de conectividad, como otros canales de comunicación con el equipo pedagógico y con sus compañeros o la posibilidad de hacer trabajos en grupo fuera de los horarios de clase.
Finalmente, la principal recomendación es dialogar. llamado es a que profesores y estudiantes comuniquen todas sus sugerencias, dudas, comentarios, dificultades e iniciativas para mejorar día a día.
El Cabe señalar que en las respuestas de los estudiantes a la encuesta se evidencia que el 9,23 % está “muy satisfecho” con las clases virtuales y el 53,08 %, “satisfecho”, en contraste con el 8,35 % que se declara “muy insatisfecho”. Al mismo tiempo encuentran ventajas como el ahorro de tiempo y dinero y la promoción de la autonomía en el aprendizaje, pero han tenido dificultades con la velocidad de internet o con la comunicación con los profesores, entre otras variables. Por el lado de los profesores, la satisfacción con las clases es fundamentalmente “alta” y “muy alta”.
Docentes que apoyan docentes
Para facilitar la transición, en varias facultades los profesores con más experiencia se ofrecieron voluntariamente a asesorar a sus compañeros. Este es el caso de la Facultad de Administración, donde cuatro docentes decidieron dedicar parte de su tiempo a apoyar a sus colegas. “Desde nuestra experiencia, sabíamos que enfrentarse a este cambio podía ser difícil y que las capacidades de Conecta-TE se iban a ver desbordadas por todas las necesidades de la Universidad”, recuerda Rosa González, profesora de esta facultad y una de las promotoras de la iniciativa.
En un principio, el apoyo se enfocó en explicar cómo funciona Blackboard Collaborate, una plataforma de comunicación digital que permite crear salas virtuales, donde se pueden compartir presentaciones, el escritorio y la pizarra virtual, entre otros. “Nuestra propuesta es, al principio, mantener un modelo simple en la clase e ir poco a poco incorporando nuevas características de la herramienta”, comenta la profesora González.
Posteriormente los ayudaron a familiarizarse con las posibilidades que ofrece Sicuaplus para hacer las evaluaciones. Esta herramienta sirve como canal de comunicación entre profesores y estudiantes para compartir contenidos y realizar talleres, actividades y evaluaciones en línea.
LO QUE VIENE

El plan de la Universidad para el segundo semestre es la semipresencialidad en el campus, un modelo que se ajusta a la propuesta de alternancia definida por el Ministerio de Educación. Este busca combinar la virtualidad con la presencialidad, respetando todos los requisitos de bioseguridad determinados por el Ministerio de Salud. Sin embargo, la vicerrectora aclara que los cursos podrán ser totalmente virtuales o semipresenciales, dependiendo de la evolución de las circunstancias.
En el diseño de los nuevos cursos se pretende mejorar la preparación de los profesores tanto para los cursos 100 % virtuales como para los cursos blended, en los que se mezclan la enseñanza virtual, la asistencia al campus y el trabajo autónomo de los estudiantes.
“Ofrecemos un apoyo permanente al mejoramiento pedagógico de los cursos.Entre mayo y julio buscamos formar a los profesores de manera más articulada y pausada para que las clases en el segundo semestre de 2020 promuevan mejores experiencias de aprendizaje para nuestros estudiantes”, asegura la vicerrectora Académica.
“Apenas estamos planeando el retorno al campus, dependerá de las decisiones de las autoridades nacionales y locales respecto a las políticas de confinamiento inteligente, según la situación epidemiológica de la ciudad — comenta Alejandro Gaviria, rector de la Universidad—. En principio, tendremos grupos de estudiantes más pequeños en las aulas, talleres y laboratorios habilitados. Cada curso tendrá una frecuencia de presencialidad en el campus que se determinará según los objetivos de aprendizaje y las metodologías pedagógicas. Todas las clases serían grabadas para quienes no puedan o no quieran asistir al campus. La biblioteca estará abierta con capacidad limitada, y seguirán activos todos los servicios bibliográficos digitales. Se aplicarán pruebas de diagnostico de COVID para quienes lo soliciten, y se reforzará una pedagogía permanente de distanciamiento social; en fin, una nueva realidad”.
Profesores proactivos
El cambio en la modalidad de enseñanza se facilita por el interés que ha despertado la virtualidad en los profesores. De acuerdo con la encuesta entre 440 docentes, ellos quieren aprender nuevas estrategias pedagógicas (27 %), sistemas de evaluación (26 %), recursos para el trabajo autónomo de estudiantes (21 %) y herramientas tecnológicas (14 %), pues son los asuntos en que se sienten más débiles. Estos temas se vuelven muy relevantes en la virtualidad y, de seguro, serán de la mayor importancia cuando regrese la presencialidad.
Un factor que ha facilitado el constante mejoramiento de los cursos es el compromiso de los profesores con la comunidad y con sus estudiantes. A esto se suman un método de aprendizaje centrado en el estudiante y los altos estándares de preparación de los educadores, quienes son expertos en sus disciplinas y están formados para facilitar el proceso de aprendizaje.
“Todavía tenemos el reto de trasladar la excelencia académica de Uniandes a la virtualidad, un reto importantísimo de diseño pedagógico, de saber cómo alineamos los objetivos de los cursos con las actividades y evaluaciones que desarrollamos. Tenemos que transformarlos para que sean atractivos para los estudiantes, para que puedan tener la mejor experiencia”, concluye Rosa González.
RECURSOS BIBLIOGRÁFICOS

El Sistema de Bibliotecas de la Universidad tiene más de 500.000 documentos electrónicos, entre libros, publicaciones seriadas y tesis de grado. A raíz de la emergencia se incrementaron la digitalización y las bases de datos en 39 % para dar acceso a mayor cantidad de recursos bibliográficos. A partir del 16 de marzo de 2020, se han renovado 116 bases de datos (incluyen libros, estadísticas, revistas, imágenes y normas, entre otros); además, se han adquirido 16 bases nuevas y otras 29 se encuentran en evaluación para ser adquiridas.
De igual manera, con el apoyo de 25 profesores de distintas áreas del conocimiento, se está construyendo la primera biblioteca digital de Los Andes. Ya está funcionando en la plataforma Overdrive, con más de 2.700 títulos que se han activado en los últimos meses para apoyar la virtualización de clases, entre libros electrónicos y audiolibros.
Ediciones Uniandes, además, hizo pública una colección de más de 500 libros digitales para consulta de la comunidad uniandina.
EDUCACIÓN CONTINUA

A la par con los programas académicos formales, el área de Educación Continua también dio el vuelco hacia la virtualidad. Sus acciones han sido muy bien evaluadas por los participantes, y se reflejan en las siguientes cifras:
Cursos abiertos virtuales sincrónicos
- 8 en abril.
- 14 en mayo.
- 18 programados para junio.
- 93 % de asistencia a las sesiones sincrónicas.
- 25 % de asistentes conectados por celular.
- 75 % de asistentes conectados por computador.
- 4,6/5 calificación de los estudiantes a los cursos sincrónicos.
Ciclo de charlas gratuitas en línea
- 11 webinars realizados con 8.023 inscritos únicos y 5.309 asistentes únicos.
- 19 webinars en planeación.
- 57 minutos duración promedio de cada sesión.
- 8,7/10 de satisfacción general.
Presencialidad VS. virtualidad
Dos profesores de Uniandes cuentan su experiencia con las clases virtuales y cómo ha sido la cercanía emocional con los estudiantes, un factor que consideran esencial en su labor docente.
La rápida adaptación de los contenidos de clases a un formato virtual supuso una contrarreloj para los profesores, que no habían preparado sus cursos para ser dictados de esta manera. Tatiana Rodríguez, de Administración, y Esteban Restrepo, de Derecho, nunca habían dictado una clase virtual y trabajaron muy rápidamente para estar listos a tiempo. Tras varias semanas en esta modalidad, ahora tienen distintas posiciones frente al cambio.
A diferencia de Restrepo, Rodríguez sí tenía experiencia en la planeación de cursos virtuales, pues había apoyado a otros educadores en ese propósito. Al respecto cuenta: “Tenía la idea de que hacer un buen curso en esta modalidad requería meses de planeación, algo que consideraba imposible de hacer en la semana o dos que tuvimos para prepararnos”. Afirma, también, que siempre estuvo segura de que la tecnología podía ser una poderosa aliada de la educación de calidad. Actualmente, se declara encantada con la virtualidad.
Por su parte, Restrepo admite en un pódcast con Gabriela Gómez, de Conecta-TE, que veía con recelo este modelo de educación: “Nunca había pensado en la virtualidad como una opción. Mi posición pública frente a esto siempre había sido de bastante desconfianza. Hoy en día tengo una posición menos radical”. Él optó por un modelo sincrónico porque era el que más se ajustaba a cómo estaban planeadas las clases, aunque acepta que no han sido realmente virtuales, sino remotas.
Su temor se fundamentaba en que se pudieran recortar en exceso las características de su proyecto docente, basado en las interacciones a raíz de la expresión no verbal de los estudiantes. Para él, la clase presencial permite desarrollar una cercanía emocional que difícilmente se puede despertar en una clase virtual, aunque reconoce que se ha visto asombrado con lo que ha encontrado hasta ahora: “La virtualidad admite unas dimensiones de contacto emocional que me tienen sorprendido; puede ser porque todos atravesamos un momento particular, pero sigo sintiendo cercanía con los estudiantes. Obviamente, puede obedecer a que estuve ocho semanas con ellos de manera presencial”, comenta Restrepo, quien ha estado vinculado a la Universidad como profesor de planta por 15 años.
De igual manera, la profesora Rodríguez ha descubierto esa cercanía emocional. Siente que ha desarrollado una conexión especial con sus estudiantes, a quienes ha visto comprometidos con las clases. Además, en la virtualidad ha encontrado nuevas maneras de conectarse con ellos, con el chat de las herramientas y WhatsApp como grandes aliados: “A los introvertidos, por ejemplo, creo que les da nuevos canales para participar, para hacerse visibles”, comenta.
Sin embargo, el temor por la distancia emocional marcada por la naturaleza de esta educación —las interacciones se dan a través de una pantalla y no se sabe a ciencia cierta cómo es la respuesta de los interlocutores— es una realidad que siempre está presente, como lo recuerda la profesora Rosa González entre risas. Durante una de sus clases sintió que se había desconectado del salón: “No me gusta hacer un monólogo, pero por el diseño de esa clase en particular me tocó hablar mucho. En un punto, cuando no recibía ninguna reacción de los estudiantes, me preocupé y comencé a preguntarles insistentemente si seguían ahí. Para mi tranquilidad, estaban todos atentos y concentrados”.
Otras preocupaciones que tienen los docentes en esta coyuntura recaen sobre la salud mental de los estudiantes y sus limitaciones de conectividad, el tiempo que tienen que permanecer frente al computador, si deben compartir el equipo con otras personas del hogar —quizás por teletrabajo o por estudios en otra universidad o colegio—, su capacidad de atención durante la clase, la sobrecarga académica o si deben realizar quehaceres domésticos que antes no hacían.
Por lo pronto, Tatiana Rodríguez asegura que quiere experimentar y conocer más sobre la educación virtual; mientras que Esteban Restrepo está dispuesto a darle una segunda oportunidad cuando desarrolle los cursos que dictará en segundo semestre de 2020, los cuales pueden ser totalmente virtuales o semipresenciales, aunque mantiene su predilección por la presencialidad, a la que espera volver tan pronto como las condiciones de seguridad lo permitan.
… “Nunca había pensado en la virtualidad como una opción. Mi posición pública frente a esto siempre había sido de bastante desconfianza. Hoy en dia es menos radical”.
Esteban Restrepo, profesor de Derecho.