Nuestro Futuro, una cátedra contra la inercia socioambiental Entre el 21 de enero y el 10 de marzo de 2020, cada martes en Los Andes se llevó a cabo una sesión académica para contribuir a la toma de conciencia colectiv

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Entre el 21 de enero y el 10 de marzo de 2020, cada martes en Los Andes se llevó a cabo una sesión académica para contribuir a la toma de conciencia colectiva, a la generación de nuevas normas sociales y al diseño e implementación de nuevas políticas en lo concerniente a la crisis climática. Fue liderada por el rector Alejandro Gaviria, cuyas palabras en la inauguración de este espacio de reflexión reproduce NOTA UNIANDINA.

La cátedra Nuestro Futuro intenta, desde la academia, esto es, desde el rigor científico y la aceptación de la complejidad de los problemas; intenta, decía, incentivar una toma de conciencia, un mayor conocimiento sobre la crisis ambiental y sobre la urgencia de un cambio de verdad. La inercia, sabemos ya, conduce al desastre.

En la academia, casi como un axioma, tenemos que practicar una especie de optimismo primordial. Un optimismo sobre el mundo de las ideas, sobre la capacidad del conocimiento, el pensamiento sistemático y la disciplina científica para transformar la realidad. Puede ser una ilusión liberal, pero es una ilusión necesaria, imprescindible especialmente en esta coyuntura.

En relación con la crisis ambiental, con el motivo de esta cátedra, este optimismo plantea que no todo está perdido, que hay salidas posibles. Decía hace poco el médico colombiano Alex Jadad que la humanidad entró en una fase de cuidados paliativos. No queremos resignarnos todavía. La academia tiene que seguir fiel a los hechos, pero debe mantener al mismo tiempo un sesgo por la esperanza.

Nuestro papel es doble. Seguir construyendo conocimiento, seguir escudriñando el mundo con las armas de la curiosidad, el escepticismo y el ensayo y error. Pero no podemos quedarnos allí. Si nos quedamos en la torre de marfil, encontraríamos en el mejor de los casos una buena tribuna para apreciar la destrucción del mundo. Nuestra obligación es ser parte de un diálogo permanente con la sociedad. Debemos contribuir a la toma de conciencia colectiva, a la generación de nuevas normas sociales y al diseño e implementación de nuevas políticas.

Nada cambia definitivamente en el mundo, escribió el pensador liberal John Stuart Mill hace 160 años, si no cambian los modos de pensamiento. Quiero ahondar rápidamente en este punto por medio de tres ideas complemetarias que, en conjunto, brindan un contexto preliminar a nuestra cátedra.

La primera idea alude al gran escape de la humanidad (para usar las palabras del economista Angus Deaton), el gran escape del hambre, la ignorancia, la enfermedad y la pobreza. El progreso material ha sido sustancial, casi milagroso. La humanidad, en contra de los pronósticos más pesimistas, que siempre han sido mayoritarios y atractivos, ha logrado superar la trampa malthusiana del hambre y la pobreza.

El gran escape ha coincidido con la gran aceleración. La relación causal no es inmediata, pero la conexión es innegable. El aumento de la emisión de gases efecto invernadero, la mayor acidificación de los océanos, la deforestación y la pérdida de biodiversidad, entre otras tendencias, coinciden con el aumento del progreso material.

“Lo que es insostenible tiene que parar” dijo alguna vez un economista estadounidense.

La gran aceleración es insostenible. Tendrá que parar. Más temprano que tarde.

Hay otra gran aceleración que quisiera mencionar, una tendencia inquietante para la academia. Simultáneamente con la gran aceleración hemos visto una explosión de artículos académicos, libros, discusiones, revistas, etc. sobre sostenibilidad. La efervescencia intelectual es evidente. Los resultados no lo son. Nada o poco ha cambiado en la práctica.

Esto es así probablemente porque no han cambiado los modos de pensamiento, porque, entre otras cosas, la academia ha permanecido demasiado ensimismada. Esta cátedra es un pequeño esfuerzo por romper esa tendencia, por conectarnos con la sociedad. Si no logramos una conexión emocional con la gente, será muy difícil el cambio.

Abordaremos las tensiones, cada vez más evidentes, entre progreso material y crisis climática, liberalismo y acción colectiva, capitalismo y desarrollo sostenible. Abordaremos también los grandes debates éticos: desde la justicia climática hasta los derechos de los animales. En la última clase enfatizaremos el papel del arte y la creación en la solución de la crisis.

Confieso que existe una tensión entre la evidencia científica y la necesidad (ética, digamos) del optimismo que mencioné anteriormente. La lista de razones para el pesimismo es larga. La gran aceleración no es solo exponencial sino más rápida de lo previsto. La cooperación entre países casi imposible. La población crecerá en los próximos 30 años en miles de millones de personas y el ingreso se triplicará. Los interesados en que todo siga igual están más organizados y mejor apertrechados que aquellos que demandan un cambio. Muchos de los más afectados ni siquiera tienen voz.

Pero debemos al menos alzar la voz. De eso también se trata esta cátedra, de resistir con inteligencia, argumentos y cierto desespero, de insistir en la necesidad de un cambio así a veces parezca imposible. Nuestro futuro, queremos pensar, todavía puede ser distinto.

Este fin de año dediqué una parte de mi tiempo a leer algunos de los últimos ensayos de Aldous Huxley. Siempre me han parecido lúcidos, una suerte de jipismo realista. “La moral de la conservación —escribió Huxley— no concede a nadie una excusa para sentirse superior ni para reclamar privilegios especiales. ‘No hagas a tu prójimo lo que no quieres que te hagan’ rige para nuestra forma de tratar todo tipo de vida en todas partes del mundo. Se nos permitirá vivir en este planeta solo mientras tratemos a nuestro planeta con compasión e inteligencia”.

Nuestro futuro depende de este imperativo. Las ciencias, las humanidades y el arte son, creo, no solo nuestro gran legado (nuestra mejor forma de estar en el universo), sino también nuestra tabla de salvación. La gran acogida a esta cátedra es motivo de optimismo. Sugiere una impaciencia con el presente y una voluntad (así sea todavía incipiente) de cambiar nuestro futuro. En eso estamos

Portada de la Cátedra abierta Nuestro Futuro

La Cátedra

La cátedra Nuestro Futuro, ofrecida a través del Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina y el Caribe (CODS), propició debates éticos en torno a temas como los motores y retos de la crisis ambiental global, la afectación de los ecosistemas, la necesidad de construir ciudades sostenibles, la realidad del bosque tropical amazónico, los factores biológicos y científicos en el debate ambiental, la agricultura y los océanos, y el origen del Antropoceno nombre de la época geológica actual derivada del cambio climático.

Cada sesión incluía una conferencia magistral seguida por un conversatorio con el rector Alejandro Gaviria y preguntas del público. Además del rector, los conferencistas fueron Cristián Samper, Catalina González, Ana María Hernández, Dolors Armenteros, Ximena Rueda, Sandra Vilardy, Manuel Rodríguez, Germán Andrade y Manuel Pulgar-Vidal.

Reviva todas las sesiones de la cátedra en el siguiente enlace: Abrir aquí

“NADA VOLVERÁ A SER IGUAL”

Al término de las ocho sesiones de la cátedra Nuestro Futuro, el rector Alejandro Gaviria extrajo las siguientes conclusiones:

La vida en la tierra se conecta de una manera intrincada y maravillosa, pero a la vez esa complejidad tiene una dimensión inquietante: las irreversibilidades. Sabemos o sospechamos que cruzaremos unos umbrales —o ya los cruzamos—. Nada volverá a ser lo mismo que antes.

La fragilidad y la precariedad de los equilibrios biológicos nos obligan a aproximarnos a estos temas con modestia, con respeto y con pasión.

La gran aceleración también entra en una dimensión inquietante. Se refiere no solo a la velocidad en que se están dando los cambios con respecto al pasado, sino también con respecto a las proyecciones más pesimistas. Se necesita una toma de conciencia sobre la urgencia o la necesidad imperiosa de cambiar en un escenario donde las ventanas de oportunidades son estrechas.

No podemos caer en la estupidez de seguir haciendo lo mismo (para usar el lenguaje del escritor Sándor Márai). El acuerdo de París sobre descarbonización es bueno pero insuficiente. No podemos caer en la pasividad que se desprende, muchas veces, de la resignación.

Existe una asimetría de los hechos del cambio climático. Los conocemos bien, sabemos que sus causas no son otras que las actividades humanas. Hemos perfeccionado los elementos de modelaje: comenzamos a discernir las consecuencias probables, lo que va a ocurrir. Pero, al mismo tiempo, se cierne sobre nosotros una gran incertidumbre, que ya no es ateniente a las ciencias naturales, sino a las ciencias humanas, pues los problemas de la acción colectiva a escala global son difíciles de resolver y nos llevan a escenarios distópicos. La capacidad del ser humano, de nuestra comunidad, para enfrentar el problema y hacerlo a tiempo continúa siendo un interrogante.

Necesitamos reconstruir, o redefinir o concebir de manera distinta nuestra relación con la naturaleza, llegar a la nueva conceptualización que han hecho los chinos para construir una sociedad ecológica. Debemos abandonar el paradigma de que de un lado estamos los seres humanos y del otro los recursos naturales dispuestos para ser explotados, aprovechados por el hombre para satisfacer sus caprichos.

Les hemos dado una responsabilidad extrema a los jóvenes diciéndoles “háganlo ustedes, ya que nosotros no lo hicimos”. Ellos van a dar ejemplo haciendo eso tan difícil para el ser humano que es practicar lo que predica. Tal vez necesitamos una nueva Ilustración, un nuevo humanismo, ya no tan centrado en el ser humano, sino que trascienda nuestra especie y abarque toda la naturaleza.

El rector Alejandro Gaviria fue un entusiasta profesor en la cátedra Nuestro Futuro. En la última sesión concluyó que frente a los hechos de la crisis climática “no podemos caer en la pasividad que se desprende, muchas veces, de la resignación”. Foto: Felipe Cazares

Cinco pilares para enfrentar el problema

Colombia representa el 1% del planeta, pero aporta el 10% de la vida y es uno de los tres países más biodiversos del mundo. Por eso es menester implementar la agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el país. Así opinó Cristián Samper, director ejecutivo de Wildlife Conservation Society, en la 1.a sesion “Los motores y retos de la crisis ambiental”, al tiempo que propuso cinco pilares para afrontarla: conservación de la biodiversidad; bioeconomía, sistemas productivos y alimentación; transformación energética; ciudades sostenibles, y políticas, instituciones y equidad.

Brazo del río Amazonas. La Amazonía es la selva tropical más rica y biodiversa del planeta. Su equilibrio peligra por la deforestación, cuya principal causa es el avance de cultivos para la alimentación de ganado. Foto: Depositphotos

Las causas de la crisis

El cambio en el uso de la tierra y el mar, la explotación directa de la superficie terrestre, el cambio climático, la contaminación y las especies exóticas invasoras son las cinco causas directas de la crisis de la biodiversidad. Estos factores han generado, por ejemplo, que el 47 % de los ecosistemas naturales estén deteriorados y que la integridad biótica —la abundancia de especies presentes de forma natural— haya disminuido un 23 % en el planeta. Lo dijo Ana María Hernández, profesional en Relaciones Internacionales, presidenta de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), en la 3.a sesión “La evaluación global de la biodiversidad”.

Esta es una de las aproximadamente 5.000 nutrias gigantes del río Amazonas que viven en libertad. Este mamífero, que alcanza más de metro y medio de longitud, está en vía de extinción debido a la cacería, la deforestación y el desplazamiento de su hábitat. Foto: Depositphotos

El tiempo apremia en la Amazonía

Si el 40 % de la Amazonía se deforesta, explotaría la llamada “bomba de carbono” que afectaría la vida del planeta por la emisión de millones de toneladas de este elemento. “Tenemos entre 10 y 15 años para no llegar a ese punto de no retorno”, dijo Dolors Armenteras, bióloga, magíster en Conservación Forestal y doctora en Geografía, en la 4.a sesión “El bosque tropical amazónico”.

Tierras deforestadas para cultivos en la Amazonía. Foto: Depositphotos

Pobreza y agricultura

Establecer un pacto para sacar a las personas que viven en condiciones de pobreza y trabajan en agricultura es uno de los retos inmediatos para enfrentar la crisis climática. Lo dijo la profesora Ximena Rueda, magíster en Economía y profesora de la Universidad de los Andes, en la 5.a sesión “Agricultura y Océanos”. Agregó que existen 2,1 billones de personas pobres y 767 millones viviendo en pobreza extrema. El 95 % de la población rural en condiciones de pobreza vive en el sureste asiático y en África subsahariana.

En los últimos 12.000 años hemos sostenido una estabilidad climática que ha permitido, por ejemplo, el desarrollo agrícola, que fue la primera conquista de la humanidad. Sin embargo, esa estabilidad está en peligro por el calentamiento global, de acuerdo con la profesora Ximena Rueda. En la foto, cultivos en límites costeros. Foto: Depositphotos

LAS FRASES

“El gran postulado de Antropoceno es que el mundo ya no es como lo conocemos o como lo conocimos. Han sucedido cosas increíbles como la apareición de una nueva capa de sedimentación con huesos de pollo, microplástico y material radiactivo, todos productos de origen humano”

Germán Andrade, investigador senior de CODS y profesor de Los Andes, en la 7ma sesión “El buen Antropoceno”.

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Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949 Minjusticia.

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