Cómo tres arquitectos de una misma familia asesoraron en escenarios a la película de Disney sobre Colombia, que ya ganó un Globo de Oro y logró tres nominaciones al Óscar, incluyendo Mejor Película Animada. En Encanto, la casa es un organismo que crece y decrece, que respira.
¿Dónde está la casa de Encanto?
Claramente en Salento; también puede estar en Montenegro, en Jardín o en Jericó. En todos los pueblos de esta zona de la colonización antioqueña que son de ladera, donde se fundaron grupos de familias que abrieron país y que generaron una cultura de mucha laboriosidad, donde el patriarca o matriarca es la cabeza visible y todo el mundo trabaja en equipo.
¿Qué sabían de Colombia?
Eran personas muy ilustradas, no estábamos enseñándoles Colombia. Conversamos bastante de las flores, tema muy fuerte en la película. Del color, de la variedad de aves. Son casas en las que cruza el aire y eso es lo que les da la magia y encanto.
Sabían bastante de Colombia, tenían referentes de Cien años de soledad, de las mariposas amarillas de Gabo, de la diversidad de aves, de la fauna y la flora, o referentes de los paisajes y las regiones.
La casa de Encanto no es el levantamiento preciso de una casa, es más bien un organismo que crece y decrece y respira, se mueve; los pisos juegan y las paredes se agrietan. Ahí hay una alegoría, creo que lo que la hace más poética, es una casa viva.
¿Hablaron de los problemas del país?
Una parte muy conmovedora de la película tiene que ver con población desplazada; de eso hablamos bastante, del desplazamiento interno. Familias que tienen que refundar su vida en otra parte porque fueron expulsadas y el papel de la mujer, tan importante.
Nuestra función no era hablar de problemas sociales ni políticos del país. Pero sí de cómo se ha construido el paisaje con estos reasentamientos de poblaciones que van abriendo la frontera y que han configurado la cultura profunda. En ella, la casa es el símbolo de que aquí llegué y estoy armando una vida más allá de mí mismo; la de las generaciones que vienen.
No hubo una pregunta sobre la violencia, se trataba de mostrarle al mundo que Colombia no es eso. Sino que es más: el café, el Caribe, su cultura diversa, la biodiversidad, el paisaje, la convivencia con lo vegetal y lo animal.
La arborización y la arquitectura son un matrimonio. ¿Con las limitantes de la virtualidad, cómo le mostraron esa biodiversidad colombiana al equipo Disney?
Hablamos de las especies principales, de la frondosidad y exuberancia de la vegetación, de los guaduales, de las barreras verdes que hacen que haya distintos ambientes de paisaje.
También conversamos mucho de que la casa tiene su patio interior, que es un espacio completamente doméstico, acompañado de un solar exterior donde puede haber animales de corral, frutales o hierbas; es como un paisaje de fondo y un paisaje de la montaña.
Discutimos sobre lo importante que esto es en una casa del Eje Cafetero, donde por ejemplo, se pone un platico con agua y con un banano para que los pájaros lleguen, piquen y tomen; para que entren a la casa, vuelen y salgan.
Después de más de 24 meses de reuniones virtuales con un montón de muchachos, Anzelini pudo ver el primer borrador de Encanto. Se le erizó la piel y se le encharcaron los ojos. Cuenta que pudo ver cómo ese montón de “duros” plasmaron con “encanto” detalles, colores, costumbres, paisajes, materiales, saberes y sabores de la Colombia que se debe mostrar al mundo.
“Precisamente eso es lo que permite el arte, de eso se trata, de proponer; sobre todo el cine, que es el arte más mágico de todos. Se ve en la película un hermoso Frankenstein hecho de pedacitos de todas las regiones del país. Cuando nos mostraron el primer borrador donde había partes de la película ya elaboradas y partes que eran apenas bocetos a mano alzada, en blanco y negro, se me soltaron las lágrimas de la emoción”, relató en esta entrevista.
Para usted, ¿qué es Encanto?
Es una mezcla desmesurada de magia, donde no hay una demostración científica de algo. Es un producto creativo, donde el arte, que no pretende ser veraz, muestra ficción en un contexto que capta la esencia de Colombia. Se habla de la particularidad de nuestra cultura, sin ser muy tieso ni riguroso con los detalles.
Me sorprendió, porque nosotros nunca les dijimos cómo debería ser la casa, sino que les mostramos nuestra arquitectura con imágenes, ejemplos de lugares y construcciones colombianas y ellos hicieron su síntesis; un lugar con alma. Esa esquina de América que tiene unas condiciones muy especiales.
¿Por qué los eligieron?
Por nuestra experiencia en arquitectura vernácula. Es la arquitectura mal llamada ‘sin arquitectos’, porque es aquella que se hace según el sitio, con los recursos propios del lugar, esa es su impronta.
Yolanda Lomeli, una colega y amiga, es cercana a Ian Gooding, productor de diseño de Disney. En un viaje que hicimos antes de la pandemia a Santander, Boyacá y Cundinamarca, me comentó que ellos —Disney— buscaban una asesoría en arquitectura sobre Colombia. Enviamos nuestra hoja de vida, un perfil, libros y artículos.Creo que se animaron a llamarnos porque somos una oficina de socios/familia/académicos. Martín, mi hijo; María Inés, mi esposa, y yo, hemos combinado la actividad privada de diseño y construcción de proyectos con actividad académica. María Inés es profesora de La Universidad de la Salle; Martín, de La Javeriana y yo, de Los Andes.
¿Qué papel jugaron en la producción de la película?
Un día nos llamaron de Disney y nos dijeron: ustedes serán los asesores de escenarios arquitectónicos de la nueva película de Disney sobre Colombia. No nos dieron el argumento, ni mucho menos; en eso fueron bastante reservados, teníamos una cláusula de confidencialidad y apenas hace poquito les pudimos contar a nuestros amigos que estábamos en ese trabajo.
De ahí en adelante empezaron una serie de conversaciones muy fluidas y al mismo tiempo muy serias. Discutíamos temas muy precisos, pero muy informales.
¿Cómo trabajaban?
Hacíamos unas mesas de trabajo, obviamente virtuales por la pandemia, en las que nos reuníamos de 10 a 15 personas; evidentemente cada uno de ellos con un rol muy específico en la película. Nos mandaban previamente unas preguntas base para resolver durante la reunión. Así trabajamos durante el 2020 y 2021.
Era un grupo muy interesante, con mucha informalidad. Había personas muy jóvenes, también mayores, de razas muy distintas. Cada uno con su cuaderno o iPad en el que hacían anotaciones. De pronto sacaban una pregunta específica de su tema. Era un equipo trabajando en conjunto, cada uno en su parte, como armando un rompecabezas.
¿Dónde está la casa de Encanto?
Claramente en Salento; también puede estar en Montenegro, en Jardín o en Jericó. En todos los pueblos de esta zona de la colonización antioqueña que son de ladera, donde se fundaron grupos de familias que abrieron país y que generaron una cultura de mucha laboriosidad, donde el patriarca o matriarca es la cabeza visible y todo el mundo trabaja en equipo.
¿Qué sabían de Colombia?
Eran personas muy ilustradas, no estábamos enseñándoles Colombia. Conversamos bastante de las flores, tema muy fuerte en la película. Del color, de la variedad de aves. Son casas en las que cruza el aire y eso es lo que les da la magia y encanto.
Sabían bastante de Colombia, tenían referentes de Cien años de soledad, de las mariposas amarillas de Gabo, de la diversidad de aves, de la fauna y la flora, o referentes de los paisajes y las regiones.
La casa de Encanto no es el levantamiento preciso de una casa, es más bien un organismo que crece y decrece y respira, se mueve; los pisos juegan y las paredes se agrietan. Ahí hay una alegoría, creo que lo que la hace más poética, es una casa viva.
¿Hablaron de los problemas del país?
Una parte muy conmovedora de la película tiene que ver con población desplazada; de eso hablamos bastante, del desplazamiento interno. Familias que tienen que refundar su vida en otra parte porque fueron expulsadas y el papel de la mujer, tan importante.
Nuestra función no era hablar de problemas sociales ni políticos del país. Pero sí de cómo se ha construido el paisaje con estos reasentamientos de poblaciones que van abriendo la frontera y que han configurado la cultura profunda. En ella, la casa es el símbolo de que aquí llegué y estoy armando una vida más allá de mí mismo; la de las generaciones que vienen.
No hubo una pregunta sobre la violencia, se trataba de mostrarle al mundo que Colombia no es eso. Sino que es más: el café, el Caribe, su cultura diversa, la biodiversidad, el paisaje, la convivencia con lo vegetal y lo animal.
La arborización y la arquitectura son un matrimonio. ¿Con las limitantes de la virtualidad, cómo le mostraron esa biodiversidad colombiana al equipo Disney?
Hablamos de las especies principales, de la frondosidad y exuberancia de la vegetación, de los guaduales, de las barreras verdes que hacen que haya distintos ambientes de paisaje.
También conversamos mucho de que la casa tiene su patio interior, que es un espacio completamente doméstico, acompañado de un solar exterior donde puede haber animales de corral, frutales o hierbas; es como un paisaje de fondo y un paisaje de la montaña.
Discutimos sobre lo importante que esto es en una casa del Eje Cafetero, donde por ejemplo, se pone un platico con agua y con un banano para que los pájaros lleguen, piquen y tomen; para que entren a la casa, vuelen y salgan.