A las cinco de la tarde, en pleno centro de Bogotá, las campanas de la Plaza La Santamaría ya no anuncian faenas. Anuncian conciertos, obras teatrales y ferias de libros.
Un telón invisible ha caído sobre décadas de tradición taurina. Pero muchos se preguntan ¿cuándo se acaban por completo estás actividades en el país?
La Ley ‘No más olé’
El 28 de mayo de 2024, el Congreso de la República aprobó en último debate el proyecto de ley que prohíbe las corridas de toros en Colombia. El texto fue sancionado por el presidente Gustavo Petro y contempla un periodo de transición de tres años, es decir, que en el 2027 veremos su implementación completa.
La Ley también prohíbe:
- Rejoneo.
- Novilladas.
- Becerradas.
- Tientas.
El sector de Cultura será el encargado de liderar el proceso de transformación de las plazas de toros. Se convertirán en espacios recreativos y educativos, que harán parte de una apuesta estatal por un modelo de ciudad más plural.

Defensores de animales alrededor del mundo aplaudieron la Ley ‘No más olé’.
¿Qué implica resignificar las plazas de toros?
Según Sandra Pulido, doctora en Antropología de la Universidad de los Andes, resignificar no es simplemente remodelar un lugar. Es un acto profundamente simbólico.
“Resignificar no es borrar, sino reinterpretar el lugar. Es mantener la materialidad, pero cambiar el signo cultural y simbólico”, explica.
En otras palabras, transformar una plaza de toros en un centro cultural no es solo cambiar de uso: es modificar la experiencia, el relato y la identidad colectiva del espacio.
Durante décadas, estos lugares fueron símbolo de tradición hispánica y exclusividad. Hoy, se convierten en escenarios de diversidad, acceso democrático a la cultura y nuevas formas de ciudadanía.
Históricamente, Manizales, Medellín, Cali y Bogotá han sido centros de la tauromaquia en Colombia. De hecho, la Feria de Manizales —que incluía una temporada taurina— ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Nación. En estas ciudades, la resistencia a la prohibición ha sido más intensa, con sectores que ven en la tauromaquia una tradición que forma parte de su identidad regional.
“Si la memoria de la plaza de toros está vinculada al orgullo, la tradición familiar o la identidad regional, su cambio puede provocar duelo simbólico”, afirma Sandra Pulido. Sin embargo, también aclara que “la memoria no es un archivo, sino una práctica activa que se construye y se disputa”.

La resignificación de las plazas de toros pretende utilizar los espacios para otro tipo de eventos, sin dejar a trás la memoria que guardan.
Más allá de una ley, "los espacios tienen una carga histórica y son escenarios privilegiados que generan conflictos simbólicos”, sostiene Pulido. Por un lado, están quienes ven en la prohibición una forma de avance ético; por otro, quienes la consideran una agresión a su herencia cultural.
Este conflicto se puede leer como una “batalla por la memoria”, en palabras de la antropóloga: “Distintos actores sociales buscan imponer su visión del pasado y del presente. Son tensiones entre conservadores de la tradición y activistas locales”.
¿Es la transformación de las plazas una forma de reparación?
La resignificación puede verse como una reparación simbólica para sectores históricamente excluidos, que nunca tuvieron acceso ni voz en esos espacios.
“El nuevo uso del espacio también busca la inclusión, la colectividad y el acceso democrático a la cultura”, indica la antropóloga. En ese sentido, la conversión de plazas en centros culturales puede leerse como una forma de justicia cultural.
Por otro lado, también hay quienes ven esta transformación como una pérdida patrimonial. “Incluso quienes no defienden la tauromaquia pueden considerar valioso preservar el patrimonio material y la historia que representan sus espacios”, advierte la experta.

La reconversión económica se convierte en un punto clave para la abolición de las corridas de toros.
A corto plazo, el país vivirá un periodo de transición en el que se deben diseñar alternativas económicas para quienes vivían de la industria taurina. El Gobierno Nacional tienen el reto de liderar planes de reconversión productiva.
Con el tiempo, Colombia deberá enfrentarse a un nuevo dilema: gestionar las memorias que coexisten en una misma plaza.
“Los espacios son constructores de historia, pero también proyecciones de futuro”, concluye Pulido. Y ahí está el verdadero desafío: construir un relato compartido, sin borrar el pasado, pero apostando por una sociedad más empática, ética y plural.