Grabando música en cuarentena Los integrantes de Ensamble de Músicas Tradicionales del Caribe Colombiano, de la Universidad de los Andes, relatan cómo se las apañan para producir piezas m

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Los integrantes de Ensamble de Músicas Tradicionales del Caribe Colombiano, de la Universidad de los Andes, relatan cómo se las apañan para producir piezas musicales como un popurrí de la obra del maestro Lucho Bermúdez, cuando cada uno se encuentra a kilómetros de distancia.

Por Johanna Ortiz Rocha
johortiz@uniandes.edu.co

La misma emoción y nerviosismo que despierta una presentación en vivo la ha experimentado Valeria Rocha, integrante del Ensamble Caribe, al grabar en casa creando su propio escenario desde cualquier rincón. Para ella, igual que para los demás integrantes del Ensamble de Músicas Tradicionales del Caribe Colombiano, de la Universidad de los Andes, las clases por Zoom eran insuficientes; no querían que la pandemia del COVID-19 los limitara a estudiar en una plataforma los ritmos de esta región y decidieron que podían mostrar su arte de manera virtual.

Para ello, el grupo dirigido por el maestro Ian Middleton, doctor en Musicología de la Universidad de Illinois, optó por trabajar un popurrí de canciones en homenaje al maestro Lucho Bermúdez, uno de los más importantes intérpretes y compositores de música popular colombiana. Entre las obras escogidas estaban temas como Colombia tierra querida (cumbia), Nelly (gaita), Roberto Méndez (porro) y un fragmento de La gaita de las flores.

“Grabar el video fue todo un reto para mí; tuve que internarlo varias veces, pues cuando lo revisaba, aparecían algunos de mis familiares, sin mencionar que, en algunas tomas, salía muy quieto y una cumbia no se puede tocar sin que el músico esté bailando o por lo menos con un movimiento de cadera”.
Sergio Meneses, bajista.

El desafío de grabar durante el confinamiento era grande. Manuel Pinto, saxofonista y encargado de la edición del video, expone las razones: todos sus integrantes se encontraban en diferentes lugares, no siempre contaban con una buena conexión a internet ni con los equipos usuales de un estudio de grabación profesional, que ayudan a lograr una mejor calidad de sonido y video. Tampoco podían tocar a ciertas horas para no obstaculizar el teletrabajo del resto de la familia y debían enfrentarse a los gritos provenientes del vendedor de mazamorra o a los aullidos agudos de algún perro.

La primera tarea en este tipo de producciones es la preparación creativa, de la que se encargó el estudiante de clarinete Miguel Ángel Hoyos, arreglista del homenaje. Su función consistió en asignar las melodías del tema original al formato de este ensamble y generar un midi, que se define como una pista computarizada que, acompañada de las partituras, se convierte en la guía para los músicos a la hora de grabar.

En esta etapa se elige quién va a tocar cada instrumento y en qué momento de la guía debe hacer su intervención. Después, se define el tempo o referencia a la velocidad de la pieza musical y se establece el click track, una pista que muestra dónde está el compás y da una serie de señales de audio que ayudan a sincronizar grabaciones de sonido.

“Grabar en cuarentena ha sido un reto muy importante para desarrollar nuestra creatividad musical; me encantó poder hacer música a cientos de kilómetros de mis compañeros; esta experiencia ha sacado lo mejor de cada músico”.
Gabriel Collazos, clarinetista.

Con todos estos elementos, cada músico se prepara para su grabación, siguiendo las recomendaciones del maestro Ian: antes de empezar se debe adecuar el espacio de trabajo y de ser posible usar elementos caseros como colchones y cobijas que ayuden a minimizar la reverberación, es decir el efecto rebote que puede producir el sonido en las paredes.

Previamente, cada integrante se ha aprendido bien la estructura del tema musical, las notas o ritmos que debe interpretar. En este caso particular, fue complejo por la forma en que se estructuró el arreglo del homenaje, ya que pasa de una canción a otra varias veces, con cortes y paradas.

También hay que prepararse psicológicamente. El maestro Ian lo define como un ejercicio de imaginación. “Imaginar que estamos todos juntos, imaginar que ese sonido digital que escucho son los compañeros del ensamble y que estamos presentándonos para un público en vivo. Es un proceso de tratar de apartarnos del entorno que nos rodea y entrar a ese espacio de imaginación para lograr un performance apasionado, creíble, que comunica la conexión verdadera cuando tocamos juntos en vivo”.

Al contar con todas las grabaciones, continúa la fase de edición de audio, que en esta ocasión estuvo a cargo de Andrés Sabogal, egresado del Énfasis de Producción de Audio del Departamento de Música. Su misión consistió en arreglar los audios enviados por el resto de los integrantes, mezclarlos con un ecualizador para dar un mismo color a cada uno de los instrumentos, es decir, para unificar las diferentes frecuencias, producto de la diversidad de micrófonos y espacios que se utilizaron.

“Durante la grabación una vecina llamó a mi casa preguntando si, por favor, podía dejar de tocar música porque ya le estaba doliendo la cabeza”.
Andrés Sabogal, tamborero.

En esta etapa también se eliminan los ruidos y se suben las frecuencias de los instrumentos que se quieran resaltar, por ejemplo, dar más volumen a la tambora o al clarinete dependiendo de la parte de la canción. De igual manera se equilibran los audios enviados, logrando así que el sonido sea más placentero al oído.

“Nos propusimos dar una sensación más orgánica y no tan digital, precisamente por el tipo de música que tocamos. No estamos haciendo música electrónica, estamos haciendo música del Caribe y no puede perder su estilo tropical”, afirma Andrés Sabogal.

El popurrí también incluye video. Cada miembro del ensamble envió su interpretación en dos formatos: uno horizontal y otro vertical —24 en total—, que, en el momento de la posproducción, Manuel Pinto combinó para evitar la monotonía. En esta fase, empató el audio con el video, para conectar lo que se oye y lo que se ve y le agregó un color de fondo a cada corte, para representar la esencia de la música caribeña y, al mezclarlos, darle armonía al producto final.

“Creería que ninguno de nosotros estaba preparado para los retos que enfrentaríamos con la pandemia. Lo bonito de todo esto es que el ensamble siguió haciendo música con espíritu de unidad y superación”.
David Pérez, trombonista.

A cada video se le corrigió el color, ya que la iluminación, el ambiente y la calidad eran muy diferentes debido a que fueron grabados con distintos tipos de celular. El objetivo de este proceso es dar un tono más parejo y unificado, subir los contrastes, bajar brillos, pero sobre todo añadir un poco de saturación para crear una imagen nítida que simule una grabación de mejor calidad.

Después de 2 meses de trabajo y de múltiples correcciones, el video final ganó un premio especial en la ronda final de Quarentunes, un concurso organizado por la red internacional APRU (Asia Pacific Rim Universities). La versión completa del arreglo se emitió en el Campito en vivo, plataforma del departamento de música, donde el ensamble lanzará tres temas más en el mes de diciembre.

Músicos

Valeria Rocha, voz; Gabriel Collazos, clarinete; Didier González, trompeta y llamador; Jhon Jerez, tambora; Sergio Meneses, bajo eléctrico; David Pérez, trombón; Santiago Prada, saxofón alto; Andrés Sabogal, tambor alegre y producción de audio; Manuel Pinto, saxofón alto y producción de video; Miguel Ángel Hoyos, clarinete y arreglos musicales; Ian Middleton, maraca y dirección musical.

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Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949 Minjusticia.

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