Las nuevas tecnologías y la industria se mueven de manera vertiginosa, ¿cómo le sigue el paso la educación para preparar a los profesionales del futuro?
Por Mauricio Laguna Cardozo
m.laguna20@uniandes.edu.co
Si usted ha intentado aprender un idioma en una plataforma como Duolingo, ya ha utilizado la Inteligencia Artificial (IA) para capacitarse. Esta plataforma toma información de unos 37 millones mensuales de usuarios en el mundo, con la que sus desarrolladores mejoran el contenido y a quienes la IA les permite detectar los errores más comunes y adaptar las lecciones a las necesidades de aprendizaje.
Pocas academias de idiomas en 2011, cuando fue lanzada la aplicación, pensaban que necesitarían un analista de datos o un programador para diseñar sus cursos. Las profesiones han cambiado y se han creado muchas otras, por lo que es un reto capacitar a la fuerza laboral.
Según el reporte de 2022 de Manpower Group,
3 de cada 4empresas tienen escasez de personal. |
Mientras el World Economic Forum reportó en 2020 que se crearían97 millonesde trabajos en el mundo enfocados en estas tecnologías. |
Para 2025, las empresas calculan entrenar a70 %de su personal para que se ajuste a los nuevos trabajos. |
La revolución de las tecnologías
El mundo está en la llamada cuarta revolución industrial, la de la digitalización. Las anteriores fueron abanderadas igualmente por otras tecnologías: mecanización, electricidad e informática. En este momento se habla incluso de una quinta, aunque para el experto Harold Castro, director ejecutivo de Transformación Digital, de la Universidad de los Andes, es todavía un ejercicio de futurología. Aunque dice que hay que estar atentos, porque una disrupción tecnológica que cambiaría la industria y a la sociedad de nuevo está cerca.
Castro insiste en la necesidad de que las universidades entiendan las competencias necesarias en un ciudadano de la cuarta revolución y así formarlo independientemente de lo que vaya a hacer; esté relacionado directamente con la tecnología o no. “Vamos a recibir a un estudiante al que graduaremos para un empleo que no existe todavía”.
Para Raquel Bernal, rectora de la Universidad de los Andes, las instituciones de enseñanza deben ser muy activas e innovadoras en este panorama: “Se estima que 60 millones de ocupaciones desaparecerán, pero, al mismo tiempo, cerca de 130 millones de nuevas oportunidades nacen. Algunas de esas no tenemos ni idea cuáles son y yo creo que nuestra tarea, desde un sitio que prepara el talento humano para salir al mundo, debemos inventarnos esas ocupaciones. ¿Qué es lo que se viene? Anticipar”.
Esos nuevos trabajos vendrán de la ciencia y esta necesita un estudio profundo. El Dr. John Baruch, del Departamento de Cibernética de la Universidad de Bradford (Inglaterra), en una charla TED decía que la educación debe desarrollar la innovación y la creatividad. “Lo que tenemos en este momento es que se dice a los estudiantes: escúchenme y vayan al examen y escriban lo que yo dije, y tendrán una buena nota. Eso es una tontería, es inútil, los robots son muchísimo mejores repitiendo lo que yo digo”.
La tecnología al servicio de la educación
La educación se puede beneficiar en tres aspectos de las nuevas tecnologías: el apoyo a los estudiantes, a los profesores y al sistema educativo. Gary Cifuentes, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes y doctor en Comunicación centrada en el ser humano e informática de la Universidad de Aalborg (Dinamarca), habla de algunos de esos soportes que puede dar una ciencia como la IA.
Por ejemplo, el learning analytics o análisis de aprendizaje recopila, mide y analiza la información sobre el proceso y avance de los alumnos. En el caso de la evaluación, que es una actividad rutinaria, la docencia ya la está utilizando.
Este tipo de análisis permite igualmente una retroalimentación personalizada, rápida y oportuna con la cual el estudiante responde y los algoritmos de inteligencia artificial van adaptando las preguntas a su nivel, como sucede en los video juegos.
“Si usted tiene un nivel de desempeño muy alto, pues usted no quiere que le sigan dando preguntas con el mismo nivel, usted quiere un nivel más alto de exigencia, porque lo puede lograr”, explica Cifuentes. Y en cuanto a los estudiantes con bajo desempeño, un sistema adaptativo le da “unas preguntas acordes a su nivel de esfuerzo, y muy importante, una retroalimentación oportuna sobre sus errores más frecuentes”, complenta.
En cuanto al campo administrativo, estas tecnologías también ayudan a predecir éxitos o fracasos. “Esos modelos predictivos permiten saber qué tan probable es que un estudiante pueda desertar, cómo podemos disminuir la mortalidad académica. En algunas universidades también se está utilizando para hacer seguimiento a su salud mental”, explica Cifuentes.
Estas ayudas en la educación ya se aplican en Latinoamérica y el reto, afirma, está en democratizarlas.
Educar para la revolución
Si estos cambios en la sociedad y en las profesiones llegan con las tecnologías y los avances en la industria, deberían las instituciones académicas estar alineadas con estas. Pero los expertos ven una brecha entre las universidades, los empresarios y los estudiantes.
Harold Castro llama la atención sobre los jóvenes que no quieren estudiar una carrera puntual y no quieren pasar cuatro años estudiando un programa específico, sino que apuntan a diferentes disciplinas. Además, algunos estudian un periodo, después trabajan y vuelven a estudiar. Para el doctor en Informática hay que ir acorde con esas dinámicas.
“Tenemos que pensar en que el rol de las universidades tal vez no es una formación donde ofrezco cuatro años y hasta luego, si no una formación donde doy ahora un poco y nos vemos más adelante. Usted sigue siendo estudiante”.
También ve la necesidad de valorar el conocimiento que el estudiante trae consigo. “Tengo que de alguna manera reconocer el aprendizaje que hizo conmigo, así no haya terminado, porque la persona necesita también empezar a tener cosas en el inmediato para empezar a moverse dentro del mundo laboral”.
Para la rectora Bernal es un reto que “exige de nosotros, pero prácticamente de todas las sociedades, una transformación y adaptación casi continua”, y donde las universidades son actores de primera línea. “Somos instituciones de conocimiento y ciencia. Entonces esta cuarta revolución y la quinta son las revoluciones industriales del conocimiento. Nosotros estamos llamados ahí”.
Para Natalia Ariza, directora del Proyecto Instituto Tecnológico, de la Universidad de los Andes, también se debe cambiar el valor y reconocimiento que en Colombia tienen las carreras técnicas y tecnológicas. Según la experta esto democratizaría la educación e incluso le permitiría acceder a personas que “vocacionalmente quieren ocupar y desarrollar trabajos técnicos de alto nivel, pero el sistema educativo no tiene esa oferta”.
Para Ariza, igualmente es indispensable cortar la brecha que hay con las empresas haciendo alianzas muy cercanas con ellas. Las corporaciones saben específicamente las habilidades del personal que necesitan y las universidades cómo dar el conocimiento y evaluar si el personal que ingresa está preparado.
Esa alianza también debe darse en el desarrollo de la tecnología, aprovechando otra de las vocaciones de las universidades como entes de investigación.
La pandemia aceleró la educación virtual y así mismo la capacidad de recolectar datos que alimenten las tecnologías como la IA. Las instituciones de educación superior se están transformando y deben hacerlo rápido a riesgo de ser sustituidas con las que nacen y tienen una semilla digital.
El profesor Gary Cifuentes ve el potencial en estas tecnologías para la educación, pero también advierte que hay que estar atentos a las implicaciones de estos desarrollos, porque pueden tomar el camino de modelos predictivos y segregacionistas, que lleguen a excluir a las personas que no arrojen resultados positivos para su futuro. “Ojalá la inteligencia artificial siga ese camino que nos permita una educación más inclusiva, diversa, donde haya múltiples formas de pensar y aprender”.