Las cifras de inseguridad bajan, pero la gente se siente en riesgo ¿Por qué la gente se siente más insegura en Colombia? ¿Las cifras oficiales son confiables? ¿Qué dicen los expertos sobre la percepción de seguridad?

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En la carrera Séptima con calle 19 el ambiente se hace espeso.

En esta emblemática avenida del centro de Bogotá, el miedo deambula entre el vértigo y el afán de quienes allí transitan: mujeres aferrádas a sus carteras, hombres apretando sus bolsillos y comerciantes ambulantes que protegen las mercancías como un preciado tesoro. En medio del caos y el bullicio, todos observan a su alrededor con sospecha… con desconfianza.

Aunque las cifras oficiales muestran una reducción en la criminalidad, Bogotá y Cali fueron catalogadas entre las 11 ciudades más inseguras de América Latina.

Entonces, ¿cómo se explica que el miedo siga creciendo mientras los datos muestran que los delitos van en descenso?

¿Realmente ha bajado la inseguridad en Colombia?

Sí. Las cifras oficiales muestran una reducción importante en algunos delitos. Por ejemplo, según el Ministerio de Defensa, hasta abril de 2025, el hurto a personas en Colombia disminuyó un 14 % comparado con los datos hasta el mismo mes de 2024.  

El doctor en Gobierno, Michael Weintraub, lo confirma: “los homicidios están a la baja, pero otros delitos de alto impacto cotidiano, como hurto a personas y extorsión, se hicieron más visibles, influyendo más en la vida diaria”. 

A pesar de las cifras, se ha demostrado que los sentimientos no siempre siguen a los datos. Según la Encuesta de Convivencia y Seguridad Ciudadana (ECSC), en 2022 el 52,9 % de los encuestados por el DANE manifestó sentirse inseguro en su ciudad o municipio. 

Weintraub ofrece tres razones clave para esta brecha: 

  • Sesgos cognitivos: “sucesos violentos muy visibles pesan más que estadísticas abstractas”, afirma.  
  • Mediciones incompletas: muchos delitos no se denuncian. 
  • Déficit de confianza institucional: cuando se desconfía del Estado, los datos oficiales pierden legitimidad. 

Aunque los delitos disminuyen, la visibilidad que se le da algunos aumenta la percepción de inseguridad.

El papel que juegan los medios y las redes sociales

“La sensación de seguridad tiene vida propia”, afirma la socióloga María José Álvarez. Y esa vida se alimenta, en gran parte, de lo que se ve en noticieros y se comparte en redes sociales: videos de robos, alertas comunitarias o imágenes de cámaras de seguridad.  

“Los delitos que ocurren en zonas más frecuentadas por muchas personas, como los centros de las ciudades, suben mucho la sensación de inseguridad”, expresa Álvarez, quien también explica que la sociabilidad en Colombia ha cambiado. 

En los años 80 y 90 gran parte de la vida urbana se dio en centros comerciales por miedo al narcotráfico y las bombas. Hoy se usa mucho más el espacio público. Esto, paradójicamente, expone más a las personas a delitos como hurtos y rapiñas, que no siempre son violentos, pero sí muy visibles. 

Weintraub es aún más directo con este punto: “Narrativas alarmistas y cobertura repetitiva de hechos violentos aumentan la disponibilidad de imágenes de riesgo. Es muy ‘rentable’ políticamente para algunos actores reforzar la idea de que la delincuencia está fuera de control”. 

Esto crea un fenómeno curioso: al usar más la ciudad, la sentimos más propia… y más amenazante. 

Por otro lado, aunque los hombres suelen ser más victimizados, las mujeres reportan mayor miedo. “El riesgo de violencia sexual o acoso, especialmente en espacios públicos, eleva el temor a volverse víctima de otros delitos”, señala el director del Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas (Cesed) de la Universidad de los Andes,

Además, las normas sociales —“no camine sola”, “vístase recatada”— refuerzan la vigilancia constante del entorno y, con ella, la sensación de vulnerabilidad. 

Son varios los puntos que se deben tener en cuenta para mejorar la percepción de seguridad.

Los riesgos que trae la desconexión entre cifras y percepción

Los expertos afirman que, si los ciudadanos no creen en las cifras, es más difícil diseñar estrategias efectivas de seguridad. Según Álvarez, también de Los Andes, esto lleva a una respuesta popular: “En América Latina estamos teniendo muchos ejemplos de políticos que, ante la alta sensación de inseguridad, eligen discursos muy punitivistas, incluso atentando contra los derechos humanos”. 

Además, hay un costo simbólico: los ciudadanos se retraen, desconfían unos de otros, privatizan su vida y su movilidad. Y sin confianza, no hay ciudad. 

La solución no es solo bajar los delitos. Hay que actuar también sobre la percepción. “Hay que pensar en gestos simbólicos, en mostrar que esa es la prioridad”, dice Álvarez. Es decir, acciones visibles, coherentes y sostenidas que refuercen la idea de que el espacio urbano o rural puede ser confiable. 

Por su parte, Weintraub propone mejorar la comunicación institucional: publicar datos bien categorizados, transparentes y comprensibles; separar la vocería técnica de la política; y contextualizar las cifras con mapas, tendencias y explicaciones claras. 

La seguridad, entonces, es más que números. Es también una construcción emocional, política y mediática. Entender por qué nos sentimos inseguros —aunque los datos digan lo contrario— es el primer paso para vivir en ciudades más justas y menos temerosas.  

A continuación, un ejemplo de lo mencionado este artículo:

Las cifras de Numbeo, plataforma de estadística donde los usarios son quienes dejan sus aportes sobre la sensación de criminalidad que perciben en sus países, revelan que en Colombia, Cali es la ciudad donde los ciudadanos se sienten más inseguros aunque, según su Alcaldía, el 2024 fue el año menos violento de las últimas tres décadas.

Al hacer clic en cada país del mapa, se podrá descubrir cuál es la ciudad más peligrosa de dicha nación, según las percepciones de sus habitantes.

 

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Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949 Minjusticia.

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