Que hable la domadora de robots Películas y noticias nos espantan sobre los robots. Madeline Gannon, contrario a muchos programadores, busca darles vida y que interactúen con nosotros.

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Ella se considera una exploradora del tiempo. Madeline Gannon busca vivir en el futuro para descubrir qué más pueden hacer los robots y, a diferencia de algunos científicos cuyo objetivo es automatizarlos, hace de su existencia algo más poético: les permite coexistir con los humanos y los deja actuar libres. Es la domadora de robots y estuvo en Colombia en Pabellón 2023, un evento internacional de tres días —en octubre— donde se presentaron proyectos de creadores, diseñadores, arquitectos y artistas a través de exhibiciones, performances, visitas a estudios, actividades o conferencias… Entrevista.

—Siendo arquitecta, ¿qué la llevó a trabajar con robots?

—Fue por accidente. Cuando estaba en la escuela de arquitectura, los robots empezaban a entrar en este campo y ampliaban los límites de la imaginación. Encontré un robot en un sótano, pero nadie sabía cómo usarlo, y lo interesante de una herramienta genial en una situación así es que uno nunca aprende lo que —se supone— no debe hacer con ella. Así que lo toqué, lo tuve cerca, interactué con él… Encontré esta nueva área de especialización que nadie estaba buscando.

Todo el mundo estaba pendiente de lograr la automatización en esta herramienta, pero yo buscaba la interacción. Pensaba, con mi formación de arquitecta y mis sensibilidades, cómo la gente se mueve a través del espacio, cómo incrustar ese concepto en el interior de una máquina así. El robot tienen cuerpo y coexistimos en el espacio.

—Suele mencionar su misión de vivir en el futuro, ¿qué significa esto?

—Pienso eso de mí misma.

Me han llamado arquitecta, artista, científica o ingeniera, pero me considero una exploradora del tiempo. Busco vivir en el futuro y explorar posibilidades.

—¿Cómo enfoca el diseño de estas interacciones entre robots y humanos para que sean más intuitivas o atractivas para diferentes comunidades o culturas?

—Ese es mi aporte desde la arquitectura a la robótica, conseguir que interactuemos con estas máquinas, pero no a través de un ordenador sino como hablamos con cualquier otra criatura viva. Ya sabes: tus equipos, tu conexión espacial con las cosas a tu alrededor… ¡Siempre estás leyendo qué pasa y siempre proyectas tus pensamientos internos a través de tu cuerpo y del espacio! Y tenemos herramientas que nos permiten leer eso y codificarlo, que pueden transmitir ese conocimiento a las máquinas en ese mismo espacio.

—¿Cómo están programados sus robots?

—Tienen sensores incrustados en el ambiente y los sensores saben identificar cómo se debería ver una persona, cómo es el esqueleto, dónde están la cabeza, las manos, las caderas, etc…

Normalmente cuando se programan robots, se les dice: ‘haz esto, ve a allá, deja de hacer esto, regresa, etc’. Yo les doy un área por donde se pueden mover como quieran. Les permito existir, estar vivos. Y cuando alguien se acerca, eso los estimula y los atrae o los repele, les despierta curiosidad o emoción. Es una manera no de controlarlos y darles órdenes sino de coexistir. Se trata del mismo hardware y la misma tecnología de cualquier robot, pero invertida para una experiencia más poética.

—¿Alguna vez se ha sentido intimidada por un robot?

—Claro que sí. Son intimidantes, enormes. Podrían aplastarme. Pero eso es parte de lo divertido de la experiencia. Te sientes como si estuvieras frente a un león, un oso u otro animal muy grande. Y ahí es donde aprovecho mi formación como arquitecta:

Hago todo lo que puedo en los entornos físicos para que sean lo más seguros posible sin que las personas sientan la barrera. Hay capas de seguridad para poder tener una experiencia mágica sin preocuparse por lo técnico.

Madeline Gannon con el robot Dos círculos en el estudio Atonaton.

Parece esconderse detrás de un ojo gigante, pero no: Madeline Gannon, aquí, con el robot Dos círculos, una enorme mirada que te sigue por un espacio. Foto: Madeline Gannon — Atonaton

—¿Cuál es la motivación principal detrás de la búsqueda de esta conciencia en los robots?

—Hay una motivación externa y una interna. La motivación externa es vivir en el futuro, ver si puedo pararme en el borde de lo posible y qué nos espera, hacerlo realidad e informar a lo que podría ser. La motivación interna es lograr algo increíble: siento la responsabilidad de explorar, unir espacio y máquina; me encanta el trabajo de la robótica arquitectónica y de la robótica en general, pero ¡hay tanta gente que ya puede hacerlo! Debo encontrar algo en lo que solo yo puedo contribuir para empujar en una dirección ligeramente diferente a todos los demás.

—Las películas y los libros muestran muchas veces un futuro temeroso frente a los robots y el futuro. ¿Hay riesgos en la búsqueda de la conciencia de las máquinas?

—El desafío de los artistas con la tecnología es encontrar el antídoto a lo distópico, al pesimismo, a lo que tememos. Esos mitos se remontan a través de las culturas, a través del tiempo y se apoderan de las personas. Es un arquetipo común en la narración y allí hay muy buenas lecciones para aprender. La robótica necesita más poetas porque necesitamos nuevas narrativas. Narrativas que nos guíen, que puedan ser esa estrella hacia el futuro. No estamos huyendo de lo que no queremos, nos movemos hacia lo que queremos.

—¿Ha visto diferencias entre culturas sobre cómo perciben a sus robots?

—En todas las culturas la gente tiene miedo a estas máquinas, especialmente a los robots que yo utilizo porque son de fábricas y son un símbolo de nuestros temores, de todo lo que Hollywood y las películas refuerzan. Por eso hay un escepticismo general y ansiedad. Mi trabajo busca que se maravillen con el tiempo en el que vivimos, esa es mi ambición.

—¿Cómo será la relación entre humanos y robots?

—Está por definirse. Espero muchas direcciones diferentes, desde un rol de compañía, asistencial, entre otros. Incluso, en casos para personas en silla de ruedas o con alguna discapacidad, podrán ser extensiones de su cuerpo en donde no se piensen el robot y el humano por separado, sino como un conjunto. Hay una enorme gama de oportunidades.

Con suerte, en el futuro cercano, artistas, diseñadores o arquitectos podrán definir caminos más placenteros más allá de la ingeniería.

—¿Deben los profesionales del futuro pensar en una arquitectura que integre los robots?

—Los robots van a entrar en nuestro espacio, aún si los arquitectos no piensan en ellos. Así que hago exposiciones en contexto cultural —no en el de la investigación— para inspirar reflexiones sobre cómo un artista o un poeta piensan su relación con la tecnología, que es muy diferente a la manera en la que un ingeniero lo hace. La tecnología se cruza con la sociedad, por eso yo espero mostrarles a las personas que es más accesible de lo que pensamos,. Es como aprender un nuevo idioma. Y una vez esto se aprende, es posible cambiar la manera de ver el mundo.

Madeline Gannon, con el robot Quipt, en el estudio Atonaton.

La domadora de robots en acción. Aquí con el robot Quipt. Cuenta con un software de control basado en gestos. Foto: Madeline Gannon — Atonaton

* El evento Pabellón 2023 se llevó a cabo en Bogotá, en la Universidad de los Andes. Además de la diseñadora Madeline Gannon estuvieron la arquitecta Cazú Zegers, el arquitecto Giancarlo Mazzanti, el artista Gabriel Barcia-Colombo y la Unidad artística Maywa Denki. Pulsa para saber más

 

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Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949 Minjusticia.

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