Tecnología sostenible: del rendimiento a la responsabilidad ambiental El cuidado del planeta no depende solo del reciclaje, energías limpias o movilidad sostenible: el uso responsable de la tecnología digital también cuenta.

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¿La tecnología puede ser sostenible? 

El uso masivo de la tecnología tiene un reto ambiental: minimizar la huella de carbono que dejan sistemas y servidores, un desafío que puede afrontarse con arquitecturas tecnológicas responsables. 

La sostenibilidad no es solo un asunto de plásticos, transporte o energía: también es digital. Comprende las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) generadas por dispositivos electrónicos, redes de comunicación, servicios en la nube y centros de datos. 

Estos centros consumen enormes cantidades de energía y producen calor constante al ejecutar miles de cálculos por segundo. Para evitar el sobrecalentamiento, suelen emplear sistemas de refrigeración que utilizan grandes volúmenes de agua como, por ejemplo, en el uso de aires acondicionados eléctricos en zonas de escasez hídrica, lo que incrementa el consumo energético. De ahí la urgencia de reducir este impacto desde el diseño tecnológico, donde incluso el software puede convertirse en un aliado si se desarrolla con criterios de eficiencia y sostenibilidad. 

“Imagínense que cada línea de código, cada servidor, cada arquitectura que diseñemos esté pensada no solo para generar innovación en las organizaciones, sino también para proteger activamente nuestro planeta”. Esa fue la reflexión de Magali Pinto, gerente de Arquitectura de Soluciones para AWS en Perú, durante el Latam Architecture Day realizado en la Universidad de los Andes. 

Pinto, señaló que durante décadas, los sistemas tecnológicos se diseñaron con el foco puesto en el rendimiento, la seguridad y la escalabilidad. Pero en los últimos años empezó a emerger un cuarto pilar: la sostenibilidad.

¿Cuánta energía consume una arquitectura de datos? ¿Cuántos recursos necesita realmente una aplicación para funcionar? 

Lo que sí es cierto es que se puede diseñar con menos recursos. De hecho, ya existen principios y marcos de trabajo que promueven el desarrollo de sistemas conscientes de su impacto ambiental. Optar por infraestructuras flexibles que se ajusten dinámicamente a la demanda, eliminar procesos redundantes, migrar a zonas con fuentes de energía renovable o minimizar el almacenamiento innecesario son algunas de las estrategias que permiten reducir la huella de carbono digital. 

Algunas organizaciones aún no consideran criterios de sostenibilidad en sus decisiones tecnológicas. Esto implica dejar de lado aspectos como el consumo energético, el uso de energías limpias, la gestión responsable de la nube o el ciclo de vida de los activos informáticos.

 

Entre los errores de arquitectura de TI más comunes:

 

  • Adquisiciones sobredimensionadas: comprar hardware o software con más capacidad de la necesaria, lo que incrementa el consumo y genera ineficiencias. 
  • Ignorar el ciclo de vida: no tener en cuenta el impacto ambiental de la fabricación, transporte y disposición final del hardware. 
  • Uso ineficiente de la nube: contratar servicios sin optimizar los recursos ni ajustar las necesidades reales. 
  • Proliferación de soluciones duplicadas: cuando una organización acumula aplicaciones parecidas que hacen lo mismo, sin una buena gestión para eliminarlas, se generan gastos y complejidad innecesaria.
  • Virtualización poco optimizada: mantener altos consumos de memoria, almacenamiento y energía sin alternativas más sostenibles. 
  • No medir la huella de carbono de TI: ausencia de métricas para evaluar y reducir el impacto ambiental. 
  • Adopción de tecnologías por moda: reemplazar componentes aún funcionales por otros novedosos, generando desechos electrónicos prematuros.

 

 

Para Omar Pablo Talero, jefe de Arquitectura y Actualización de TI de la Universidad de los Andes, la sostenibilidad no debe entenderse como un anexo añadido al final de los proyectos, sino como un principio que oriente desde el inicio el diseño de las soluciones tecnológicas, su priorización y operación.

También resalta la importancia de establecer métricas para medir la llamada deuda técnica, con el fin de identificar los componentes que deben ser intervenidos y cómo hacerlo de manera eficiente. En su experiencia, consolidar plataformas y desactivar aquellas que no agregan valor es clave, pues menos puede ser más: contar con sistemas mejor integrados permite mayor eficiencia operativa, seguridad reforzada y sostenibilidad a largo plazo.

“Cada decisión técnica tiene un impacto directo sobre la eficiencia energética. El uso de lenguajes más eficientes para cada aplicación específica puede reducir significativamente el consumo de CPU frente a otros más pesados. Asimismo, la migración de cargas de trabajo y almacenamiento a la nube, seleccionando zonas geográficas con mayor uso de energías renovables —como regiones con certificación de carbono neutro—, contribuye a minimizar el impacto ambiental de las operaciones tecnológicas”, señala el ingeniero.

Finalmente, subraya que este cambio requiere equipos con pensamiento crítico, criterio tecnológico y visión de futuro, capaces de alinear la tecnología con el propósito de la organización y liderar la transición hacia modelos más responsables. 

 

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Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949 Minjusticia.

Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949 MInjusticia.

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