Pancartas con el lema “Ceasefire now” se han alzado en varios países del mundo. Esa misma frase recorre las redes sociales, aparece en acampadas estudiantiles y se replica en manifestaciones.
Lo que parecía un acto aislado se transformó en un fenómeno global: el activismo transnacional, una forma de acción política que trasciende fronteras, idiomas y culturas. En el contexto de la guerra en Gaza, esta dinámica ha adquirido una potencia inusitada.
¿Cómo se convierte una acción individual en un movimiento global?
El conflicto entre Israel y Palestina, agudizado tras los hechos del 7 de octubre de 2023 y los ataques masivos contra Gaza, ha provocado una respuesta global sin precedentes.
Según Amnistía Internacional, “la población civil palestina de Gaza sufre un castigo colectivo desde hace más de 16 años” y las últimas ofensivas han llevado la situación a un punto crítico, con más de 30.000 muertos y una crisis humanitaria sin acceso seguro a ayuda básica.
Ante la gravedad de estas imágenes —transmitidas casi en tiempo real— surgen respuestas que van desde la indignación digital hasta las movilizaciones masivas.
Para Carolina Urrego-Sandoval, Ph. D. en Economía Política Internacional del King’s College London, “Estamos viendo casi que en tiempo real un genocidio”. Este acceso inmediato a la información, sumado a la sensación de que las instituciones han fallado, ha generado un nuevo tipo de movilización descentralizada.

El conflicto en Gaza ha logrado que millones de personas alrededor del mundo se manifiesten contra la violencia.
Carlos Ramírez, doctor en Filosofía de la Ruprecht-Karls Heidelberg Universität de Alemania, plantea que el activismo actual se caracteriza por ser “desinstitucionalizado, desterritorializado y discontinuo”. Es decir, ya no requiere pertenecer a partidos, sindicatos o estructuras organizativas tradicionales. “Se actúa en nombre de un grupo pero no como grupo”, señala.
Asimismo, las plataformas digitales han facilitado una expansión inédita del activismo individual. Para Urrego-Sandoval, una de las condiciones clave para que se transforme es que lo “vemos en tiempo real, por lo que es una respuesta a las imágenes tan terribles y trágicas que salen de Gaza”.
La conectividad global permite que personas desde distintas regiones participen en una narrativa común, incluso sin conocerse entre sí ni coordinarse previamente.
De hecho, Ramírez señala que el activismo actual “depende de condiciones tecnológicas que pueden ser personalizantes y, a la vez, remitir a un entorno global”. Esto ha dado lugar a nuevas formas de expresión política que funcionan como “eventos” capaces de capturar la atención del público y generar efectos simbólicos que cruzan fronteras.
¿Por qué Gaza moviliza y otros conflictos no?
Una de las preguntas clave sobre el activismo global es por qué ciertas causas logran repercusión mundial y otras permanecen en la sombra.
Urrego-Sandoval, también profesora de la Universidad de los Andes, explica que existe una “solidaridad selectiva”, determinada por “narrativas occidentales, dinámicas geopolíticas y factores como el racismo y la islamofobia”.
De acuerdo con la experta, mientras Ucrania recibió apoyo militar, diplomático y mediático inmediato, Palestina ha enfrentado una respuesta más fragmentada y controversial.

Según expertos, el activismo no requiere de grupos para ejercerse.
Este sesgo se amplifica cuando la crítica al Estado de Israel es interpretada como antisemitismo, lo que ha generado censura y criminalización del activismo propalestino en varios países, incluyendo Estados Unidos y Alemania.
Aunque algunas acciones puedan parecer simbólicas o insuficientes, Ramírez sostiene que su acumulación sí genera efectos políticos:
“Protestas que son, en principio, locales, pueden estimular, amplificar o radicalizar protestas en otros lugares. Hay una difusión de los actos de protesta que no respetan las fronteras de los Estados”.
Ejemplos recientes lo demuestran:
- La detención de Greta Thunberg por parte de las fuerzas israelíes, tras intentar entregar ayuda humanitaria a Gaza, tuvo repercusión mundial. Según CNN, la activista fue deportada a Suecia tras ser retenida por Israel en aguas internacionales el 10 de junio de 2025, generando protestas en varios países y reactivando el debate sobre la legalidad de las acciones israelíes en la región.
- La represión contra protestas estudiantiles en campus como Columbia o Harvard ha encendido alarmas sobre el equilibrio entre libertad de expresión y alineamientos diplomáticos. Ramírez, señala que “utilizando como justificación la censura al antisemitismo, Trump ha arremetido contra quienes defienden posiciones propalestinas e impuesto restricciones a la libertad de expresión”.
El activismo transnacional no es nuevo, pero su configuración actual responde a un mundo hiperconectado, políticamente polarizado y moralmente interpelado. El caso de Gaza evidencia cómo los gestos individuales, aunque fragmentarios, pueden formar parte de una marea global de denuncia, resistencia y transformación simbólica.
Cada pancarta, cada mensaje, cada acampada, suma. En palabras de Carolina Urrego-Sandoval:
