Merceditas, el poder del perdón
Tras preguntarle por qué su vida cambió a los 12 años, Merceditas sonríe intentando encubrir el llanto, pero no lo consigue. Las lágrimas brotan como una fuente de tristeza acumulada, porque el trauma de la infancia, producto del maltrato que le dio su madre biológica, volvió a salir a flote. Cuando apenas tenía un día de nacida, la regalaron como a un objeto a una señora que sí la quiso. Pero la vida con sus caprichos, luego de conocer el amor de otra mamá, la regresó al punto de partida.
La señora Emilia, su mamá adoptiva, murió a causa de una trombosis y debió regresar con Rosalba, la progenitora que se negó a quererla. Durante años, y a manos de esta última, soportó humillaciones, golpes y abusos psicológicos. Por las noches la mandaba a dormir con los marranos porque no soportaba verla, de día la vestía con harapos tejidos con las costuras por fuera como los costales. La golpeaba a diario, la manipulaba diciéndole que mataría a sus gallinas, las únicas amigas que tenía Merceditas. Hasta que un buen día la gota rebosó el vaso, y con el consejo de algunos amigos, venció el miedo y se marchó de la casa. De todas formas, se fue con el lastre del rencor en su corazón, atormentándola por varios años e incluso llevándola a pensar en quitarle la vida a Rosalba.
Producto del destino encontró a Wilmer, un hombre bueno que no ha dejado de apoyarla, con quien tuvo dos hijas: Estefanía y Leidy. Después de todo el tormento, Merceditas comprendió que tenía el valor para convertirse en una lideresa social y ahora preside la asociación de mujeres Huellas de Paz, que, desde Florencia, ayuda a otras personas que han pasado por dolores similares. Se reúnen una vez al mes para tejer y “sanar su corazón”, dejando salir sus lamentos.
“No importa la dificultad que usted haya pasado, en el corazón siempre existe la oportunidad del perdón para ser libre y una sonrisa de verdad”, concluye.
Un estudio realizado por Médicos Sin Fronteras en la población del Caquetá evidencia que, además de dramas como el de Merceditas, el conflicto ha hecho a sus pobladores más proclives a diagnósticos propios de contextos de guerra: depresión, trastornos de ansiedad o duelo. Es como si la angustia mental estuviera a la vuelta de la esquina, presente en todos los rincones, públicos o privados.
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Tatiana, la ilusión de la paz en Caquetá
El conflicto le arrebató su infancia y, tal vez, la espontaneidad para manifestar su alegría. “Yo casi no me río, mantengo muy ocupada”, dice ella mientras mira al piso. Resignada, afirma que nació al mediodía de la confrontación. Entre los 13 o los 14 años, no recuerda con exactitud la edad que tenía, se fue para la guerrilla de las Farc-Ep y nunca más volvió a ver a su hermano menor, de 7 u 8 años en aquel entonces. Eso es lo que más lamenta en la vida. Unos días recuerda sus tormentos; en otros momentos, se ilusiona con un futuro en paz al lado de sus hijas y su compañero; pero, a ratos, esa ilusión se oscurece con el velo de la incertidumbre.
Su verdadero nombre es Nelcy Correa, aunque todos la conocen como Tatiana en el Centro Poblado Héctor Ramírez (antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de los firmantes de paz), ubicado en el municipio de La Montañita, occidente de Caquetá, a 32 kilómetros de Florencia, la capital. Fue una de las participantes del proyecto ‘Empezando desde abajo: reimaginando los servicios comunitarios de salud mental en Colombia (Stars-C)’, que lideran tres universidades de Colombia y el Reino Unido y dos organizaciones sin ánimo de lucro.
Después de ser una nómada por obligación, se asentó.
Con su compañero formó una familia y nacieron, en el Centro Poblado, sus dos pequeñas y más grandes tesoros, una hermosa recompensa luego de haber apostado por la paz. Una que pareciera ensombrecerse cuando recrea los fantasmas de la guerra, que reavivan el miedo y traen a la mente a los odiadores que se frotan las manos con la ilusión de regresar al dolor.
A enero de 2023, citando a la Misión de Verificación de la ONU en Colombia, 355 excombatientes de las Farc han muerto de forma violenta tras el acuerdo de 2016.
En ese contexto, el proyecto Stars-C buscó desarrollar una intervención participativa enfocada en la colaboración de las comunidades de Florencia y La Montañita para fortalecer los servicios de salud mental. Con un paso a paso claro: primero, pensando en las problemáticas que atizan los trastornos mentales de los ciudadanos del Caquetá; luego, entendiendo el desconocimiento y la dificultad para acceder a estos servicios, pero reconociendo los estigmas de buscar orientación profesional. También, percibiendo la sensación de negligencia estatal y falta de compromiso del Gobierno con los acuerdos que señalan los firmantes de paz, junto con las demás preocupaciones de la población. Así nacen las propuestas de mejora, coproducidas con personas del territorio.
Fidel, en pie de lucha contra la soledad
Pareciera que Fidel llevara muchos días aguantando las palabras. Hace años que vive solo. En esa bruma en la que se ha convertido su memoria, tampoco recuerda con exactitud el momento en el que decidió gastar las horas de su vejez sin compañía. No niega que la soledad pesa, pero entiende que sus hijas biológicas y sus “entenadas”, como llama a las hijastras, están dispersas entre Huila, Tolima y Caquetá, y no quiere interferir con sus vidas. Digno, se refugia en su casa, en uno de los barrios más humildes de Florencia.
El proyecto Stars-C, participativo —con foros y talleres bajo la guía de doctores en psicología social e investigadores comunitarios con conocimiento del territorio— le permitió, parcialmente, romper ciclos de pensamientos intrusivos en donde anhelaba los buenos tiempos que vivió, pero que no van a volver: “Cuando uno está joven, puede escoger. Ya viejo, toca aprovechar la oportunidad que aparezca”, asegura. Con la guía de Stars-C, a través de juegos como el minitejo, el dominó, los naipes y el ajedrez, Fidel vio una mejora en su bienestar emocional.
Incluso así, el ancla de las dificultades lo regresa a la realidad. Al día de hoy, este hombre, como muchos en Colombia, sobrevive al mes con el subsidio que brinda el programa Colombia Mayor: apenas 80 mil pesos colombianos, aproximadamente 20 dólares.
El trabajo investigativo del proyecto empezó en febrero de 2021 y siguió su curso hasta mayo de 2023. María Cecilia Dedios, investigadora principal y profesora de la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo de la Universidad de los Andes, detalla que se identificaron prioridades de bienestar emocional en los participantes, para determinar las acciones y modos de organización. La idea fue convertirse en un puente entre la gente y la institucionalidad.
Existe una brecha entre lo que necesitan las comunidades y los servicios de salud mental que se ofrecen. Rochelle Burgess, otra de las investigadoras principales, de University College London, recopiló datos de contexto que evidencian el difícil panorama que se vive y cómo los deprimidos factores sociales y económicos inciden en la psique. En los países de ingresos medios-bajos, 75 % de la población carece de acceso a cualquier forma de atención en salud mental, un contexto similar al que vive Colombia.