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Podcast

Educación y poder:

promesas y fracturas

¿Qué poder otorga la educación en Colombia y qué desigualdades mantiene? En el lanzamiento del primer capítulo de ‘Nadie nos pidió, pero es necesario’ se indaga en esas fracturas.

La educación ha sido contada, una y otra vez, como la gran promesa de movilidad social en Colombia: un camino hacia la igualdad de oportunidades y la construcción de una ciudadanía libre. Esa promesa, como lo recuerda el podcast, sigue sin cumplirse de manera equitativa. 

El lugar donde se nace o la zona donde se vive todavía marca la diferencia en el acceso, la calidad y el impacto. En el fondo, la pregunta persiste: ¿se educa para liberar o para obedecer?, ¿para transformar o para reproducir lo que ya existe? 

Este debate propone asomarse a esa discusión desde tres ángulos: la tecnocracia como promesa de descentralización, las nuevas formas de aprendizaje que tensionan al sistema tradicional y las brechas que, a pesar de los esfuerzos, siguen frenando la posibilidad de que la educación sea verdaderamente transformadora.

  • ‘Nadie nos pidió esto’ es un espacio de divulgación rigurosa y accesible, respaldado por la excelencia académica de la Universidad de los Andes.
  • A través de voces expertas y enfoques pedagógicos, ofrecemos análisis profundos y datos confiables que ponen en perspectiva los temas económicos y políticos de nuestra sociedad.
  • Transformamos el conocimiento en un bien común, traduciendo la investigación y el pensamiento crítico en un lenguaje claro y cercano.


Tecnocracia: ¿descentralización o simulacro?

La tecnocracia —esa idea de que los expertos deben gobernar a partir de datos, indicadores y fórmulas— ha marcado la educación con políticas que privilegian las pruebas estandarizadas, los rankings de calidad y los modelos de gestión que prometen eficiencia. Desde hace décadas, ministros y funcionarios insisten en hablar de descentralización, pero ¿qué ha pasado en la práctica? Se diseñan reformas con lógica de laboratorio, mientras en las aulas rurales los maestros solo cuentan con lo esencial para enseñar. Esa contradicción la resume María Margarita ‘Paca’ Zuleta, directora de la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo de la Universidad de los Andes: “Tenemos 30 años de descentralización, pero no hemos formado competencias”.

Por ejemplo, según un estudio del Laboratorio de Economía de la Educación (LEE) de la Universidad Javeriana, hasta 2023, el 79,8 % de las sedes educativas rurales del país seguían sin acceso a Internet, el 59,7 % carecían de aulas de informática y el 18,1 % no contaban con servicio de energía eléctrica. Por otro lado, el Ministerio TIC reporta que entre 2022 y 2025 ha logrado conectar 19.057 escuelas rurales al servicio web, lo que equivale a más de la mitad de esas instituciones en Colombia. 

En otras palabras, las decisiones de política educativa siguen gestándose en Bogotá, lejos de las realidades rurales, de los trayectos interminables que recorren los niños para llegar a clase o de las escuelas que todavía funcionan con techos de zinc y pupitres remendados. La norma única se impone sobre la diversidad y la descentralización se queda en un simulacro. La tecnocracia, advierten los invitados al podcast Nadie nos pidió esto, no es neutra: puede perpetuar privilegios si no se acompaña de participación y escucha. “Si queremos llegar a esos lugares, no podemos hacer el diseño aquí. Tenemos que conversar con las personas de las regiones”, insiste Zuleta.


Formas de aprendizaje: entre control y libertad

El sistema educativo formal en Colombia nació con el propósito de controlar. Catalina Muñoz doctora en historia latinoamericana de la University of Pennsylvania, lo explica con un ejemplo: 

"En las primeras décadas del siglo XX, en Colombia el Gobierno tenía la idea de que la educación debía servir para mantener el orden social. En ese momento se alió con la iglesia y esta tuvo a cargo la educación pública. Entonces era una educación muy basada en el aprendizaje memorístico, un estudiante del que se esperaba que hiciera caso".

En ese sentido, Jorge Baxter recuerda al citar a la investigadora Agustina Palacios que la expansión de este sector en el ámbito público no se concibió para abrir caminos de movilidad social ni para estimular el pensamiento crítico. Su objetivo era otro: moldear ciudadanos obedientes, funcionales al orden político.

La rigidez del sistema se expresa en currículos estandarizados, evaluaciones uniformes y pedagogías que siguen girando en torno a la transmisión de contenidos. Frente a ese esquema, surgen propuestas que ensayan otros caminos. Una de ellas es la de Sanjay Fernández, quien con los ambientes de aprendizaje autónomos, apuesta por una educación sostenida en la curiosidad, la pregunta y la colaboración. “No es necesario que haya alguien enseñando”, explica. “La gente se autoorganiza para encontrar respuestas en internet, sin necesidad de un ‘profe’”.

Este modelo cambia el foco: pasa de la instrucción al aprendizaje, del contenido a la experiencia, del control a la autonomía. La apuesta resulta disruptiva, pero también abre interrogantes. ¿De qué manera se pueden construir proyectos en conjunto? ¿Cómo evitar que la libertad derive en aislamiento?

La educación, como explica el mito de la caverna de Platón, puede abrir la puerta a otras formas de mirar el mundo. Sin embargo, para que eso ocurra hace falta diálogo, acompañamiento y cuidado. Fernández lo resume con una metáfora retomada del profesor de origen indio, Sugata Mitra: “El rol del educador hoy es ser una abuelita”. No se trata de impartir órdenes ni de controlar, sino de alguien que celebra la búsqueda, anima desde la emoción y acompaña sin imponer.


Brechas en la educación: herencia, género y territorio

Las brechas educativas en Colombia no son nuevas, pero sí persistentes. Empiezan desde la primera infancia, cuando el entorno familiar comienza a marcar diferencias profundas en el desarrollo del lenguaje y del pensamiento. “Un niño de clase media baja aprende mucho menos palabras que uno con más recursos”, explica Jorge Baxter. Esa dotación inicial, aparentemente invisible, termina condicionando todo el recorrido escolar.

En las zonas rurales, las brechas se agudizan: escuelas donde un solo docente atiende a varios grados al mismo tiempo (en 2023 el 99 % de los colegios rurales en Colombia solo tenían un profesor), problemas con acceso a la educación media e infraestructuras que apenas resisten. La cobertura, según los expertos, ha aumentado; la calidad, en cambio, sigue marcada por la desigualdad. “Nos preocupamos por el cubrimiento, pero no por la conversación”, lamenta Paca Zuleta.

Esta inequidad, al final, atraviesa lo social, lo económico y lo cultural. Cerrarla exige políticas integrales que reconozcan la interseccionalidad y que logre combinar acceso con calidad, inclusión con pertinencia, cobertura con sentido.


APUNTES DE POLÍTICA

A partir de esta conversación, se proponen algunas líneas de acción para avanzar hacia una educación más justa, libre y transformadora:

Descentralizar con capacidades

  • Fortalecer competencias locales para el diseño y gestión educativa.
  • Promover espacios de diálogo entre comunidades, docentes y autoridades.
  • Reconocer la diversidad territorial en las políticas públicas.

Transformar las pedagogías

  • Fomentar el pensamiento crítico desde la primera infancia.
  • Incorporar modelos de aprendizaje autoorganizado y colaborativo.
  • Valorar el rol del educador como acompañante, no como transmisor.

Reducir las brechas estructurales

  • Invertir en infraestructura y formación docente en zonas rurales.
  • Diseñar políticas con enfoque de género que rompan estereotipos.
  • Articular educación con políticas sociales para nivelar la cancha.

Reconectar con el asombro y la emoción

  • Promover las artes y las humanidades como espacios de descubrimiento.
  • Reconocer el valor de la incomodidad en el aprendizaje.
  • Cultivar la curiosidad como motor de ciudadanía activa.

Educar para la ciudadanía plural

  • Formar ciudadanos críticos, participativos y comprometidos con la justicia social.
  • Reconocer que no hay una única forma de ser ciudadano.
  • Tejer redes de conversación que incluyan a todos y todas.

La educación es política. Involucra decisiones sobre contenidos, métodos y recursos. Este podcast nos recuerda que, aunque la conversación incomode o no haya sido convocada, resulta inaplazable. Solo desde el disenso, la reflexión y la acción colectiva podrá la educación convertirse en una herramienta real de transformación.

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Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949 Minjusticia.

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